César
Isella murió hoy a los 82 años, según señalaron allegados al artista al diario
El Tribuno de Salta. La Secretaría de Cultura de la Nación, minutos despúés,
confirmó la triste noticia. El artista salteño, autor de “Canción con todos”
padecía de una cardiopatía severa.
César
Isella fue uno de los artistas elegidos cuyas canciones forman parte del
inconsciente colectivo. Una de ellas, “Canción con todos” (con letra de Armando
Tejada Gómez), a medio siglo de su creación, trascendió las fronteras y es uno
de los himnos populares universales de todos los tiempos. Es autor, además, de
“Canción de las simples cosas”, “Resurrección de la alegría” y “Triunfo
agrario” (Armando Tejada Gómez), “La Patria dividida” (Pablo Neruda), “Noticia
para viajeros” (Julio Cortázar), “Canción para despertar a un negrito” (Nicolás
Guillén) y “Crónica de un semejante” (Hamlet Lima Quintana), entre otros
sucesos.
La primera recompensa que obtuvo gracias al canto fue una pelota de fútbol. Con apenas 7 años (había nacido en Salta el 20 de octubre de 1938), decidió inscribirse en un certamen semanal de nuevas voces. Ganó. Se llevó el premio. Y también encauzó precozmente su vocación.
Diez años
más tarde tuvo su bautismo profesional con Los Sin Nombre, quinteto folklórico
que completaban Tomás Tutú Campos y Javier E. Pantaleón (quienes formarían Los
cantores del Alba), Luis Gualter Menú y el Japonés Higa. En 1956 arribó a Los
Fronterizos, que buscaba un reemplazante para Carlos Barbarán. En la formación
de Gerardo López, Eduardo Madeo y Juan Carlos Moreno (que rivalizaba en estilo
y popularidad con otro cuarteto emblemático del folklore, Los Chalchaleros),
permaneció una década. Entonces decidió abandonar el conjunto y reinventarse.
Cuando
emprendió su carrera como solista, a fines de 1965, Isella tanteó el camino a
ciegas: a veces se presentaba vestido de gaucho; otras, con un traje. Un
prestigioso crítico asistió a un recital y redefinió su nuevo rol en el
escenario: “Acabo de escuchar a Los Fronterizos sin Madeo, sin Moreno y sin
López”. A partir de allí se animó a profundizar su estilo característico. Su
prueba de fuego -ampliamente superada- fue el Festival de Jesús María, en enero
de 1966.




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