Javier Montenegro, ex pareja y padre de los hijos de la
víctima, y Damián Vega, novio de la mujer atacada, son los únicos imputados por
el femicidio ocurrido en las primeras horas del 12 de agosto en el barrio
Belgrano en donde Eugenia Montenegro perdió la vida al ser apuñalada en 17
oportunidades cuando estaba sobre una cama.
Hay un desarrollo fáctico que los investigadores ya han
definido: se requirió de dos personas para esconder el cuerpo debajo de la cama
de la pequeña vivienda del barrio Belgrano porque el espacio es muy chico, la
cama fue colocada contra la pared, el cuerpo jamás fue arrastrado por el piso y
su colocación fue pensada y ejecutada de manera quirúrgica.
El fiscal Walter Mercuri ya tiene declaraciones de testigos
que escucharon o vieron a los dos hombres en la noche de ese jueves y la
madrugada del viernes en el lugar. Además de eso, los dos detenidos confirmaron
que esa noche tomaron bebidas alcohólicas con Eugenia.
Todavía no se sabe qué desató el ataque. Tampoco quién
empuñó el cuchillo pero los detalles son escabrosos.
La hermana de la víctima aportó una hora aproximada, cercana
a las 3, como el momento en el que escuchó, desde la habitación de una casa
lindera en la que vive, el ruido de una madera golpeando el piso. Para todos,
es el momento en el que bajaron la cama y se les cayó.
Pero antes de eso no hubo gritos ni pelea. Además, los
detalles de la autopsia indican que la mujer estaba dormida al ser atacada. Habían
bebido, pero aún llama la atención que la mujer no se defendiera.
Con este dato se solicitó en las últimas horas una
ampliación del informe de la autopsia. Con distintos tejidos extraídos se
pedirán exámenes para determinar si hubo algo más que alcohol y si algún somnífero
llevó a que Eugenia Montenegro se durmiera profundamente sobre su cama y
vestida con el jean y una remera.
Cuando Javier Montenegro declaró como testigo a mediados de
la semana pasada debió soportar preguntas que lo marearon. Jamás se pensó que
el fiscal lo colocaría entre la espada y la pared: ¿Cómo dormía Eugenia?, ¿Con
qué ropa?, ¿Cómo usaba su pelo al acostarse?, ¿Con qué prendas estaba vestida
cuándo la viste por última vez?.
Las respuestas lo complicaban más y más. Dijo que
acostumbraba a dormir en ropa interior, con el pelo recogido, pero esa noche “la
encontró dormida en la cama” cuando regresó a la casa a dejar un acolchado.
Javier Montenegro había estado en el lugar junto a Vega bebiendo y este último
se había retirado. Montenegro se llevó a uno de los hijos envuelto en un
acolchado hasta su casa –enfrente de la de la víctima- y regresó para dejarlo.
Pero vio a la mujer rendida en la cama y, según su relato, la tapó. Desde allí,
según él, no la vio más.
Una y otra vez se le dijo que colocarse en el lugar como la
última persona que relata verla con vida lo convertía en eventual sospechoso.
Pero el hombre siguió con su exposición y trastabilló al decir cómo estaba
vestida: las prendas se correspondían con las que llevaba colocadas al ser
encontrada. Eugenia tenía la costumbre de bañarse absolutamente todos los días
y los investigadores lo sabían.
En medio del juego que se hace cuando se toma declaración a
una persona que ya comienza a dejar baches en su armado se empezó a usar, una y
otra vez, el sistema de repreguntas. Y el hombre dijo que antes de la
medianoche discutió con Vega, salieron a la calle y se pegaron algunas
trompadas. Vega consiguió golpearlo en la nariz y comenzó a salir sangre que
manchó la ropa de Montenegro. ¿Dónde está esa ropa?, le preguntaron y dijo: “En
mi casa”. Otra vez le aclararon que cada palabra que decía estaba complicando
su situación de testigo dado que jamás había dicho que esa pelea existió y
menos que había prendas con sangre.
Ahí mismo se le dijo que se iba a aplicar la figura de “demorado”
y que era válida por 6 horas porque debían allanarle la casa para buscar esa
ropa que tenía sangre y que, más allá de lo que cuente, esas manchas había que
evaluarlas. También Montenegro aseguró que no tenía celular y se descubrió que,
entre el asesinato y el descubrimiento del cuerpo, lo había vendido a un
familiar. Una persona muy allegada aportó el dato y pudieron recuperarlo de la
casa de un primo en donde se dieron cuento que había sido reseteado de fábrica.
Ahora hay pericias sobre ese celular que deben llegar
durante esta semana que comienza. También los resultados de otro celular
perteneciente a Vega que contendría algunos mensajes. Por último falta el
resultado de los estudios sobre el cuchillo que el novio de la víctima usó para
intentar quitarse la vida. Ya los investigadores saben que Vega estuvo con ese
cuchillo en su poder durante toda la semana y creen que es el arma homicida.




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