Era un secreto a voces y con el paso de las décadas se conocen más datos sobre este suceso local. Decenas de nazis utilizaron tierras de Madariaga y la zona del Tuyú para entrar a la Argentina mientras escapaban de la caída de la poderosa Alemania de Adolf Hitler. Todo esto ocurrió entre julio y agosto de 1945 pero existen reportes más allá del 46.
Entre los
pobladores se hablaba de tambores con la simbología del Partido Nacionalista
alemán tirados en la playa. Esos elementos fueron usados para bajar muebles,
veladores, armas, dinero y otros elementos que los jefes nazis pudieron
levantar antes de escapar del avance aliado e, inclusive, algunos quedaron a la
deriva y muchos vecinos de Pinamar, Ostende, Villa Gesell guardan estos tesoros
que fueron hallados en la arena por sus antecesores.
En el año
2014 una investigación de la escuela agraria se convirtió en uno de los
primeros informes sobre este asunto. Avanzó en etapas regionales de ferias
educativas y llegó a ser publicado en el diario Página 12.
Hasta
entonces los reportes se encontraban diseminados. Existen escritos y
telegramas, enviados desde La Plata y Buenos Aires, guardados en la comisaría
local en donde se el mensaje es claro: No acercarse a La Elvira (La Federal).
El diario
Tribuna también posee datos por ser el único medio periodístico de esa época
que aún permanece abierto. Hace unos meses el History Channel llegó a Madariaga
y no descartó la posibilidad de hacer un capítulo especial de su programa “tras
los pasos de Hitler”.
La Historia
de la llegada Nazi a Madariaga
(con datos
de la investigación de Julio B. Mutti)
Todo
comenzó a pergeñarse el 4 de diciembre de 1942 cuando el doctor Ángel Garrido
González compró unas 30 hectáreas de la chacra “La Elvira”. Los billetes tienen
una faja que dice Banco Germánico del Sud. El vendedor, Nicolás Sangorrín,
sonríe y cuenta detenidamente los billetes: $27.500. Moneda Nacional, una
pequeña fortuna. Los Sangorrín eran una de las familias pioneras de los Pagos
del Tuyú.
Fuera de la
escribanía esperaba a Garrido González el alemán Hans Harnisch, un exitoso
empresario que llegó a la Argentina en 1920, se afilió al partido nazi en el 39
y se convirtió en un importante agente del Abwehr (servicio secreto de las
Wehrmatch) en Occidente a partir de 1941. A su lado otro extraño sujeto,
trajeado a pesar del calor: Heinz Lange, espía del SD radicado en Argentina
desde 1940. Ambos eran los contactos y espías de Perón.
Garrido
González era un importante procurador de la ciudad de Buenos Aires e hizo la
función de prestanombre o testaferro para que su amigo Harnisch pudiese comprar
la propiedad. La excusa era que, en caso de que Argentina rompiera con
Alemania, él y su familia necesitarían un lugar seguro donde refugiarse. Pero
la realidad era que los verdaderos dueños del sitio eran los miembros del
servicio secreto del Tercer Reich.
Los
alemanes le cambiaron el nombre a esa fracción y empezaron a llamarle “La
Otilia”. El objetivo era armar una base para transmitir mensajes cifrados a
través de onda corta hasta Berlín. Para lograrlo debieron traer a un
telegrafista que se convertiría en el operador permanente de la estación.
Para enero
de 1943 Werner Lorenz estaba ya instalado junto a su pareja. Comenzarona comprar muebles y detrás del casco principal
se levantó una casa prefabricada “Thyssen Lametal”. Allí alojaron a una pareja
de germanos miembros del servicio, quienes se encargarían de administrar la
explotación agropecuaria. Había que mantener el telón sobre las verdaderas
intenciones de los alemanes.
Mientras la
casita de fibrocemento tomada forma, Lorenz y Max Frankenberger, éste último el
albañil del servicio, se dedicaron a la construcción de un pequeño sótano justo
debajo de la sala principal del viejo casco. Trabajaron de noche y a escondidas
de la peonada. Allí serían guardados todos los equipos de radiotelegrafía.
El pequeño
recinto secreto fue dividido en dos por una pared, dejando un estrecho pasadizo
para pasar de un espacio hacia el otro. En el cuarto más grande, de unos 2.5 x
1.5 metros se instaló la sala del operador de los equipos. Estos últimos fueron
montados sobre un pilar construidos en uno de los extremos. En la habitación
más pequeña se alojaron las baterías y otros equipos secundarios. Ambas cámaras
tenían su acceso individual a través de escotillas perfectamente disimuladas en
el piso de madera. Los cables que bajaban de la antena ubicada en la azotea
fueron empotrados en las paredes, de manera que una inspección ocular no
pudiera descubrir las conexiones. Los pisos y las paredes del sótano fueron
cuidadosamente revocados para evitar filtraciones. El asiento de concreto en el
extremo resguardaría a los aparatos de potenciales inundaciones del sótano o si
por alguna razón de escurría el agua desde las napas subterráneas.
El 18 de
abril fue el día señalado. Aquella mañana de otoño la elite de la Orga-T (Organización
Técnica) nazi se presentó en la chacra. Wolf Franczok, su segundo, Johannes
Abrics Szeraws, el encargado de compras, Edmundo Emilio Leeb y uno de los
radiotelegrafistas más veteranos, Hans Blume. Traían con ellos un moderno
equipo emisor de fabricación propia, ensamblado en un taller clandestino de la
localidad de Martínez y empotrado en su propio mueble a la medida. En apenas un
par de días montaron las conexiones.
La primera
emisión desde General Madariaga se realizó mientras caía la tarde del 20 de
abril de 1943. Casualmente, o no, el día del cumpleaños del Führer… “Cuatro
horas de excelentes intercambios”. Harnisch había llegado justo a tiempo para
presenciar el gran acontecimiento.
En mayo se
equipó a la estancia con una máquina enigma, la cual sería utilizada para
cifrar los mensajes, allí mismo. Lorenz continuó transmitiendo y recibiendo
tráfico radiotelegráfico desde “La Otilia” sin problemas. Los telegramas le
eran enviados por Harnisch, a través del correo postal o por medio de cualquier
espía que ocasionalmente viajaba a descansar unos días.
La ruptura
de relaciones diplomáticas entre Argentina y Alemania, producida en febrero de
1944, precipitó el final de la emisora clandestina de General Madariaga. El
nuevo contexto exigía estaciones más sencillas de abandonar, en caso de ser
necesario, la utilización de equipos portátiles y una mayor proximidad a la
capital. Para marzo de 1944, Werner Lorenz y su esposa, Emmy Trappe, dejaron la
chacra definitivamente, retirando los equipos de radiotelegrafía que serían
reubicados en una quinta de la localidad de Don Torcuato.




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