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Solidaridad a prueba de pandemia: La historia de un abuelo de Banfield que ayuda a chicos del barrio


Enrique Flores (72) es el presidente y cofundador de la Asociación Civil Pumas del Sur, un espacio de la ciudad bonaerense de Banfield destinado a ayudar a niños y adolescentes que provienen de barrios humildes a darles alimentación y a ser un lugar de contención en el horario del contraturno con la escuela. 

En plena pandemia del coronavirus tuvo que readaptar su funcionamiento, pero sigue acompañando a los chicos con el reparto de bolsones de comida y con talleres virtuales.

Una vida destinada a la solidaridad, con la vista puesta en ayudar a los chicos, a quienes intenta “orientar y poder educar”, algo que busca lograr a través de este centro integral, que acompaña a los chicos en todas las áreas de su crecimiento desde los 3 a los 20 años.

“En este tiempo lo que hacemos es entregar bolsones de mercadería a las familias, que son armados lunes por medio para aproximadamente 120 familias”.

Explicó Flores, quien hizo hincapié en que realizan todos los días “un turno de tres horas para atender las problemáticas de la gente”.

Pumas del Sur recibe a más de 400 chicos en su centro, que está dividido en un jardín llamado Pumitas con 260 pequeños de entre 3 y 5 años, la Casa del Niño, que ofrece alimentación y ayuda escolar a 130 chicos de entre 6 y 13 años, y Jóvenes, para adolescentes de hasta 20 años.

“Es un grupo de unos 30 adolescentes muy lindo porque provienen de barrios muy problemáticos en donde solamente tienen dos caminos, o elegir el camino de la violencia y las adicciones o transformar su vida en algo distinto”.

Detalló Flores.

Cómo comenzó todo

Enrique nació en la localidad bonaerense de Las Flores hace 72 años, lugar que abandonó para realizar el servicio militar y en donde descubrió que dedicaría su vida a la policía, en donde trabajó durante 25 años en el sector de Comunicaciones.

Creyente y devoto de Dios desde muy joven, conoció en una iglesia evangélica a la que asistía a Mirta Rodríguez, con quien cumplió este año 50 años de casados y tuvo a sus hijos Alejandro y Martín.


Su comienzo con Pumas del Sur sería con un proyecto de un equipo de fútbol luego reconvertido en un centro de contención a la niñez, que arrancaría con su amigo Mario Villanova y al que luego se sumó Héctor Romero, actual tesorero de la institución.

“Nuestros hijos jugaban al fútbol y una vez nos tocó llevarlos a un torneo a Uruguay, en donde nos ganaron 14 a 0 y cuando volvíamos Mario me dijo ‘por qué no los empezamos a entrenar nosotros".

Señaló Flores.

De esta manera comenzó en 1981 el proyecto con la formación del equipo Los Pumas de Banfield, en donde se combinaba deporte y alimentación, que después fue reconvertido en 1986 a la Asociación Civil Pumas del Sur. 

“Presentamos un proyecto a la Comisión Evangélica Bautista de Acción Comunitaria donde la idea era comprar terrenos y hacer un comedor, cocina, baños y tener un espacio libre para que los chicos se diviertan y a su vez darles una merienda y algo más. Al final nos alcanzó para comprar un lugar que estaba casi sobre una laguna”.

Explicó.

El crecimiento del lugar

“En total han desfilado por nuestra institución entre 15 y 17 mil chicos”.

Sostuvo Flores, quien en un principio tuvo que combinar su trabajo comunitario con su trabajo como policía, del cual asegura le sirvió para “saber manejar un grupo de gente" que después le “sirvió en la organización”.

“En Pumas se encuentran chicos con casos de violencia, adicciones, delincuencia. Nuestra tarea es cortar un poco lo que viene trayendo un chico, un joven, de su familia con esas problemáticas. Nosotros tenemos la esperanza de mostrarle al chico que hay una vida distinta, con el trabajo, la educación, formar una familia”.

Enfatizó el presidente de la organización.

El espacio es gratuito para los pertenecientes a La Casa del Niño y para los adolescentes, mientras que el único sector privado que tiene el lugar es el jardín, que cuenta “con un 30% de becados”, lo que les demanda conseguir recursos de distintos lugares para poder sostener el lugar.

“La Unidad de Desarrollo Infantil nos da unas becas para lo que es la Casa del Niño y el Jardín, que dan becas para distintos gastos. Se cubren los gastos fijos y parte de la alimentación, mientras que el Programa de Naciones Unidas (PNUD) que nos da mercadería y la posibilidad de atender a los chicos, con la comida y las bolsas de mercadería que estamos entregando".

Apuntó Flores.

En el centro se les brindaba hasta antes del comienzo de la cuarentena a los chicos “desayuno y almuerzo si van de tarde al colegio y almuerzo y merienda si van de mañana”, con un grupo de cocineras, personal de limpieza y coordinadoras, que les daban clases de apoyo para la escuela, en tanto que a los adolescentes se les da también talleres.

Con el surgimiento de la cuarentena aún las coordinadoras hacen videos para mantenerse en comunicación con los chicos por redes sociales, aunque Enrique lamenta que “se extraña a los chicos en los pasillos porque es parte del corazón del lugar”, aunque no pierde la fe en que ya van a poder “regresar cuando se empiece a normalizar todo”.

Su pasión por la escritura

El camino de Flores también estuvo vinculado de forma directa a la escritura, en donde ha podido explayar el trabajo que realizan desde la organización y dar tips a quienes se quieren iniciar por el mismo camino.

“Mi primer libro se llamó ‘Las vivencias de Don Máximo’, que era la historia escrita en verso que habla sobre las consecuencias del robo, de la mentira, por el cual conseguí el auspicio de la policía después de presentarles el proyecto”.

Contó Flores.

Luego Enrique escribió un segundo libro que se llamó ‘Cada niño una esperanza’, en donde cuenta “historias de Pumas, pero con otros nombres”, y pudo poner sobre el papel las duras vivencias que viven muchos de los chicos que pasaron por el lugar y las problemáticas a las que se enfrentan desde la organización.

Por último, Flores publicaría su tercer libro ‘Soñar y algo más’, que según detalló “está dirigido a las organizaciones sociales que no saben cómo presentar un proyecto y se explica cómo organizar una organización social”, en donde intenta poner su saber a disposición de otros que decidan llevar adelante el mismo sueño de ayudar a los demás.

Cooperativa

La ayuda de Pumas del Sur, cuenta Flores está también vigente, en una cooperativa que funciona en el lugar para “los egresados de la Casa del Niño y los familiares de esos chicos” que realizan pizza en cono, un invento que según aseguró el presidente del centro le pertenece a su hijo Alejandro.

“Mi hijo siempre tuvo el sentido de solidaridad que lo heredó de mí y es una persona muy creativa. Él inventó este tipo de pizza y nos sirvió para poder darle a las personas que pasan por acá y que incorporen la vocación del trabajo”.

Expresó Flores.

La cooperativa se llama “La que faltaba” y han pasado por el lugar “no menos de 30 jóvenes”, que utilizan este lugar “para después dar otro paso y conseguir un trabajo mejor pago”. En este sentido, Enrique hizo énfasis en que de la Casa del Niño ha permitido que muchos chicos que venían de “entornos difíciles” pudieron después “estudiar, recibirse como profesionales y conseguir buenos trabajos.



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