Al sur de la provincia de Buenos Aires, a pocos kilómetros
del pueblo de Espartillar, se encuentra la trufera más grande de la Argentina,
y también la primera. Una masiva plantación de robles, encinas y avellanos que
esconde en sus raíces un hongo conocido como el “diamante negro” de la cocina:
la trufa negra de invierno. Los restaurantes de todo el mundo pagan fortunas
para hacerse con su aroma intenso complejo, un manjar que cotiza hasta 2000
dólares por kilo.
Detrás de ese loco proyecto se encuentra Juan Carlos La
Grotteria, un cocinero e hijo de gastronómicos que creció en los buffets de
clubes y fábricas de Tigre y San Isidro. “Cuando empezamos todos nos decían que
era imposible”, afirmó.
El interés por la trufa de Périgord (Tuber melanosporum, de
su nombre científico) le vino cuando estudiaba gastronomía. “Ahí aprendés sobre
los productos más valorados en la gastronomía a nivel mundial”, explicó.
Primero pensó en emprender algo con foie gras o azafrán, pero más leía sobre
trufas más le apasionaba.
“La Argentina tiene todas las condiciones posibles para
producir lo que se te ocurra y por mi lado de gastronómico se me dio la idea
que podíamos hacer algo de esto. No había mucha información, no había gente que
haya hecho algo que haya funcionado”, dijo sobre el cultivo que tiene como
principales productores a España, Francia e Italia.
Juan Carlos, más conocido como Gianni (su papá italiano le
quería poner Giancarlo, pero no lo dejaron), tenía 26 años cuando comenzó a
experimentar con un invernadero en Coronel Suárez, allá por el año 2008.
“Preparaba las semillas de roble, las germinábamos, le inoculábamos el hongo y
al cabo de un año teníamos las plantas para vender”, explicó.
El siguiente paso lo dio en 2011. Gracias a un pequeño
fideicomiso surgió Trufas del Nuevo Mundo, el primer emprendimiento truficultor
del país. En un campo de 50 hectáreas en Espartillar, a unos 530 km al sur de
la Capital, plantaron más de 21.000 árboles micorrizados con trufas.
“Viajamos mucho para buscar las zonas con las condiciones
similares a las de Europa, donde se da de forma silvestre el cultivo. No es
algo que se puede plantar en cualquier lado”, contó La Groterria.
“Es muy importante el clima, el suelo, que tiene que tener
un pH neutro y ser equilibrado en cuanto a arena, limo y arcilla, con
temperaturas en verano que no superen los 22 grados”, precisó el emprendedor de
43 años.
Qué es una trufa, cómo se reproduce y cómo se cosecha
“La trufa es básicamente un hongo comestible. La espora de
la trufa vive una relación simbiótica con la raíz del árbol, se nutre del árbol
y el árbol usa a su vez el hongo para sacar más nutrientes del suelo”, explicó
Gianni. A su vez, la trufa “coloniza el suelo a través de las raíces del árbol,
genera micelio para reproducirse y ahí se forma la trufa en un ciclo anual,
después de unos 4 o 5 años”.
La primera cosecha ocurrió en 2016: fueron dos trufas que
sumaban 400 gramos. Para este año, se espera que la producción supere los 500
kilos. “Cuando ideábamos el proyecto, pensábamos lograr 2000 kilos en 10 años,
aún estamos lejos de este objetivo. No fue fácil, pero igual estamos felices
que logramos sacar trufas, cuando nadie creía que se podía”.
La cosecha comienza a mediados de junio y finaliza a
mediados de septiembre. Se hace a mano con la ayuda de perros especialmente
adiestrados para ello.
En el campo de Gianni son nueve los canes “cazadores de
trufas”: Lola, Sotia, Luna, Marilyn, Sancho, Pane, Duque,Thor y Buda- la
mayoría entrenados directamente por ellos.




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