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Trágico final para una mujer que vivía amenazada y debía tener custodia policial


Nélida Susana Benítez tenía 45 años y vivía sobre la vereda oeste de Ayacucho al 4000, a metros del cruce con Doctor Riva en Rosario.

Allí se abre un pasillo angosto que conduce hacia la profundidad de la manzana. A veinte pasos de ese ingreso está la casa de la mujer que, por decisión judicial, desde el pasado mes de febrero contaba con una custodia policial fija. Fue después de que la amenazaran con dejar la propiedad, primero atacando el frente a balazos y más tarde dejándole un ultimátum escrito. 

Sin embargo, el lunes llegó la orden de que esa custodia fuera intermitente durante el día y permanente a lo largo de la noche. Pasadas las 14 del martes, dos uniformadas que cubrían la guardia se retiraron del lugar tras recibir una comunicación radial. Entonces un hombre ingresó al pasillo y no dudó en disparar el arma de fuego que portaba para asesinar a la mujer.

Desde el Ministerio Público de la Acusación (MPA) indicaron que el homicida ingresó al pasillo al grito de “policía” y disparó con un arma de fuego hacia la ventana de la casa de Nélida, a quien un proyectil la alcanzó de lleno y le quitó la vida. 

En tanto, desde la Agencia de Investigación Criminal (AIC) aportaron otra mecánica. Según esta línea el homicida entró a pie al pasillo, golpeó la puerta del domicilio de Benítez y cuando ella abrió la puerta le disparó. Ambas teorías coinciden en que la víctima recibió un balazo en el cuello y fue trasladada al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, donde falleció pasadas las 19.30. La investigación está a cargo del fiscal Alejandro Ferlazzo.

La mañana del miércoles un patrullero de la policía provincial custodiaba el ingreso del pasillo de Ayacucho al 4000. Las oficiales confirmaron a este diario que venían cumpliendo vigilancia en el lugar y que el martes por la tarde habían recibido la orden de moverse para patrullar la zona. Fue en ese tiempo de desprotección que ocurrió el ataque en el interior del pasillo.

¿Por qué estaba bajo custodia Nélida Benítez? Porque así lo dispuso el juez Mariano Alliau en una audiencia imputativa realizada el 18 de mayo pasado en la cual Andrés Bladimir “Colorado” N. fue acusado por la fiscal Valeria Haurigot por “amenazas calificadas con el propósito de compeler a una persona a que abandone su lugar de residencia en tres oportunidades”. En esa ocasión el magistrado le dictó al joven de 25 años prisión preventiva por 90 días.

Los hechos atribuidos al Colorado N. ocurrieron durante febrero pasado. Según la acusación, todo empezó la noche del sábado 13 de ese mes cuando un hombre joven golpeó la ventana de la casa y al grito de “abrí, abrí”, llamó a Nélida. La mujer se asomó, vio que portaba un arma de grandes dimensiones y le pidió que respetara su casa, que estaba con sus hijos de 16, 6 y 3 años, tras lo cual se escondió en el baño. Dos días más tarde, a las 6.30 del 15 de febrero el mismo hombre cubriendo su rostro con un barbijo llegó hasta la casa de Benítez y disparó al menos doce disparos que impactaron en muebles y paredes internas de la vivienda. Sin embargo Benítez lo reconoció como el “Colorado” porque el muchacho vive en el barrio.

El martes 16, a las 15.30 y mientras la mujer dormía la siesta con sus hijos, la misma persona volvió al lugar y en esa ocasión fueron seis los tiros que impactaron en la pared y las aberturas de la propiedad. Y el miércoles 17, a las 2.30 mientras dormía junto a sus hijos menores, a Nélida le golpearon la ventana y asustada llamó al 911. Cuando se levantó encontró que por debajo de la puerta le habían pasado una nota por demás de intimidatoria: “Deja la casa o te mato a tu mamá” (sic).

Cansada de los atropellos, la mujer presentó la denuncia en la comisaría 15ª. Una semana más tarde esa denuncia fue ratificada en la Fiscalía, donde la mujer aseguró que quien la amenazaba era el Colorado y aportó datos que permitieron a la policía dar con el domicilio del joven. En ese marco el 15 de marzo se realizaron dos allanamientos en casas cercanas a la vivienda de Benítez y en esos procedimiento fueron secuestradas una pistola calibre 22, un revólver calibre 38 y un importante número de municiones además de unos 40 mil pesos en efectivo. Pero al Colorado no lo encontraron.

Los días pasaron y el 29 de marzo Nélida volvió a la Fiscalía para decir que tenía miedo porque el acusado seguía dando vueltas por el barrio y que, si a ella le quitaban la custodia policial, podía pasar algo más grave. En realidad, advirtió lo que finalmente ocurrió el martes. Que el ataque a su casa ya no fue intimidatorio sino mortal.

Pero las andanzas del Colorado no terminaron con los ataques a la casa de Nélida Benítez. El mismo miércoles 17 de febrero, después de atacar la casa de la mujer, se dirigió hasta una vivienda de Centeno al 200 donde reside el gasista Fernando Sergio M. junto a su esposa y su pequeña hija. Alrededor de la 0.15 el hombre se acercó a la puerta de la vivienda tras escuchar varias detonaciones de un arma de fuego y entonces encontró en el piso una nota que decía: “Dejá la casa ya o plomo”. Atemorizado, el hombre llamó al 911 y agentes del Comando Radioeléctrico que arribaron al lugar observaron siete impactos de grueso calibre en las paredes.

El hombre radicó la denuncia del ataque en la comisaría 15ª e identificó a quien sospechaba había sido el autor de los disparos además de asegurar que “no tiene problemas con nadie del barrio” pero que lo ocurrido le había causado “un profundo temor por su vida y la de su familia”. Tras ello, el atacante volvió a la casa de Fernando M. una semana más tarde y mientras el dueño de la propiedad le indicaba que no se iría porque la vivienda era suya, el Colorado le dijo a su acompañante, “dale un tiro, dale un tiro”, mientras exhibía un arma tipo revólver. Eso hizo que el hombre, atemorizado, finalmente dejara el lugar.

Finalmente, el Colorado fue detenido el pasado 19 de mayo, dos días después fue imputado y quedó bajo prisión preventiva por 90 días. Sin embargo, sus cómplices barriales no se bancaron la denuncia y salieron a vengarlo a sangre y fuego. Así terminaron con la vida de Nélida Benítez, a quien mataron de un balazo en el cuello dentro de la misma casa que el acusado quería usurparle.

En una de las paredes del ingreso al pasillo donde se cometió el crimen de Nélida Benítez hay una pintada de Newell's con la consigna “Enemigos del silencio”. Sin embargo, lo que primó en el vecindario las horas siguientes al crimen de la mujer fue la cautela y las bocas cerradas. En las viviendas alrededor de la casa de la víctima los vecinos se asomaron ante la presencia del cronista de La Capital pero enseguida se ocultaron. Uno cerró las cortinas, otro puso un candado en su portón y el pasillo entero quedó sumido en el silencio. A la escena del crimen la delató un resto de sangre en el ingreso a la vivienda y los guantes de látex que los peritos dejaron tirados ahí mismo.

La escena criminal está en lo que se conoce como Cordón Ayacucho, uno de los lugares de la ciudad más afectados por la violencia urbana que tiene como trasfondo las disputas callejeras por la venta de drogas a baja escala. Un problema que se sostiene en el tiempo a pesar de que programas provinciales y municipales invirtieron en la infraestructura de la zona para abrir sus calles y pasillos. Sin ir más lejos, el último informe del Observatorio de Seguridad Pública del Ministerio de Seguridad provincial sobre personas heridas por armas de fuego advierte con especial mención esa zona y puntualiza que en lo que va del año hubo 358 personas heridas de bala.

En las paredes de calles y pasillos de ese Cordón también se ven pintadas que cuentan el historial más impactante de la violencia en la zona: los homicidios. Así aparecen nombres de muertos con dedicatorias de sus seres queridos que identifican a los protagonistas una crónica urbana que lleva más de diez años escribiéndose.

Precisamente en los alrededores del pasillo de Ayacucho al 4000 en el que mataron a Nélida Susana Benítez todavía resisten pintadas en homenaje a “Caio”, como le decían a Claudio Colli, que tenía 18 años cuando el 21 de septiembre de 2011 fue asesinado a tiros desde una moto cuando subía a un coche de la línea 143 en 1º de Mayo y Centeno para ir junto a un grupo de amigos a festejar la llegada de la primavera.

Las pintadas en homenaje a Caio abundaron durante un tiempo en la zona de Ayacucho al 4000 porque allí residía Cristian Ojeda, el joven apuntado como homicida por los testigos y apresado tres años después del hecho. En 2016 el muchacho fue condenado a 12 años de prisión y el crimen se explicó en el barrio dentro de un conflicto protagonizado por grupos antagónicos referenciados por nombres de dos calles paralelas distanciadas por 200 metros. De las broncas entre “Los de Ameghino” y “Los de Centeno” resultaron varias de las tantas muertes que se registraron en esa zona.




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