Miguel García, con un parecido en su nombre a Charly García, se ganó el mote de “Charly,
el caminante”. Lo de caminante venía porque era vendedor ambulante desde hace
más de dos décadas en Pinamar y cruzaba los balnearios con una heladera –en la
que la mayoría de las temporadas comercializaba helados o gaseosas- y su
guitarra.
Con el
clavijero envuelto en una bolsa lo protegía de la salinidad del mar pero eso no
impedía que cada cliente se llevara de regalo una canción que, marketing
aparte, atraía a otros clientes de sombrillas aledañas.
Inefable e
inexplicable para muchos se transformaba en el hombre del verano. Entrevistas
en medios, fotos por doquier y siempre alejado de la tecnología. No precisaba
de ninguna herramienta más que el carisma.
Hoy el
cantor del pueblo decidió llevar su música a otro sitio. Las canciones serán
las mismas y ni siquiera precisará de un sistema de sonido para llevar alegría
porque, como surgió desde abajo, nunca los problemas de sonido le molestaron.
GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo
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