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MADARIAGA: La increíble historia del orfebre que fue hasta Nueva York a caballo y tuvo clientes famosos



Es orfebre, hizo por encargo bolígrafos de plata y ébano que la AFA llevó al Mundial de Qatar y talló uno especial para Lionel Messi, en guayacán y plata. Hoy, en Cariló, una réplica de esa lapicera se subastará a beneficio de la construcción de una sala oncológica para el hospital municipal de Pinamar.

Hugo Gassioles (54) hace trabajos a pedido y entre sus clientes más reconocidos tuvo a la reina de Holanda, Máxima Zorreguieta, y al conductor de TV Marcelo Tinelli, entre otros. “No sé, se fue dando, por el boca en boca, por contactos”, dice a LA NACION sobre su devenir. Sin embargo, hace 27 años el orfebre no era orfebre. Era apenas un joven que lograba la hazaña de unir a caballo General Madariaga y Nueva York. La noticia salió en los diarios de la época. Emulaba al aventurero suizo -que vivió en la Argentina- Aimé Félix Tschiffely, quien había hecho lo mismo en 1925 y casi a la misma edad.



“No soy de a caballo, como se dice en el campo. Sé andar a caballo, que es distinto”, aclara entre risas. Pero por tres años, el caballo fue su medio de transporte. Fue con dos, Nahuel y Lucero. Se los había prestado un vecino de la localidad de Maipú. A su aventura se sumó el “Turco” (no dice su nombre, pero se trata de Héctor Dahur) con otros dos caballos. Pero el “Turco” no llegó hasta el final. Se quedó antes.



Entre 1993 y 1996 a Hugo Gassioles le pasó de todo. Quedó en medio de una balacera en Guatemala, atravesó Perú con la amenaza de Sendero Luminoso, y Colombia en medio de los enfrentamientos entre narcos, militares y guerrilleros, con la muerte aún reciente de Pablo Escobar. Se alojó en la casa de Fabio Ochoa. Sí, el padre de los hermanos Ochoa, los amos y señores del cartel de Cali. “Yo no sé si él era narco. Yo me alojé en la casa de Don Fabio. Me dijeron que ahí iba a estar seguro”, dice y se ríe.

Durmió a la intemperie para ahuyentar delincuentes. ¿Cómo? “Tengo pinta de gringo. En carpa y con dos caballos bien alimentados, en muchos países de Sudamérica es señal de riqueza. Además, si dormís en carpa, no sabés lo que pasa a tu alrededor”, explica.

El recorrido de Hugo incluyó la Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Honduras, Nicaragua, Guatemala, México y Estados Unidos. “El viaje surgió en una conversación de borrachos con un amigo, que me dijo que teníamos que hacer un viaje a caballo. Le dije ‘dale, vamos hasta Nueva York’. Y me dijo que no. Pero a mí la idea me quedó dando vueltas”, precisa.




Tantas vueltas que lo terminó haciendo, después de haber vivido en Venezuela y en Europa. Antes de partir, por conocidos, la noticia de su viaje llegó a oídos del entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde, quien le prometió financiamiento. “Lo único que recibí fue un decreto. Pero ese decreto me sirvió, porque lo pude presentar en las embajadas, y la verdad me hizo el viaje más fácil”, recuerda. Lo que sí le dio Duhalde fue una carpa, que no usó, por la razón que explicó antes, evitar los robos. “Un día, en Nicaragua, me despierto y había un tipo abalanzándose sobre mis cosas, saqué el cuchillo y se fue”, cuenta.



En Ecuador, el compañero de Hugo, el “Turco”, se casó. Luego fue padre. Si bien lo acompañó hasta México, en una parte del trayecto se volvió para estar con su esposa. Cuando llegaron a la frontera con Estados Unidos, el “Turco” se bajó definitivamente porque sus caballos estaban enfermos y no podía pasar.



Entrar por El Paso, Texas, no fue fácil, tuvo que hacer dos veces cuarentenas para evitar posibles enfermedades de sus caballos, que fueron sometidos a análisis. Hugo llegó hasta la quinta avenida. Lo apodaban el gaucho rubio. Había recorrido 18.000 kilómetros. “No escribí un libro”, afirma. “¿Pero plantaste un árbol?”, pregunta LA NACION. “Sí, varios. Y también tuve dos hijos, al menos acá, que yo sepa”, ríe.

Cuando volvió, con 26 años, aprendió a trabajar con plata por un conocido de Azul. “Con lo que me enseñó un fin de semana empecé y me largué”, asegura. Y así llegó hasta acá. En el medio, también hizo lapiceras Presidente para Mauricio Macri por encargo. Y hoy se subastará esa réplica de la que le envió a Messi de regalo, que tiene el número 10 grabado, la inscripción de AFA y las tres estrellas.

“Es de guayacán porque es una madera persistente, como Messi”, concluye.





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GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo