Fue la imagen dantesca que resumió el horror en el que
seguía sumergido Río de Janeiro este miércoles. Una fila de 56 cadáveres
expuestos en fila y rodeados de familiares que se quebraban entre el shock y el
duelo en una favela fue la consecuencia más visible y dramática de la mayor
operación policial en la historia de Río de Janeiro contra el grupo narco
Comando Vermelho (CV), que dejó al menos 119 muertos, según las cifras
oficiales, y una ciudad conmocionada por la violencia.
Según informó el diario carioca O Globo, los cadáveres del
complejo Penha fueron extraídos de la zona de Vacaria, en la Serra da
Misericórdia, donde se registraron los enfrentamientos más violentos entre la
Policía y los narcotraficantes, y trasladados a la plaza Sao Lucas, situada en
el centro de esa favela situada en la zona norte de Río de Janeiro.
El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, dijo
estar “horrorizado” por el número de muertos que dejó la operación antinarco
lanzada el martes por el gobierno de Río de Janeiro, a cargo del bolsonarista
Claudio Castro, según declaró su ministro de Justicia, Ricardo Lewandowski.
“El presidente quedó horrorizado con el número” de víctimas
“fatales”, dijo el funcionario a la prensa, en medio de los cruces y pases de
factura entre el gobierno local y el nacional, que a lo largo del día cedieron,
tras una reunión en la que coordinaron acciones conjuntas.
Imágenes impactantes mostraron por la mañana decenas de
cuerpos cubiertos con bolsas o telas ensangrentadas en la favela Penha. La
gente se concentró alrededor de los cuerpos en la plaza en un profundo
silencio. Algunas personas levantaron los plásticos y las telas que los cubrían
para identificar a familiares o amigos.
Sobre el asfalto había más de 50 cuerpos alineados, en ropa
interior, mientras los ciudadanos se amontonaban alrededor para mirarlos y
llorarlos. “¿Cómo pudo destruir tantas familias, tantas vidas, y salirse con la
suya?”, dijo una mujer mientras acariciaba el rostro de su hijo fallecido.
Los vecinos afirmaron que todavía quedaban cadáveres en la
cima del morro, lo que aumentaba la preocupación de la comunidad por la
magnitud del operativo. “¿Dónde está mi hijo?”, se escuchó gritar a otra mujer,
según consignó O Globo. Algunos incluso aseguraron que uno de los hombres se
había entregado a la policía y aun así fue asesinado. “Nunca vi algo igual”,
dijo un residente.
“La ciudad está desierta, las personas están con miedo”,
relató a LA NACION Allan Silva, residente de la zona de Barra de Tijuca.
“Camino al aeropuerto no había tráfico en carreteras que siempre tienen
movimiento. La gente está encerrada, no se fue de la ciudad”, agregó.
Según comentó, el temor aumentó después de que el martes el
Comando Vermelho atacó las principales avenidas de Río como represalia por el
operativo. “Fue una locura, las personas tenían miedo”, dijo.
Sin embargo, con el correr del día, las calles en las zonas
más turísticas de la ciudad comenzaron paulatinamente a recuperar su ritmo,
empujada en parte por la pasión por el fútbol.
A la tarde se disputó el partido por la liga del Fluminense
en el estadio Maracaná, y horas después, los bares de la emblemática Avenida
Atlántica de Copacabana se llenaron de fanáticos que se reunieron en bares para
seguir el partido de Racing-Flamengo por las semifinales de la Copa
Libertadores, que se jugó en Buenos Aires.
María Contreras, una argentina que vive en Río desde hace
diez años con su esposo e hijos, se mostró sorprendida por las imágenes que
circulan, aunque intenta que el temor no la invada. “Esperamos que esto se
vuelva a normalizar pronto”, deseó.
Explicó que, al residir en la zona sur de la ciudad, se
sienten más seguros, pero reconoció que las autovías cortadas el martes y la
decisión de universidades y escuelas de enviar a los chicos a sus casas le
generaron preocupación. “Tratamos de seguir con la rutina, pero es difícil”,
señaló.
GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo
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