Un testigo de 94 años, investigaciones privadas y pericias internacionales reavivan uno de los capítulos más enigmáticos de la posguerra en Argentina.
Frente a las playas de Necochea, a solo 28 metros de profundidad, descansa lo que especialistas aseguran que es un submarino alemán del Tercer Reich, hundido a metros de la boca del puerto de Quequén. Su presencia silenciosa, oculta durante décadas, encontró forma y relato gracias a un testigo que decidió romper el silencio a los 94 años, y a un conjunto de pericias que confirman su origen.
El hallazgo, impulsado por investigadores que durante años rastrearon desembarcos clandestinos en la costa bonaerense, marca un antes y un después. Peritos navales concluyeron que los restos corresponden a un submarino alemán clase IX, una embarcación transoceánica utilizada por la Marina nazi en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. También coincidieron en que el casco muestra signos de voladura interna, lo que refuerza la hipótesis de un hundimiento deliberado para borrar pruebas.
El niño que vio lo que nadie quiso contar
En agosto de 1945, cuando el mundo celebraba el fin del conflicto, Omar Cernadas, un chico de 14 años que veraneaba en Necochea, vivió un episodio que marcaría su memoria para siempre. Según su relato, cinco marineros alemanes llegaron a la casa de su abuela, una mujer que hablaba alemán y que, para la comunidad, no despertaba sospechas.
“Uno de ellos me tocó la cabeza y me despeinó antes de irse”, recordó recientemente Omar, al revivir aquella tarde en la que vio subir a cuatro jóvenes uniformados a un micro verde. El quinto, según su testimonio, se quedó a vivir en la ciudad.
Los hombres vestían uniformes azulados, eran jóvenes y actuaban con absoluta discreción. La gente del pueblo sabía que habían desembarcado, pero no en qué casa se habían refugiado. Ese misterio, más de siete décadas después, empieza a tener respuesta.
Un capítulo borrado de la historia oficial
El episodio de Necochea nunca fue registrado formalmente, a diferencia de lo ocurrido semanas antes en Mar del Plata, donde dos submarinos alemanes se rindieron. En la zona necochense, en cambio, no hubo acta, ni capitán identificado, ni registro militar.
Viejos informes policiales mencionan que los marineros fueron trasladados a la estancia Moromar, donde un grupo de hombres armados impidió a la policía ingresar. Cuando el comisario pidió refuerzos, la orden fue inquietante: “Olvídense del tema”.
Desde entonces, la historia quedó enterrada en el murmullo de la costa y en la memoria de quienes escucharon hablar del hecho sin que nadie pudiera confirmarlo.
Las pruebas bajo el agua
Entre 2022 y 2024, un equipo de buzos y técnicos volvió a la zona señalada. Obtuvieron imágenes del casco, del periscopio, de la escotilla y de un contenedor de torpedos, todos elementos característicos de un sumergible alemán de los años 40.
Especialistas consultados coincidieron: hay coincidencias estructurales y tecnológicas contundentes para sostener que se trata de un submarino nazi hundido de manera intencional. “En un 90% es un submarino alemán”, concluyeron los expertos que analizaron el material.
Aún así, falta un paso clave: un reconocimiento formal por parte del Estado argentino. Hasta el momento, las autoridades se limitaron a describirlo como un “naufragio no identificado”.
Ecos que regresan desde el fondo
En Necochea, la historia flota entre el mito y la verdad. Los relatos orales coinciden con las pericias, y el testimonio de Omar actúa como puente entre dos mundos: la costa tranquila de un pueblo bonaerense y un episodio inesperado de la Segunda Guerra que emergió en sus orillas.
Hoy, bajo el oleaje calmo de Quequén, los restos oxidados del submarino siguen ahí, guardando un secreto que el mar nunca terminó de tragar. Y mientras avanza el reclamo para que sea reconocido oficialmente, la historia vuelve a cobrar vida en la voz del último testigo:
“Después de unos días, vinieron con un micro y se llevaron a cuatro. El quinto se quedó acá”, dice Omar, como si aún pudiera ver a aquellos hombres caminar por la arena. Su recuerdo, sencillo y preciso, es ahora una pieza clave para desentrañar uno de los enigmas más profundos de la costa argentina.
GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo
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