A Luis Leguizamón le cuesta hablar más de cinco minutos sin
quebrarse. Del otro lado del teléfono, mientras de fondo se oye a su hija más
chica, su voz se entremezcla con sus lágrimas, fruto de la angustia que le
genera haber vivido un hecho tan absurdo como real.
El comienzo de este calvario ocurrió durante la mañana del
21 de noviembre de 2022, mientras Luis descansaba junto a su familia en la casa
que habita en el barrio Villa Hipódromo de la ciudad de Santa Fe.
Luego de escuchar tres disparos, el hombre de 44 años salió
de la cama para ser testigo de cómo un grupo de policías rompía su puerta y lo
obligaba a arrojarse al suelo mientras le gritaban que estaba detenido.
“Ese día era feriado, me iba a ir de casa a arreglar el aire
acondicionado de una casa en un par de horas. A las 7 escuché los disparos, que
fueron para callar a mi perro y lo terminaron matando. Mi mujer se despertó a
los gritos, con mi nena chiquita llorando. Sacaron a mi otro hijo de su
habitación y también lo detuvieron”, contó Luis.
El electricista matriculado buscó desde el suelo demostrar
su inocencia sin saber aun de qué se lo acusaba. “Me empezaron a decir que mi
nombre, el de mi hijo y el de mi sobrino estaban involucrados en el copamiento
a la subcomisaría de Arroyo Leyes. Buscaban ropa policial, uniformes, pistolas,
escopetas”, relató.
Luego de que los efectivos se identificaran como parte de
Asuntos Internos, Luis, que sufre de hipertensión, comenzó a sentirse mal y
debió ser trasladado al Hospital Cullen, en donde padeció un preinfarto y debió
estar dos días internado.
“Yo quería ir con mi familia. Me llevaron a Asuntos
Internos, declaré que no tenía nada que ver, que ni antecedentes penales tengo.
Pero por orden de la fiscal quedamos detenidos los tres. A mí me trasladaron a
la Comisaría 9ª”, sostuvo.
El comienzo de otra pesadilla
Luis declaró que el día del copamiento él trabajó en la
construcción de una piscina en un barrio alejado de la subcomisaría asaltada.
Luego almorzó, durmió una siesta y se dirigió a un bar céntrico en el cual
realiza tareas de mantenimiento. Su esposa lo llamó pasadas las 22 para pedirle
que regresara a cenar.
“Noviembre y diciembre es el fuerte mío por el tema de la
refrigeración y las piletas. A las 5.30 me despertaba, tomaba unos mates y me
ponía a trabajar. Todo eso se lo comenté al juez. A los dos días tuve otra
audiencia con la fiscal, en donde presentó pruebas en mi contra. Me dijo que la
pileta no existía y que mi teléfono había impactado cerca de la zona del robo”,
indicó.
A Luis, que jamás había pisado un penal, también le
atribuyeron haber estado 12 años preso por homicidio y otra causa por robo.
“Jamás estuve detenido”, reiteró. Sin embargo, a pesar de que no fue señalado
en la rueda de reconocimientos y que varios testigos y vecinos aseguraron
haberlo visto en la casa donde él estaba trabajando, le dictaron 90 días de
prisión preventiva.
De la comisaría lo trasladaron a una Alcaidía. Habitó una
celda de un metro y medio por un metro y medio, sin ningún tipo de ventilación.
“Allí sufrí otro preinfarto, la presión no me bajaba. Pedí prisión domiciliaria
por mi salud. Pero no, cuando estuve un poco mejor me derivaron al pabellón 3
de la cárcel de Las Flores”, narró Luis.
La prueba que lo dejó en libertad
Permaneció allí hasta el 17 de enero, conviviendo con el
terror de las peleas ajenas, los golpes, las heridas y el miedo de que si
situación judicial empeore y culmine condenado por muchos años.
“Me dijeron que se equivocaron, que buscaban a otra persona
con mi nombre y que, por un llamado anónimo, fueron a mi casa pensando que mi
familia y yo estábamos involucrados en ese delito”, indicó Luis, que recuperó
su libertad tras una audiencia por videoconferencia.
“Estoy mal anímicamente, psicológicamente, económicamente.
Nos devastaron. Cuando me dieron la libertad me puse a llorar. A mi nena de
tres años le dijimos que estaba en el hospital. Cuando la vi y escuché a mi
mujer decirle ‘ahí el doctor trae a papá' no lo podía creer”, agregó.
“Mi abogado, que además es mi amigo, buscó probar en
reiteradas oportunidades que yo ese día estaba trabajando. Terminé consiguiendo
la libertad porque apareció el pozo de la pileta, de 8 metros por cuatro
metros, que estaba construyendo antes de ser detenido”, manifestó Luis. “Pude
demostrar mi inocencia con una prueba increíble”, dijo.
Para el hombre, que cumplirá 25 años en pareja con Lorena,
con quien es padre de Tomás, Marcos y Luz, dedicado a la refrigeración,
construcción y plomería, haber estado dos meses sin empleo significó no solo la
imposibilidad de generar ingresos, sino también perder la mejor etapa del año
para su trabajo.
“Ya arreglé un par de aires acondicionados. Mucha gente que
me conoce y cree en mí volvió a contratarme. A mi mamá, que tiene problemas de
salud, no le pudimos decir la verdad por miedo a que le pase algo. Le contamos
que me fui de viaje por un trabajo. Fue y es todo muy feo, quedé muy mal de
salud. Pero por suerte estoy con mi familia”, completó Luis.
GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo
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