El cine en Madariaga tendrá en cartelera a “Homo Argentum”,
exitoso film de reciente estreno nacional.
La película que tiene como protagonista a Guillermo
Francella tendrá lugar el viernes 29, sábado 30, domingo 31 y miércoles 3 a las
17 y 19 horas con una entrada general de $ 5.000.
Los fanáticos llevan un cuarto de siglo esperando para ver
al fenómeno televisivo trasladado a la pantalla grande. Pero la adaptación de
Los simuladores sigue postergándose, y en su lugar llegó un revival de Poné a
Francella, ahora bajo el título de Homo argentum. Los récords de taquilla se
alcanzaron: 470.000 espectadores dieron el presente en la sala de cine, y esta
serie de sketches que ensayan una definición posible de la idiosincrasia
argentina (y que se unifican en la omnipresencia de Guillermo Francella como
hilo conductor) se impuso finalmente. Es el segundo estreno nacional más
recaudador de todos los tiempos.
La disonancia entre el recibimiento público y el coro
unánime de voces críticas despiadadas, hasta viperinas, es reveladora,
especialmente si se la considera a la luz de la falsa dicotomía que fijó el
actor durante el curso de una entrevista para ESPN F90, en la que enfrentó al
“cine popular” contra aquel que “da la espalda al público”. ¿Por qué el vínculo
que se entabla con una obra de arte tendría que basarse exclusivamente en la
identificación y en la ratificación de prenociones? ¿Por qué descartar la
experiencia artística, profunda y enriquecedora que reside en la posibilidad de
pensar más allá de uno mismo por un rato?
Por su afán polemista, por su voluntad obstinada a la hora
de oficiar de abogado del diablo en cuanta puja de poder se represente, Homo
argentum de Mariano Cohn y Gastón Duprat se ha convertido en símbolo partidario
y en foco de disputas, y sinceramente cuesta discernir cuál de los bandos se
esmeró más para que la conversación termine configurándose de esa manera. Lo
exasperante, en todo caso, es que una película tan irrelevante y artísticamente
nula como esta haya movido el amperímetro en la medida en que lo hizo. Porque los
méritos cinematográficos de la triada Cohn-Duprat-Francella poco tienen que ver
con una cuestión de izquierdas o derechas: conservadores lúcidos y provocadores
talentosos han existido siempre, desde Éric Rohmer hasta David Mamet; y el
curso de la historia, en cualquier caso, es el curso de la dialéctica.
Lo que ocurre con Homo argentum es que no puede confrontar
con ideas porque no las tiene; tanto es así que el Festival de Cine de Venecia,
ajeno a cualquier coyuntura local, parece haber rechazado a la película de su
programación a pesar de los lazos preexistentes que sostenía la Mostra con los
realizadores. Porque lo que exhibe este artefacto curioso es una serie de
bosquejos y situaciones inacabadas; una sucesión de supuestas “historias” cuya
dramaturgia jamás se termina de desarrollar más allá del planteamiento de su
premisa. En el intento de alumbrar la película, se la ha confrontado con
Relatos salvajes de Damián Szifron por una supuesta proximidad estructural,
pero no sería atinado describir al método de Duprat-Cohn como antológico; más
bien, se abandona a la lógica de una parálisis de sueño, en donde los destellos
inconclusos de algo pesadillesco cobran y pierden nitidez con lógicas y
duraciones fluctuantes.
No hay que mirar más allá de la viñeta inicial para
constatar que nos encontramos en el territorio de lo abyecto. “El argentino
solo, como individuo, siempre se destaca; es familiero, somos solidarios,
tenemos valores”, se declama, antes de que el contrapunto subraye la verdadera
tesis. Accidentalmente, sin que nadie lo vea, Francella mata a alguien y se
sale con la suya. A los pocos segundos, empieza a sonreír como si nada hubiese
ocurrido, o más bien regodeándose en lo que acaba de ocurrir. Si algo así como
una definición monolítica de la identidad nacional es siquiera posible, la
ensayada por Cohn y Duprat es clara: el rasgo constitutivo del ser argentino es
que es garca. Sería estimulante, para variar, poder tener una discusión seria y
alejada de los chauvinismos de siempre sobre aquello que constituye a la
idiosincrasia argentina. Pero el hecho de remarcar la farsantería ajena es
cuanto menos paradójico cuando lo único que se consigue hacer a lo largo de
noventa minutos y dieciséis viñetas es reiterar infinitamente una misma y
cínica idea.
De más está decir que Cohn-Duprat ya dieron marcha atrás en
lo concerniente a las búsquedas evidentes de Homo argentum. “Lejos de querer
definir lo argentino”, se ataja una gacetilla reciente, “la película se sumerge
en ese imaginario que todos reconocemos, aunque preferiríamos negar”. Obviemos
el título y la viñeta cuidadosamente dispuesta al comienzo de la película; ¿por
qué, entonces, decidieron designar dieciséis papeles al actor que encarnó,
claro, a Pepe Argento y a otros tantos estereotipos clasemedieros? ¿Por qué
filmar un largometraje construido alrededor del despliegue de un intérprete que
a duras penas logra componer un solo personaje?
Bueno, la respuesta no es difícil. Acá siempre se hicieron
imitaciones de fórmulas ajenas; sin ir más lejos, Casados con hijos fue una. Lo
insólito es que Homo argentum, que no es un regreso, sino un retroceso a los
orígenes de Francella, funciona bajo el supuesto no admitido de que él vendría
a ser algo así como nuestro Peter Sellers. En todo caso, se acerca más a
Norbit. Si los últimos quince años en su vida profesional se destinaron a
sepultar el encasillamiento de comediante chabacano, a través de proyectos de
prestigio como El secreto de sus ojos o El clan, en Homo argentum los desanda
parcialmente. Es llamativo que siquiera este proyecto exista sin pensar en
Trillizos, dijo la partera.
Francella es un hombre que construye casi todos sus
personajes desde el mismo ángulo, lo que no tiene nada de inherentemente malo:
el virtuosismo camaleónico de una Meryl Streep o de un Daniel Day-Lewis no es
la condición sine qua non del saber actuar. Hay muchos actores que componen
desde la extensión de sí mismos, y es un procedimiento igual de válido en tanto
se responda a cada situación encarada con emoción verdadera. En el corazón de
Homo argentum, hay una sola emoción verdadera que no sería elegante reproducir
por su clasismo recalcitrante. Sí se destaca en la performance un momento
minúsculo y notorio. Abandonado en su cocina, sobrecogido por el síndrome de
nido vacío, inhala una única respiración honda y conmovedora. Es un momento
insólitamente agraciado y sensible, que se abre paso en un repertorio de gestos
y cadencias conocidas. Después, los momentos revelatorios corresponden a Clara
Kovacic, en un registro humorístico, y a Milo J, que asume un tenor dramático
(“Noche de suerte”, la viñeta de Kovacic, remite un poquito a Night on Earth). El
nadir de Homo argentum, por el contrario, es irremontable. “Ezeiza” es uno:
Francella despide a su hija migrante y, en el trayecto de regreso a su casa, le
comenta a su mujer: “Voy a tirar un asadito a la parrilla, eso no hay allá”.
Ella le responde que sí, que en Madrid hay carne. Entonces Guillermo repite
dramáticamente: “No es lo mismo”, y hace un esfuerzo por llorar on cue en
primer plano. El otro segmento, menos ridículo pero más desagradable, es “Un
film necesario”. Esta vez, Francella le presta el cuerpo a un cineasta que
decide usufructuar a una comunidad indígena para ganar premios en Europa.
Cuando lo logra, el remate humorístico es que se sube al podio para agradecer
a… su marido. Porque es chistoso que tenga marido. Si la commedia all’italiana
que Homo argentum toma como referencia modélica buscaba correr el velo del
monstruo social, aquí no hay más que una confirmación de prejuicios.
Homo argentum no debería ser punible por antipatriótica;
nosotros nos debemos autoinspección y el cine no nos debe nada, menos el himno
nacional. La película es mala por anteponer un contenido desdentado sobre
cualquier noción de forma cinematográfica o comicidad. Y, principalmente, por
presentar el autorretrato de una sensibilidad homofóbica, clasista y racista
como un retrato de la argentinidad. Es demodé, y es horrible.
Acerca del film:
Género: Comedia | Comedia negra. Película de episodios
Duración: 98 min.
Clasificación: +13
Sinopsis: Película compuesta por 16 historias cortas que
exploran con humor y autocrítica las particularidades de la cultura argentina.
Cada relato, con tono satírico, refleja costumbres, conductas y actitudes
propias del país, invitando a la reflexión desde la risa y destacando la
capacidad del cine para retratar aspectos de la identidad nacional.
Los menores de 13 años deben ingresar y permanecer
acompañados de un mayor responsable sin excepción.



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