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El tenso cruce entre Francos y el Gordo Dan reabre conflictos en el corazón del Gobierno


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El fuerte intercambio que se produjo entre Daniel Parisini, más conocido en las redes como “Gordo Dan”, y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, durante la noche del jueves y la madrugada del viernes, dejó al descubierto tensiones internas que desde hace meses se incuban en el corazón de La Libertad Avanza. No se trató de un simple cruce de declaraciones: fue la exposición pública de un malestar latente en uno de los pilares de la comunicación política del oficialismo, el frente digital que, hasta hace poco, funcionaba como una maquinaria aceitada de militancia en redes.


El episodio comenzó como una reacción política, pero rápidamente escaló a un enfrentamiento verbal cargado de mensajes directos, ironías y cuestionamientos de fondo. Los protagonistas no son actores secundarios. Por un lado, Parisini, uno de los referentes tuiteros más influyentes del mileísmo, con miles de seguidores que lo ven como una voz sin filtros y un defensor férreo del presidente Javier Milei. Por el otro, Francos, figura clave en el esquema de gobierno, interlocutor de confianza de Milei y pieza central en el equilibrio de poder entre las distintas facciones libertarias.


El trasfondo de este choque se remonta a varios meses atrás, cuando el cierre de listas en la provincia de Buenos Aires dejó heridas internas y un sector de la militancia digital sintió que había perdido protagonismo. Desde entonces, los principales referentes tuiteros —que solían ser los soldados más activos en la batalla política diaria— han mostrado señales de desánimo, moderando sus intervenciones y reservando su energía para causas puntuales.


Parisini, en particular, intentó en los últimos tiempos reactivar esa efervescencia original. Para eso, se valió de un recurso habitual en la comunicación digital: identificar un “enemigo del momento” y concentrar la discusión en torno a él. En este contexto, el senador cordobés Luis Juez se convirtió en blanco recurrente. La razón fue su voto favorable a la ley de emergencia en discapacidad y a la actualización de las jubilaciones, dos proyectos que finalmente fueron vetados por Milei.


Si bien Juez mantiene una relación de alianza con La Libertad Avanza —e incluso cerró un acuerdo electoral con el oficialismo en Córdoba—, su postura en estas votaciones fue suficiente para que la militancia libertaria más dura lo señalara como un traidor. Las críticas no se limitaron a cuestionamientos políticos: en las redes se multiplicaron ataques personales y burlas dirigidas a su vida privada.



El punto de quiebre llegó cuando, tras el rechazo del veto presidencial en el Senado, Parisini publicó un tuit ofensivo que involucraba a la hija de Juez, Milagros, quien tiene parálisis cerebral. El mensaje, además de ser considerado grosero, contenía afirmaciones falsas sobre el origen familiar de la joven. Fue entonces cuando Francos decidió intervenir públicamente, algo poco habitual en él. En una entrevista televisiva, calificó los dichos como “inaceptables” y “absolutamente fuera de lugar”, defendiendo a Juez y recordando su trayectoria como aliado del oficialismo.


La reacción de Francos no fue improvisada. Según colaboradores cercanos, el jefe de Gabinete entendió que, en un contexto de debilidad legislativa, el Gobierno no podía permitirse abrir frentes de conflicto con todos sus aliados. Su rol ha sido, desde el inicio de la gestión, el de amortiguar los choques más duros que provoca el propio Milei con sus declaraciones y preservar canales de diálogo con sectores que, aunque no comparten todas las políticas del Ejecutivo, son esenciales para garantizar gobernabilidad.


La respuesta de Parisini fue eliminar el tuit original, aunque lejos de retractarse, volvió a publicar otro mensaje contra Juez, esta vez con un tono algo más moderado pero manteniendo la acusación. También dejó un comentario irónico sobre Francos, asegurando que lo “perdonaba” en nombre de la “Sagrada Causa Argentina”.


Lejos de apagarse, el conflicto se reavivó en la madrugada, cuando Parisini publicó un nuevo ataque contra Francos, recordando su paso por el gobierno de Alberto Fernández como representante ante el BID. El gesto tuvo un claro sentido simbólico: señalarlo como alguien ajeno al “núcleo puro” del mileísmo, insinuando que su compromiso con la causa libertaria no es tan sólido como el de quienes estuvieron en la primera línea de la campaña.


La tensión no pasó inadvertida para Santiago Caputo, principal estratega político del Presidente y figura de influencia directa sobre la militancia digital. Aunque oficialmente no intervino para frenar la disputa, reapareció en redes tras meses de silencio y publicó un decálogo con “Diez Verdades Incómodas de la era Mileísta”, que si bien no fue un respaldo explícito a Parisini, tampoco funcionó como un freno.


El episodio dejó varias conclusiones preocupantes para el oficialismo. La primera es la fragilidad interna de su frente de comunicación, que ha demostrado capacidad para generar crisis autoinfligidas en momentos políticamente delicados. La segunda, que el vínculo entre la conducción política y su base militante digital está atravesado por tensiones que pueden escalar rápidamente y exponer fisuras en la unidad del espacio.


A pocos días de una instancia electoral clave, el Gobierno enfrenta el desafío de contener a su tropa digital sin perder el filo combativo que la caracteriza, pero evitando que ese fervor se traduzca en conflictos innecesarios con aliados estratégicos. El caso Francos–Gordo Dan no es solo una anécdota: es un síntoma de una interna más profunda, donde la lealtad al Presidente convive con disputas de egos, diferencias de estrategia y viejas cuentas pendientes que amenazan con resurgir en cualquier momento.


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GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo