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Se mudó a Pinamar para vivir tranquila y la mataron

 



El 19 de mayo de 2012 María Marta Landívar fue asesinada de un balazo en su casa de Pinamar. No hubo testigos, ni imágenes de cámaras de seguridad. Tampoco un móvil claro que permitiera ponerle nombre y apellido al asesino. A casi 12 años del crimen, el caso sigue impune y el misterio parece ser la única constante.

Actualmente, la investigación tiene a siete personas en la mira por el asesinato de la psicóloga, que están sospechadas pero no procesadas en la causa. En diálogo con TN, el fiscal Diego Bensi confirmó que se está trabajando en la búsqueda de alguna prueba más contundente para sostener la acusación.

“Se trata de una causa muy voluminosa, hemos agotado varias líneas de investigación”, señaló Bensi, y subrayó: “Creemos que ahora estamos en la línea correcta”. Aunque el crimen en ocasión de robo había sido descartado en un principio, con el avance de la investigación se volvió la hipótesis más firme y el fiscal está convencido de que a María Marta la mataron cuando descubrió a los ladrones en su casa.

La noche del crimen

El fin de semana que la mataron María Marta había arreglado para ir a cenar con unas amigas en un restaurante de Valeria del Mar, pero eso no llegó a suceder. Una de ellas, justamente, fue la que dio aviso a la policía después de haberla llamado varias veces sin tener respuesta.

Apenas llegaron al dúplex ubicado en la esquina de Langostinos y Valle Fértil vieron por la ventana a la víctima tirada en el living de la planta baja, sobre un charco de sangre. “Verla así fue una puñalada que uno no se olvida más”, afirmó a TN su hermano, Ignacio Landívar.

Según la autopsia, la psicóloga llevaba entre 24 y 36 horas muerta cuando la encontraron. La habían asesinado de un balazo que impactó en su clavícula, recorrió 10 centímetros y afectó la arteria aorta. Le provocó la muerte en el acto.

Pero además, los forenses establecieron que el mismo proyectil le había perforado a María Marta la mano con la que intentó protegerse del ataque. “Mi hermana se defendió seguro, porque era una mujer con muchos ovarios”, apuntó Landívar, y agregó: “Lo habrá enfrentado (al asesino) y él le disparó”.

La escena y las dudas

Entre las varias hipótesis que se barajaron al principio el robo fue la primera que se descartó. Es que ningún indicio parecía apuntar en esa dirección. No había desorden en la casa, ni se encontró violentado ninguno de los accesos. Pero además, no se advirtió a simple vista que faltara ningún elemento de valor.

El teléfono celular de María Marta, su computadora y hasta la cartera con la billetera de la víctima adentro se encontraron en la escena del crimen. Todo estaba intacto, por lo que la investigación se inclinó entonces por un móvil vinculado con alguna cuestión personal o sentimental.

Así apareció en la historia el primer sospechoso, un exfuncionario de la Secretaría de Seguridad de Pinamar que había mantenido una relación con la víctima y al que una vecina ubicó en el lugar del hecho.

El primer sospechoso

Se trataba de Fernando Daniel Miner. Lo detuvieron cuando apenas habían pasado unas horas del asesinato y estuvo preso 11 días en una comisaría de Dolores por su presunta responsabilidad, pero finalmente fue sobreseído por falta de pruebas por la jueza de Garantías, Laura Elías.

“Yo fui detenido, prendido fuego y después tuve que empezar a explicar algo que no había hecho”, cuestionó en aquel momento Miner, en una nota con TN. El hombre se defendió alegando que el fin de semana del asesinato había viajado a la Capital Federal y acusó a la “Maldita Policía” de usarlo como chivo expiatorio.

De hecho, la misma testigo que lo había señalado como la persona que merodeaba por la zona noche del crimen no pudo identificarlo después con certeza en una rueda de reconocimiento.

La teoría del robo

El avance de la investigación marcó una especie de círculo que llevó a los investigadores de nuevo al principio: la hipótesis del robo. Fue entonces cuando entró en escena un plomero, que además había sido paciente de la víctima, a quien el fiscal acusó de ser “partícipe necesario” del homicidio y le tomó una “declaración informativa”, que es una instancia más leve que la indagatoria y no conlleva medida privativa de la libertad.

El hombre fue señalado por un testigo de identidad reservada, que también habría identificado al autor material del disparo que terminó con la vida de Landívar. De acuerdo al testimonio, el sospechoso llegó en un auto al dúplex de la víctima para cometer un robo tipo “escruche”, - es decir cuando en la casa no hay nadie - , y lo vio quedarse de “campana” mientras que su cómplice ingresaba a la casa.

En su defensa, el plomero aseguró que el día del crimen estaba con sus hijas, aunque admitió que conocía a la víctima ya que había sido paciente de ella. Si bien la coartada no pudo ser desestimada por los investigadores, el hombre sigue bajo sospecha.

La espera y la esperanza

“Si no tuviera expectativa de resolver este caso, ya hubiera archivado la causa”, aseguró Diego Bensi a este medio. Y destacó: “Yo confío, tengo la esperanza de que voy a llegar a juicio oral con esta causa”.

Vivimos todos estos años esperando una respuesta que no encontramos.

Por su parte, la familia Landívar se mostró conforme con el trabajo de la fiscalía, pero cuestionó el accionar policial. “En ningún momento la policía de Pinamar aportó nada. No detuvieron a nadie, no aportaron una sola pista, no se movieron nada”, enfatizó Ignacio Landívar, hermano de la víctima.

En este sentido, expresó cierta desconfianza sobre la posibilidad de que alguna vez se llegue a la verdad de lo que ocurrió aquella noche, hace casi 12 años. “Resolver algo sin pruebas y solo con testimoniales es muy difícil”, indicó el hermano de María Marta, y lamentó: “Vivimos todos estos años esperando una respuesta que no encontramos”.

Para ellos, seguir adelante es una lucha con la que se enfrentan día a día. “Por dentro estamos destrozados”, manifestó Landívar. Más alejados ahora del foco de atención que cuando ocurrieron los hechos, la familia busca un poco de paz en el silencio y se sostienen unos a otros desde el amor: “Somos muy católicos, y tengo tres hijas hermosas que le han cambiado la vida a mis padres”. Ellos siguen viviendo en Ayacucho. María Marta se había mudado a Pinamar para una vida tranquila en el mar.



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