La revista Noticias publicó un anticipo del libro que sale a la venta esta semana y que fue escrito por el Subdirector de contenidos de Perfil y periodista político Juan Luis González.
El loco era la idea de hacer una “radiografía de la nueva
derecha argentina” que hoy tiene como líder a Javier Milei. Pero cuando empezó
a investigar al economista, candidato a presidente por el partido La Libertad
Avanza, González se topó con los “secretos místicos de Milei”, lo que lo obligó
a cambiar abruptamente el rumbo de su libro hasta llegar a su forma final.
“Con el correr de los meses, de las entrevistas, de los
encuentros off the record, de seguir facturas, sellos y papeleríos, el trabajo
pasó de ser uno de campo con ribetes casi académicos a un thriller tragicómico,
a medio camino entre los policiales negros de Raymond Chandler y La conjura de
los necios de John Kennedy Toole”, escribe el periodista en el prólogo.
El loco, editado por Planeta, es una biografía pública y
privada de uno de los personajes más llamativos de la nueva política argentina.
En esta investigación, González expone los secretos mejor guardados de Milei,
como las tres veces que asegura haber visto la resurrección de Cristo, la
muerte de su “perro hijo” Conan -oculta hace años-, los costosos clones del can
que mandó a hacer a Estados Unidos, sus charlas con el animal muerto a través
de una médium y de su hermana telépata, y las conversaciones con seres muertos
y con “el número uno”, como llama a Dios, que le encargó “la misión” de ser
presidente.
Pero, además de revelar los “secretos místicos” del
candidato a presidente, el periodista se topó con “la trama prohibida de un
movimiento que vende sus cargos, que entabló relaciones con barrabravas
involucrados en casos de asesinatos, plagó sus filas con miembros de larga data
dentro del Estado y con condenas por corrupción, recibió ayudas técnicas,
logísticas y monetarias del peronismo que dice combatir y que, además, comenzó
cuando a una de las personas más adineradas del país se le ocurrió crear y
financiar, para cuidar sus propios intereses, a un fenómeno mediático que luego
se llamó Milei”.
En el prólogo, que puede leerse completo a continuación, el
autor deja una pregunta en el tintero: “¿Qué pasa si en un país inestable
aparece un líder inestable? La respuesta los sorprenderá”.
Javier Milei dejó de escuchar. Durante cincuenta minutos
habló sin parar sobre su proyecto para dolarizar la economía argentina y sobre
lo “nefasta” que es “la casta política”, pero ahora está callado y mira perdido
una pantalla. Esteban Trebucq, el periodista que saltó a la fama por su
calvicie y por su pose de duro, intenta encarrilar de nuevo la entrevista. No
lo consigue.
“Ahí está Conan, está Conan, ese es Conan”, repite el
diputado cuando vuelve a abrir la boca. La producción puso, sin previo aviso,
una foto vieja de su mastín inglés, y él no puede despegar los ojos del
televisor. La nota se traba y el “Pelado” ensaya alguna pregunta para salir del
momento, pero no hay caso. Milei no está viendo a su mascota, sino que ve a su
“verdadero y más grande amor”, a quien considera su propio hijo.
Al perro se lo trajo al regreso de un viaje de trabajo,
cuando fue a presentar un paper a Córdoba, a fines del 2004. En ese entonces
era apenas un cachorro, pero la imagen que proyectan en la pantalla de A24 debe
ser de diez años después. Conan ya está grande, tiene canas por toda la cara,
cayos en los codos, y en la foto aparece acostado y con la mandíbula bien
abierta, como buscando aire.
“¿Cuántos años tiene?”, le pregunta el periodista, que a
esta altura se resignó a seguirle el juego a su invitado. El diputado piensa
unos segundos, y responde un tanto confundido. “Uf, no saco la cuenta, tiene
unos cuantos”, dice, y empieza a repetir lo que cuenta cada vez que lo
consultan por el animal: qué es lo más importante de su vida, que cuando estuvo
en “su peor momento” el can fue el único que lo acompañó, que llegó a resignar
su propia alimentación para cuidar la de Conan y que por eso terminó comiendo
mal y llegó a pesar 120 kilos, que con él y sólo con él pasó una decena de
navidades y años nuevos, que un día su departamento se prendió fuego y que no
lo abandonó hasta asegurarse de que su “hijito de cuatro patas” lo seguía y que
por eso casi se muere. Y que por Conan está dispuesto a morir.
Pero hay muchas cosas del perro, y sobre todo de él, que no
dice en esa entrevista de principios de año. Son sus secretos más guardados. Y
no es sólo la verdadera edad de la mascota.
“¿Cuántos años tiene?”, le pregunta el periodista, que a
esta altura se resignó a seguirle el juego a su invitado. El diputado piensa
unos segundos, y responde un tanto confundido. “Uf, no saco la cuenta, tiene
unos cuantos”, dice, y empieza a repetir lo que cuenta cada vez que lo
consultan por el animal: qué es lo más importante de su vida, que cuando estuvo
en “su peor momento” el can fue el único que lo acompañó, que llegó a resignar
su propia alimentación para cuidar la de Conan y que por eso terminó comiendo
mal y llegó a pesar 120 kilos, que con él y sólo con él pasó una decena de
navidades y años nuevos, que un día su departamento se prendió fuego y que no
lo abandonó hasta asegurarse de que su “hijito de cuatro patas” lo seguía y que
por eso casi se muere. Y que por Conan está dispuesto a morir.
Pero hay muchas cosas del perro, y sobre todo de él, que no
dice en esa entrevista de principios de año. Son sus secretos más guardados. Y
no es sólo la verdadera edad de la mascota.
“¿Cuántos años tiene?”, le pregunta el periodista, que a
esta altura se resignó a seguirle el juego a su invitado. El diputado piensa
unos segundos, y responde un tanto confundido. “Uf, no saco la cuenta, tiene
unos cuantos”, dice, y empieza a repetir lo que cuenta cada vez que lo
consultan por el animal: qué es lo más importante de su vida, que cuando estuvo
en “su peor momento” el can fue el único que lo acompañó, que llegó a resignar
su propia alimentación para cuidar la de Conan y que por eso terminó comiendo
mal y llegó a pesar 120 kilos, que con él y sólo con él pasó una decena de
navidades y años nuevos, que un día su departamento se prendió fuego y que no
lo abandonó hasta asegurarse de que su “hijito de cuatro patas” lo seguía y que
por eso casi se muere. Y que por Conan está dispuesto a morir.
Pero hay muchas cosas del perro, y sobre todo de él, que no
dice en esa entrevista de principios de año. Son sus secretos más guardados. Y
no es sólo la verdadera edad de la mascota.
El plan era armar algo parecido a lo que fue Mundo PRO -el
trabajo de Alejandro Belloti, Sergio Morresi y Gabriel Vommaro, en el que
desmenuzaban la arquitectura y la composición de ese partido- o Los Herederos
de Alfonsín -de José Antonio Díaz y Alfredo Leuco, en donde en 1987
emprendieron una búsqueda similar pero con los miembros de la juventud radical-
pero de este novedoso espacio, que había irrumpido en la política en 2021 y terminó
obteniendo un sorprendente 17% de votos en la Capital Federal.
Pero ese libro se quedó en el camino. Con el correr de los
meses, de las entrevistas, de los encuentros off the record, de seguir
facturas, sellos y papeleríos, el trabajo pasó de ser uno de campo con ribetes
casi académicos a un thriller tragicómico, a medio camino entre los policiales
negros de Raymond Chandler y La Conjura de los Necios de John Kennedy Toole. Es
que los secretos místicos de Milei fueron la primera pero no la única revelación
que obligaron a cambiar los planes.
La investigación se topó con la trama prohibida de un
movimiento que vende sus cargos, que entabló relaciones con barrabravas
involucrados en casos de asesinatos, que plagó sus filas con miembros de larga
data dentro del Estado y con condenas por corrupción, que dejó entrar a
neonazis y a apologistas de la última dictadura, que se dejó financiar por
gobiernos provinciales, que recibió ayudas técnicas, logísticas y monetarias
del peronismo que dice combatir, qué amenazó a todos los que quisieron abrir la
boca, como le pasó a una sus propias legisladoras que tuvo que vivir medio año
con custodia policial, y que, montados sobre la ilusión de una “nueva política”
que esperanzó a jóvenes que habían perdido las esperanzas, oculta la manera más
vieja de hacer plata y negocios de Argentina. Y que, además, comenzó cuando a
una de las personas más adineradas del país se le ocurrió crear y financiar,
para cuidar sus propios intereses, a un fenómeno mediático que luego se llamó Milei.
Y el libro sin quererlo se transformó en una pregunta. ¿Qué
pasa si en una Argentina corroída por más de una década de crisis económica y
política, golpeada por una pandemia que dejó 130 mil muertos, agotada por años
de inflación y de inseguridad, enojada por vivir siempre con la soga al cuello,
alguien empieza a decir que la culpa de todo es de quienes la manejan y la
manejaron? ¿Qué pasa si ese discurso incendiario, que está quemando también
otras latitudes, prende?




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