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A 8 años del crimen de Lola Chomnalez, solo una prueba de ADN y poco se sabe del día del asesinato



¿Cómo fue? Inesperado. ¿Qué podía pasarle de malo a una jovencita argentina de 14 años que iba a alojarse en la casa de sus padrinos ubicada en una tranquila playa de Uruguay? Era la primera vez que Lola Luna Chomnalez veraneaba sin sus padres. Tranquila playa uruguaya. Barra de Valizas es así, apacible, con un gusto rancio de hippismo que muchos jóvenes captan como cool, genial, chévere. Y allí, una jovencita de 14 años a la que le gustaba el arte, leer, pasear, reír, crear.

Se sabe, “grosso modo”, que el 28 de diciembre de 2014 se fue a pasear por la orilla del mar desde Valizas hasta las playas de Aguas Dulces, sola, después de almorzar. Un trayecto solitario. Todo ha sido siempre tan sosegado en ese lugar que nadie puso reparos en esa caminata de algunos kilómetros. La monotonía del lugar, del tiempo y de la acción es infinita, hasta que una singularidad se roba la calma. Puede suceder una vez o nunca. Sucedió esta vez. ¿Qué pasó? Un hecho extremadamente raro, sorpresivo y que causó un impacto severo. Un cisne negro.

Lola Chomnalez: una investigación caótica

El anfitrión debe agasajar al invitado… y cuidarlo. Lola caminaba sola. ¿Puede anticiparse un cisne negro? Tal vez con un poco más de cuidado, aún excesivo, la mala suerte roce pero no pique. Es un tal vez, apenas. El cadáver de Lola fue encontrado dos días después a cuatro kilómetros de la casa de sus padrinos (faltaban dos más para llegar a Aguas Dulces), en una zona de médanos.

Los primeros días de la investigación fueron caóticos. La Policía detenía y liberaba en cuestión de horas a los sospechosos guiada por rumores, medias palabras, prejuicios…

Según la fiscalía uruguaya que investigó esta penosa historia, Lola trató de escapar corriendo de unos tipos que se le acercaron, que acaso comenzaron hablándole del viento y el mar y luego se descubrieron como ladrones, al menos, agresores en suma. Angel Moreira, alias “El Cachila”, un mentiroso consuetudinario, irritable y prepotente, de ocupación cuidacoches para el registro, dijo: no ví a ninguna chica aquella tarde; ví a una chica aquella tarde; no hablé con ella aquella tarde; hablé con ella aquella tarde; cuando me fui estaba con vida aquella tarde; declaré cualquier cosa porque estaba drogado.

Dio detalles que solamente alguien que estuvo con Lola aquella tarde podría saber. Estuvo preso por el crimen pero fue liberado; lo volvieron a apresar como encubridor (¿de quién?). Para la fiscalía y los padres de Lola, “Cachila” estuvo allí. En junio pasado, el juez Juan Giménez Vera afirmó que no había ninguna prueba en su contra y lo liberó. El asunto con “Cachila” no está terminado porque se deberá expedir un tribunal superior.

Lola Chomnalez, sofocada hasta morir

La chica buscó escapar corriendo de sus atacantes pero fue alcanzada. Así piensa la actual fiscal Jessica Pereira. En la autopsia, los peritos determinaron que Lola tenía varios cortes en su cuerpo, que le golpearon la cabeza, y probablemente al querer pedir auxilio le apretaron la cara contra la arena. A Lola la sofocaron hasta matarla.

En la toalla de la mochila que llevaba la chica y en su documento de identidad argentino, encontraron sangre que no era de ella. Ocho años después, la administración de justicia del departamento de Rocha, jurisdicción a la que pertenece Barra de Valizas, informó en mayo de este año que habían determinado a quién pertenecía esa sangre. Se trata de Leonardo David Sena, de 39 años. Sena tiene antecedentes penales y su ADN estaba incorporado al banco genético de procesados penalmente. El cotejo con la muestra hallada en la mochila de la víctima dio positivo. Lo arrestaron en el Chuy, en el límite con Brasil, como autor del femicidio de Lola.

La explicación, fantasiosa, que dio Sena fue que en 2014 se cortó con una botella de cerveza mientras trabajaba en un supermercado y que después fue a la playa a tomar mates y ahí se encontró tirada la mochila de Lola. Pero la jugada no le salió bien. Dos empleados del supermercado de Valizas dijeron que en aquél año Sena había trabajado por poco tiempo con ellos y que no se cortó en el trabajo.

Es posible que Sena se haya cortado manipulando el cuchillo con el que le produjo cortes a Lola, y que su sangre haya quedado en el interior de la mochila cuando la revisó para ver si había dinero. Pero esta descripción es una especulación. A ocho años del crimen, las pruebas, excepto la de ADN, siguen siendo muy pocas para reconstruir qué pasó aquella tarde en la playa.



 


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