Valentina y Catalina no tenían nada en común. Era de edades distintas, vivían en diferentes ciudades y no compartían grupo de amigos. Sin embargo, la vida, con sus idas y vueltas, las unió en el momento más difícil y lo que empezó como una compañía se convirtió en una amistad que lleva más de 10 años.
En 2014, Valen hacía su vida como cualquier adolescente de
15 años. Iba al colegio en Santa Fe, a baile y disfrutaba de pasar tiempo con
sus amigas. Cata también. Ella, en ese entonces, tenía 10 años, iba a la
primaria y era muy alegre.
A la primera un dolor repentino en la pierna la
desestabilizó. Era un tumor, que la llevó a un cambio de vida, de ciudad y
hasta de visión de la realidad, modificó todo lo que la rodeaba.
La segunda vivía en Pinamar, un día fue con su mamá a un
chequeo de rutina y descubrió que tenía una patología en el corazón. Y no solo
eso. También le dijeron que necesitaba un trasplante para seguir viviendo.
Las vidas de las chicas dio un vuelco total. Ambas debieron
dejar sus casas, sus ciudades y mudarse a la Capital. Fue allí donde todo eso
que las alejaba las unió. Las dos estaban a la espera de un otro que sea
compatible con ellas y que las salve. Pero en el camino se conocieron, se
hicieron amigas y compartieron grandes momentos en medio del dolor.
“Ella estaba en el período momento que yo en la Casa Ronald
Mc Donald en 2014. Ahí siempre nos conocemos con todas las familias. Ella
estaba con su mamá y nos enteramos con mi mamá que necesitaba un corazón”,
contó Valentina en diálogo con TN.
Había diferencia en las edades, cinco años para ser
precisos, pero eso no impedía que pasen tiempo juntas y entre ellas se forme
una gran relación. “Ella pasaba por las mesas de las familias y charlaba con
todos. Era muy simpática y hoy también le encanta hablar”, remarcó entre risas
la joven.
“Me acuerdo mucho de mis días con ella, de cuando
compartíamos juegos de mesa con los chicos, o las salidas que armaban en la
Casa que hacían que nos despejemos muchísimo. Y siempre con Cata y Gemina, su
mamá, que estaba todo el tiempo con la mía”, sumó.
Con el correr de los meses la relación fue creciendo. Las
cuatro iban juntas a todos lados. Al grupo también se habían sumado Guille y
Nacho y se habían convertido en un gran apoyo en medio de los tratamientos de
cada uno.
Sin embargo, en el medio los dos chicos murieron y ese fue
un golpe muy duro para ambas. “La amistad en esa situación es hermosa, pero a
la vez no tenés en la cabeza que pueden morirse y cuando pasa te da un golpe de
realidad que te hace decir ‘esto me puede pasar a mí'”, señaló Valen.
Con el correr de los meses y los ciclos de quimios
finalmente llegó el trasplante óseo de la tibia derecha para ella. La cirugía
salió perfecta, pero recién comenzaba una parte fundamental: aprender a caminar
nuevamente.
Igualmente, logró salir adelante y poco después volvió a su
Santa Fe. Cata se quedó en la Casita, pero tiempo más tarde llegó el esperado
corazón y tras la operación y recuperación, también volvió a su casa.
A la distancia y el reencuentro
La relación entre las chicas no terminó allí. Continuaron
comunicadas a través de WhatsApp y redes sociales. Sin embargo, este año, luego
de 10 años, se produjo el emotivo reencuentro. “Se dio la casualidad que
viajamos a Valeria del Mar y ellos -Cata y su familia- viven en Ostende. Así
que coordinamos para vernos y cuando nos encontramos fue una emoción terrible”,
recordó Valentina.
“Más allá de que manteníamos el contacto por las redes,
verlas personalmente fue muy hermoso”, insistió. “Ahora estoy más grande y más
consciente. Cata también, porque lo pasó muy chiquita, y cuando nos pusimos a
charlar ahora nos veía re adultas”, remarcó la joven.
“Ella creció muchísimo y siempre nos entendimos. Hablamos de
las cicatrices, que yo tengo en la pierna y Cata en el pecho, cosas que
entendés cuando la gente lo pasó”, remarcó la joven.
También Gemina, la mamá de la más chica de las jóvenes, se
emocionó con el reencuentro. “Cuántos recuerdos, cuántas cosas vividas, todos
esos momentos de angustias, tristezas y por supuesto también muchas alegrías
compartidas con personas que llegaron a ser muy, muy queridas sabiendo que si
bien la vida nos unió en un momento de dolor y dificultad pudimos pasar esa
prueba seguir adelante”, expresó.
Sobre la donación de órganos, Valen aseguró que para ella es
fundamental hablar sobre el tema, no solo por su propia experiencia, sino por
cómo se dio el descubrimiento de la patología de Cata. “Son importantísimos los
chequeos médicos por control del niño sano porque a ella le descubrieron la
patología en el corazón por ir a un control pediátrico normal, no porque tenía
o sentía algo. Se pueden descubrir muchas cosas a tiempo”, explicó la chica.
Hoy Valentina tiene 25 años y se recibió de médica. Cata,
por su parte, tiene 20 y es extraccionista. Ambas, por causalidades de la vida,
terminaron del lado de la medicina.
“Son amistades únicas porque en ningún otro lado vas a
conocer a una persona y vas a formar una amistad de esa forma, en la
adversidad, y que te entiendan tanto”, reconoció Valen. “Hoy siempre estamos
tirando para adelante, eso nos caracterizaba como grupo, siempre pensando en
que íbamos a ir a Buenos Aires a pasear, generando planes, A veces se adelanta
el fin de nuestras vidas, sabrá dios por qué, nosotras siempre recordamos a
Nacho y a Guille. Además, hablamos de los controles, pero también nos contamos nuestra
vida amorosa, porque somos más que esa parte que tuvimos que pasar en el
hospital”, agregó.
Del encuentro, Valen remarcó que fue emocionante, hermoso y
que se fue con el corazón lleno. “Nos unió la necesidad de recibir un órgano.
Ella un corazón y yo un hueso. Hoy después de 10 años nos reencontramos. Estas
son las oportunidades que la vida te da para mostrarte que sí vale la pena.
Gracias a la Casita, porque fue nuestro lazo para conocernos”, completó.
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