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A su hermana “se la tragó la tierra” y la sigue esperando en el mismo lugar hace 17 años

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A Florencia Pennacchi le sucedió “un evento absolutamente inesperado, algo que te cae como un rayo”. Con estas palabras se refirió hace un tiempo atrás su mamá, Nidia Aguilera, sobre la desaparición de la adolescente ocurrida el 16 de marzo de 2005. Al cumplirse el aniversario número 17 de aquella fecha y con un expediente que sumó más de 3000 fojas pero se quedó sin pistas, la familia se aferra todavía a una débil esperanza: la figura del arrepentido.

Este año ya no habrá un gran despliegue, actos ni marchas como hubo en otros anteriores. En principio será la provincia de Neuquén, donde ella nació y donde vive todavía su madre, el escenario de la única actividad planeada para mantener su memoria presente.

 “Se puede salir y reclamar por ella, pero si no se rompe el pacto de silencio de alguno de los implicados, es casi imposible que aparezca”, se lamentó en diálogo con TN Pedro Pennacchi, el hermano de Florencia.

Entonces recuerda que a lo largo de la causa fueron apareciendo varios supuestos testigos que aseguraban haberla visto en una situación de explotación. Pero todos los testimonios, sistemáticamente, terminaron en un callejón sin salida y sin rastros de la joven desaparecida. Y reafirmó: “Sin un arrepentido esto no creo que se esclarezca”.

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 Los últimos dos llamados y la desaparición de Florencia Pennacchi

La noche anterior a que el nombre de Florencia se empezara a vincular irremediablemente con un misterio, ella, que entonces tenía 24 años, estudiaba Ciencias Económicas y trabajaba en el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), había organizado una cena con sus compañeros en el departamento del barrio porteño de Palermo en el que vivía con su hermano Pedro.

Cerca de las dos de la mañana, acompañó a los últimos que quedaban hasta la parada del colectivo y un rato más tarde se la tragó la tierra.

Los últimos contactos fueron el miércoles 15 y por teléfono. Al mediodía lo llamó a Pedro para saber si alguien había preguntado por ella y dos horas después se comunicó con su jefe para avisar que no iría a trabajar porque se sentía mal.

“Esa fue la última conversación que tuve con ella. Preguntó si la habían llamado a casa (en el 2005 se usaba mucho el teléfono de línea)”, recordó Pedro sobre el día de la desaparición.

“La escuché normal, nada nerviosa. Estaba en la calle”, apuntó. Sin motivos para sospechar, dio por sentado que su hermana se había quedado en la casa de alguien y que iría a la facultad directo sin pasar por el departamento de Palermo que compartían.

Recién 48 horas después se encendió la alarma, cuando Pedro encontró en un rincón el bolso de su hermana con el DNI, plata, la tarjeta de crédito y fotocopias. Fue cuando hizo la denuncia por averiguación de paradero en la Comisaría 23 y la bisagra a partir de la cual la vida de los Pennacchi nunca más volvería a ser la misma.

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 Después de 17 años, Pedro todavía se acuerda que el día anterior a que su hermana desapareciera habían tenido un “roce” porque ella se había quedado con su despertador.

“Lamentablemente esa peleíta casera que tuvimos se convirtió en la última vez que hablamos”, dijo a TN el joven, y señaló: “La llamada del mediodía del miércoles fue algo más tipo trámite, mecánico. Tengo el dolor de que el último intercambio que tuvimos fue una pelea pava”.

Drogas, trata y una pista que no prosperó

La adicción a las drogas que había convertido a Florencia en una persona vulnerable no fue una hipótesis al principio de la investigación, pero cobró fuerza con el avance de la causa y, en particular, a raíz del entrecruzamiento de las llamadas telefónicas. Así, surgió la primera pista firme desde su desaparición y se identificó al primer sospechoso.

Se trataba de un hombre que vendía drogas y que estaba a cargo también de un boliche en Palermo de nombre “Confusión Bailable” ubicado en Scalabrini Ortiz y Costa Rica. En base a las pericias, se supo que Florencia había realizado 50 llamadas al número de este sujeto, las últimas cuatro el mismo día que desapareció.

El celular de la joven se activó por última vez a unas tres cuadras del boliche donde trabajaba el presunto “dealer”. Entonces parecía que había asomado la punta del ovillo que llevaría por fin a desentrañar el misterio de lo que le había pasado, pero nunca pudieron probar la vinculación de aquel hombre con el hecho.

La Justicia lo citó a declarar como testigo en dos oportunidades y se analizaron las cinco líneas de teléfonos que tenía, desde las cuales se había contactado numerosas veces con la víctima. No obstante, aunque su testimonio por momentos fue contradictorio, su situación no se complicó más allá de las sospechas.

 “La muerte está vinculada con la intención de Florencia de comprar cocaína”, afirmó Gabriel Becker, abogado de la familia Pennachi, en una entrevista con TN.

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Diecisiete años después, Pedro sigue pensando igual, pero no puede más que lamentar la falta de resultados: “Muchos testigos dijeron haberla visto en distintas situaciones y al principio de la causa atendíamos a todas ellas. Esto causó que perdiéramos demasiado tiempo para llegar a la pistas correctas, el posible secuestro para explotación sexual”.

La desaparición de Florencia Pennacchi : “Nada está terminado”

Florencia Pennacchi vivía desde 1999 en Buenos Aires. Influenciada por su papá, que era contador, había viajado desde su Neuquén natal para estudiar Licenciatura en Economía en la UBA. “Con la universidad tomó interés por la lucha social. A través de la agrupación TNT (tontos pero no tanto) conoció a todo un grupo de gente nueva y seguramente su futuro iba a estar encaminado para ese lado, el de la militancia”, contó su hermano. Y resaltó: “Ella era un sol”.

El joven todavía vive en el mismo departamento de Palermo que hace años compartió con ella y mantuvo durante mucho tiempo la habitación de Florencia intacta. Actualmente, dijo a este medio, todavía conserva muchas cosas que le pertenecían, pero el cuarto fue mutando con el paso del tiempo en una suerte de archivo judicial. “Lo uso para organizar material de ella, como cuerpos de la causa, panfletos...”.

El apoyo de amigos, familiares y de distintas organizaciones sociales fue un pilar que les sirvió de apoyo en todos estos años para seguir adelante. “También la esperanza de que podíamos encontrarla aún con vida, de que sin una noción cierta de qué fue de ella, nada está terminado”, expresó.

“Parece que no se hubiera perdido, que va a abrir la puerta y va a llegar”, decía años atrás Nidia, su mamá. Pero invariablemente, se fueron sucediendo los 15 de marzo año tras año sin que eso ocurriera. Sobre el cierre de la nota, Pedro eligió darle un mensaje a su hermana: “Donde quiera que esté le diría que la extraño mucho, que siempre la vamos a buscar y vamos a estar esperando que algún día nos volvamos a encontrar”.



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