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Fue víctima de gatillo fácil el día de su cumpleaños y sus abuelos no soportaron la pérdida


Todo estaba preparado para que fuera una fecha repleta de alegría por el cumpleaños 18 de Lucas Verón. Terminó siendo el peor día de todos. Una pareja de policías de la Bonaerense asesinó al chico cuando salió a comprar bebidas para su cumpleaños. 

Quisieron ocultar el crimen y ahora irán a juicio oral acusados de “homicidio agravado”, mientras la Justicia investiga a otros oficiales y a un fiscal por presunto encubrimiento.

“El Japo”, como le decían, cumplía años el 9 de julio y lo festejó con un pequeño grupo de amigos en su casa ubicada en González Catán, partido de La Matanza. Sus papás le habían preparado globos, una torta y hasta souvenirs. Lucas se sacó fotos con su familia en la que se lo veía contento, vistiendo una gorra y su bufanda estilo pampa. 

Era un fanático de la cultura gaucha y por eso algunos le decían “El Paisa”, como a su papá Cristian (44), aunque él contestaba:

 “El Paisa es él, yo soy el Japo”.

La reunión se prolongó hasta después de la medianoche y ya en la madrugada del viernes 10, Lucas y un amigo, Marcos (17), decidieron ir a buscar más gaseosas a un kiosco a un par de cuadras. Entonces fue cuando la alegría se desmoronó en segundos.

Cuando volvían, un patrullero sin luces empezó a seguir la moto en la que iban los dos chicos. A bordo de ese móvil de la Bonaerense iban los policías Cintia Duarte (26) y Ezequiel Benítez (26), que además de patrullar juntos son pareja y tienen hijos.


 

Después de correrlos un par de cuadras por motivos que los agentes todavía no pudieron explicar, ya que siempre se negaron a declarar, el patrullero chocó a la moto y los dos chicos cayeron. Benítez se bajó del auto y le disparó a los adolescentes. Lucas recibió un disparo en el pecho, de frente. El plomo nunca se encontró.

Los vecinos salieron y vieron a “Japo” en el piso. Marcos corrió una cuadra y media hasta lo de Lucas y le avisaron a la familia lo que pasó. Entonces los padres lo socorrieron en auto y lo llevaron al Hospital “Simplemente Evita” de González Catán. Lucas murió a los pocos minutos.

“Me sacaron lo más preciado que yo tenía. Era mi vida, mi tesoro”.

Dijo Cristian, el papá de Lucas, horas después de la marcha nacional contra el gatillo fácil en distintas partes del país. “Japo” era el más chico de cuatro hermanos: Cintia (30), Martín (28) y Alan (23).

Llegar a Benítez y Duarte como los responsables del crimen de Lucas fue otra pesadilla. Los dos agentes nunca informaron a sus superiores lo que había ocurrido y estuvieron en el hospital frente a los padres de la víctima como si nada hubiese pasado. 

Lo que vino después fue más grave: la Policía se quiso llevar a Marcos a declarar a la comisaría de González Catán. Como es menor, la familia de Lucas se lo impidió, para que lo hiciera frente a sus padres, como corresponde.

A la madrugada, el amigo de “Japo” fue a declarar junto a su madre y contó lo que pasó. Pero el acta que lo hicieron firmar después en la comisaría decía que habían intentado cometer un robo y que un auto blanco los empezó a seguir.

La familia de la víctima asegura que el fiscal Juan Pablo Tahtagian, de Homicidios de La Matanza, convalidó la versión policial. En las imágenes de las cámaras se veía un coche de ese color, pero por algún motivo la Policía no mostraba la secuencia completa. 

El video en el que se descubrió que Benítez y Duarte habían protagonizado la persecución apareció recién a las 17 de ese día.

Cuando los citaron a declarar, los dos agentes acusados se negaron a declarar. El caso después siguió con el apartamiento de Tahtagian de la causa. En su lugar designaron a los fiscales Claudio Fornaro y Marcos Borghi, que trabajan en la misma UFI. 

Luego continuó con la prisión preventiva para los policías y ahora la elevación a juicio, según dijeron fuentes judiciales.

En paralelo a la causa que tiene procesados por “homicidio agravado” a la pareja de oficiales, hay otra en formación por encubrimiento contra los otros policías que estaban en ese momento en la seccional y contra el fiscal Tahtagian, por pedido de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) que patrocina a la familia de Lucas.


 

“A mi hijo no lo vamos a tener más. Hay que ser realista en algunas cosas, por más dolorosas que sean. Esta gente está a cargo de las personas que nos tienen que cuidar a nosotros, ¿qué queda para las demás personas?”.

Dijo el papá de Lucas sobre los policías y el fiscal investigado.

“¿Cómo uno va a salir tranquilo sabiendo que encubren a los policías que hacen cosas aberrantes? Se está deschavando todo. Tenemos prueba suficiente para que esta gente pague. Yo presencié todo y a pesar del estado en el que estaba, me quedaron las voces grabadas del subjefe de la Departamental, del jefe de la comisaría y el fiscal que manipuló todo. Son unos cuantos”.

Advirtió Cristian. El fiscal se defendió: 

“Yo no encubrí nada y eso queda en evidencia porque el que aprehendió a esos policías fui yo y no otro fiscal”.

Dijo Tahtagian. El funcionario habló sobre lo que ocurrió aquella mañana y aseguró que por la complejidad del caso decidió él mismo ir a la comisaría junto a una secretaria.

“Fue una vorágine en la que vas escuchando que te dicen una cosa, después otra. Hay que dudar de todo. Los testimonios tenían pequeñas contradicciones que no se correspondían con los videos”.

Contó. Y aclaró que en el primer video que llevaron se veía un auto blanco y no un patrullero. Ese otro fragmento de las imágenes apareció a la tarde. 

“Ahí estábamos ante una prueba objetiva y el que los metió presos (a los policías) fui yo, que quede claro”, dijo. “La acusación es infundada. No hubo encubrimiento y de ninguna manera tuve la voluntad de hacerlo”.

 Insistió Tahtagian.

Drama familiar

La familia de Lucas está destrozada. Y el asesinato de “Japo” tuvo secuelas terribles. Una semana después falleció su abuelo materno “por la tristeza que le provocó el crimen de Lucas”. Y su abuela paterna sufrió un infarto y sobrevivió, pero está muy mal.

“Era un ángel que pasó por nuestras vidas y no nos dimos cuenta. Era un chico que el único vicio que tenía era la Coca Cola y el pan con manteca y el mate cocido que le llevaba su mamá a la cama todas las mañanas”.

Relató Cristian. 

“Era un laburante. Tenía un montón de proyectos, derrochaba, vida, bondad, solidaridad”.

Contó el papá, al que no le alcanzan las palabras para describir a su hijo. Lucas era muy amoroso con su mamá Graciela (46) y su abuela.

“Japo” heredó el amor por los caballos y el estilo de vida gaucho de su papá. “Desfiló de chiquitito conmigo. Somos tradicionalistas y estuvimos en varios centros de La Matanza. Él desfilaba para una institución y era un corredor de sortija muy bueno”.

Describió Cristian.

A Lucas lo apasionaba armar carros para caballo y también le llevaban para que los arreglara. “Fabricaba muy buenos y los vendía. Esa era su vida, su mundo. Un chico que no salía de acá, que no ibas a ver en una esquina de noche”.

Dijo Cristian y agregó: 

“Uno con el que corría la sortija, una yegua que ataba al carro para hacer changas o juntar ramas y su tordillo, un caballo blanco con el que desfilaba”.
Más allá del dolor, lo único que quiere la familia de “Japo” es Justicia. 

“El daño que nos ha causado esta gente a mí y a mi familia no tiene nombre. Pido Justicia. Se tienen que pudrir en la cárcel. Y los que encubrieron, capaz que no tenga la suerte que vayan presos, pero por lo menos que no estén más a cargo de nada y menos de la Policía bonaerense con el desastre que hacen”.

Cerró Cristian.



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