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Silencio inédito en Pinamar luego de la nueva restricción horaria


A las 2.30 de la madrugada y en Pinamar lo único que se escuchaba era el ruido de la naturaleza: el viento sur que surca por entre las copas de los árboles y el sonido del mar embravecido. 

Solo andaban los trabajadores que volvían a sus casas y de ratos el paso de algún vehículo por la venida Bunge. 

De cada 10 que pasaron,  5 eran patrulleros o motos de la Bonaerense en control de la calle, 3 taxis o remises, 1 particular y el otro, el camión recolector de la basura.

Habrá que irse tres décadas atrás para recordar semejante quietud en Pinamar a esta hora. 

Antes de los 80, a la época en que este balneario no se había convertido aún en el epicentro del hedonismo y la frivolidad. A los 90, cuando a esta ciudad le colgaron la cucarda de la capital nacional de los boliches, las modelos, los rockeros, las tapas de revista del verano, el ruido y noches largas.

La pandemia del COVID devolvió en el amanecer del 2021 un silencio tempranero de otros tiempos, inesperado incluso hasta hace pocos días. Fue la primera noche con restricción horaria, después del decreto firmado por el gobernador Axel Kicillof en un intento del gobierno nacional de reducir el incremento de contagio del coronavirus.

El intendente local, Martín Yeza, adhirió al decreto del gobierno bonaerense y a la disposición para que todo cierre desde la 1 y hasta las 6, en principio, hasta el 31 de enero. 

Es el fin de una larga noche. Bares, kioscos, heladerías, restaurantes, cafés, locales de comida rápida, todo lo que ofrecía la cara nocturna de Pinamar. La fiesta oficial se adelantará a las tardes -al estilo europeo- o a la clandestinidad de las movidas en el bosque y en las playas lejanas.

En la primera noche de restricciones en Pinamar los veraneantes y comerciantes navegaron sobre todo en la incertidumbre. 

¿Servirá para algo? ¿Bajarán los contagios? 

“Mientras sirva para que no tengamos problemas con la salud está perfecto, ya está”.

Dijo algo resignado el empresario Manuel Morello, dueño del clásico boliche La Luna, el único que permanece abierto todo el año, mutado por causa del COVID a taquería mexicana.

Otro célebre personaje de la noche pinamarense, Gustavo Palmer, uno de los creadores de la fantasía de los 90 en esta ciudad, decidió cerrar Pink, el boliche que administra. 

“Esta noche lo cerré, nos tomamos 24 horas para pensar cómo nos adaptamos. Vamos a ofrecer comida, otra cosa”.

Comentó el hombre que junto a Mike Cameroni “inventaron” la noche de Pinamar con la célebre disco Ku, que actualmente es un elefante blanco que sirve de depósito a una marca de bebidas energizantes.

Los empresarios gastronómicos habían pedido al intendente Yeza que elevara su pedido de que el cierre no sea a las 23 sino a la 1, con el fin de tener un turno más de comensales y no perder más del 30% del trabajo habitual. 

Ese reclamo también lo hicieron en otros municipios, por eso el horario finalmente quedó de 1 a 6. Yeza además demoró 12 horas su adhesión a la medida por lo que dejó trabajar a los comerciantes toda la madrugada del lunes. 

“La adhesión ya era una decisión tomada, un compromiso con el Gobernador”.

Aclaró el intendente a este medio.

“Los balnearios y los restaurantes venimos cumpliendo con todos los protocolos establecidos. En un principio nos sorprendieron las medidas que se iban a tomar, ya que eso para los negocios gastronómicos era un golpe muy grande. Ahora, con esta nueva medida, se nos da la posibilidad de poder trabajar en doble turno. No es la situación ideal pero al menos nos alivia bastante”.

Comentó Walter Zenobi, socio en los restaurantes Demuru Pinamar y Cariló.

“No entendemos por qué esta decisión, la gente se va a contagiar de día. En lugar de prohibir los locales deberían controlar mejor”.

Opinó Laura, que festejaba el cumpleaños 23 con sus amigas: 

“Justo esta noche, tengo una suerte increíble. A la 1 estaremos en la cama y festejaremos mañana en la playa”.

En el Municipio aspiran a que haya un cambio de hábito. Planean armar campañas contrarreloj para sugerir a la gente que salga a pasear y cenar más temprano. 

La custodia de la Policía Bonaerense al menos la primera noche fue fuerte. Muchos móviles policiales en plena circulación, unos 10 agentes tácticos en la rotonda de Bunge y el mar y varias duplas caminando, algunas incluso con perros. Llamó la atención la permanencia de un kiosco abierto en la zona céntrica.

Las campañas también buscarán desalentar la noche como opción a partir del consumo responsable de alcohol. Este verano la Sedronar instaló puestos en toda la costa en un operativo que tituló:

“De sol a sol”. “Armamos una campaña integral para brindar información sobre la temática y sus consecuencias, con lugares para acompañar a las y los jóvenes, y capacitamos a fuerzas de seguridad, a guardavidas, a dueños de balnearios y a empresarios y personal de la nocturnidad para tener un verano que es una excepción por la pandemia, pero tenerlo entonces con todos los cuidados necesarios”.

Comentó Gabriela Torres, titular de la Sedronar.

La cantidad de casos de COVID en Pinamar (está en Fase 4) oscila desde hace días entre los 190 y los 220. De domingo a lunes pasó de 210 a 221, cuando a principios de diciembre tenía 50. 

Ahora las autoridades comunales piensan que puede incrementarse la cantidad de reuniones familiares en casas y las bajadas a la playa. Yeza cuadruplicó su personal de Fiscalización en la última semana. Pero entienden que, en definitiva, depende de la responsabilidad social.



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