La falta de trabajos de bacheo a causa del parate que
ocasionó la pandemia y las demoras en el desmalezado y corte de pasto la hacen
una ruta con deficiencias para la carga de vehículos que tendrá durante el
verano.
En su edición de este domingo el diario Clarín se expresa
que hay baches, pavimento deteriorado, problemas de iluminación en ciertas
rotondas, demarcación borrosa y pastizales que llegan a tapar algunos de los
mojones de kilometraje.
Indican que estos problemas también pueden darse en las
rutas 11, 56, 63 o 74 que son operadas por AUBASA; aunque las que se encuentran
en el partido de Madariaga, al menos, tuvieron el paso de máquinas para cortar
el césped.
Es porque se suspendieron las obras y el mantenimiento a
causa de la pandemia durante 8 meses. Además, los recursos que recibía de la
provincia se derivaron en cuestiones de la lucha contra el coronavirus.
La empresa que administra el servicio puso los ahorros de
sus cuentas bancarias para afrontar el pago de sueldos de los más de 1.700
empleados durante la pandemia por coronavirus.
El corredor costero y la autopista La Plata-Buenos Aires
(ambos en concesión de AUBASA) tuvieron suspendido el cobro de tarifas desde el
20 de marzo hasta el 13 de mayo. Además, la caída de tránsito en los meses de
cuarentena estricta llegó a índices de 87%. Un dato de muestra: un viernes de
abril de 2020 pasaron 4.560 coches. Un año antes el registro marcó 33.358.
A fines de octubre, ya con las cabinas habilitadas para el
pago, pasaban 13.500 automóviles contra 26.800, que atravesaban las barreras 12
meses antes.
Los valores del servicio están congelados: para viajar desde
el centro porteño hasta la orilla del océano hay que pagar 324 pesos para ir en
auto. Son 84 (en hora pico) de la autopista Buenos Aires-La Plata, y dos
tickets de 120 en Samborombón y Maipú. El precio tuvo la última variación, del
33%, en abril de 2019 y en la Gobernación aseguran que no están previstos
nuevos ajustes.
Los problemas más notorios se dan en los kilómetros 190
(Dolores); 301 (Las Armas); 354 (Coronel Vidal) y 367 (Vivoratá). En otros
puntos del trayecto, la hierba es menos abundante. Y en la zona de los
countries que están entre los kilómetros 60 y 75 (La Plata), los
desarrolladores se encargan de mantener prolijas las parcelas a un lado de la
autovía.
Los parches, los huellones y los baches sobre la cinta
asfáltica se replican en la mayor parte del recorrido. “El hundimiento del
pavimento provocado por el tránsito de camiones resulta un elemento de riesgo,
en especial los días de lluvia”, dijeron en el Centro de Experimentación y
Seguridad Vial (CESVI).
Las marcas del tránsito pesado se pueden ver en las salidas
de los peajes (Samborombón y Maipú) y en el acceso a Dolores y Chascomús, entre
otros sitios. A partir del kilómetro 70, cerca de Etcheverry, la mano para uso
de “pesados”, está “casi intransitable”, posteó un camionero hace una semana en
sus redes. Los ahondamientos sobre los carriles provocan la pérdida de
estabilidad de los colectivos. Entre noviembre de 2019 y febrero de 2020 hubo
dos vuelcos de ómnibus de pasajeros con cuatro muertes.
Pero en el corredor persisten los problemas estructurales.
Al mapa de rutas que cada verano transitan seis millones de automóviles para
llevar el turismo al Atlántico bonaerense, le falta la doble vía en varios
tramos. Son 83 kilómetros de la ruta 11 que van desde el cruce con la 36 (cerca
de Pipinas, Punta Indio) hasta esquina de Crotto; 50 kilómetros en el tramo General
Conesa-San Clemente; 70 kilómetros entre Villa Gesell y Mar Chiquita; y casi 90
kilómetros desde San Clemente a Pinamar, un tramo que conecta todas las playas
del Partido de la Costa.
Son 290 kilómetros donde se circula de ida y de vuelta sobre
apenas ocho metros de ancho. Es en esos sectores donde se concentran los
accidentes y choques, la mayoría frontales.
Hace tres años la gestión de María Eugenia Vidal se había
comprometido a completar 158 kilómetros de doble mano con un plan que
desarrollaría la Dirección de Vialidad de Buenos Aires. Los trabajos
comenzaron, pero se suspendieron “después de las elecciones PASO de 2019”,
según reconocieron fuentes del Ministerio de Infraestructura y Servicios
Públicos bonaerense.
Carteles y mojones indicadores de kilometros, completeamente
cubiertos por el pasto.
El circuito tiene otro recorrido de un solo carril por mano
de 62 kilómetros en el tramo General Conesa-Madariaga de la ruta 56. Es un
camino de alto riesgo por el tránsito intenso: es paso obligado para los que se
dirigen a Pinamar o Gesell desde el área metropolitana. El programa que quedó
inconcluso preveía una inversión de 4.800 millones de pesos. Sólo se terminó la
doble vía (con rotondas, accesos e iluminación) entre San Clemente y Santa Teresita.
Las tareas en la 56, llamada “ruta de la muerte”, se
retomaron en septiembre de este año. “Hay una decisión política de poner en
marcha estas obras fundamentales tanto para el turismo, como para los
usuarios”, dijo el subsecretario de Obras Públicas, Ernesto Selzer.
El funcionario explicó que había una deuda de mil millones
de pesos con contratistas y serán necesarios otros 5 mil millones para la
conclusión. A partir de un acuerdo entre el gobernador y el presidente, Alberto
Fernández, se transfirieron fondos para avanzar. En Obras Públicas de la
Provincia explicaron que en diciembre no se suspenderán los trabajos, aunque
evitarán provocar trastornos al tránsito.
No obstante la paralización por la pandemia, este verano
habrá estreno en un tramo de la red vial. Las obras de repavimentación y
mejoras integrales en la ruta provincial Nº 11 -que conecta a Mar del Plata con
Chapadmalal- terminaron la semana pasada.
Son trabajos dispuestos por Vialidad de la Provincia de
Buenos Aires, entre el Faro de Mar del Plata y el complejo presidencial vecino
a esa ciudad. Se trata de más de 14 kilómetros donde hubo repavimentación de
calzada y banquinas, mantenimiento y puesta en valor de puentes, tareas de
reparación y conservación de alcantarillas y la construcción de un puente
peatonal.
También se colocaron refugios peatonales, defensas
vehiculares y se ejecutó la señalización horizontal y vertical proyectada, una
vieja demanda de usuarios que viajan entre “La Feliz” y Miramar.
GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo
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