Este año los colombófilos argentinos vivieron un hito en su
larga historia. En una de las tantas carreras del calendario anual, una paloma
de la localidad bonaerense de Chascomús se montó en una corriente favorable y
alcanzó los 164 kilómetros por hora batiendo el anterior récord de velocidad
promedio que era de 150 kilómetros por hora.
Probablemente, además del viento a favor habrá que buscar
las causas del récord en la selección genética que desde hace casi 140 años
realizan los criadores argentinos de palomas mensajeras, cuyo resultado puede
apreciarse en los 24 ejemplares de diez expositores distintos que participan
por estos días en la Exposición Rural de Palermo. Se distinguen por su plumaje
sedoso, gris, negro y blanco con reflejos azulados y turquesas en el cogote,
pero sobre todo por su forma aerodinámica. Las de corta distancia, más robustas
y musculosas; las de carreras largas, livianas y alargadas.
“Siempre vuelven al lugar donde nacen por el cariño que le
tienen a su palomar”, explica Fabián Protsman, colombófilo de la Federación
Argentina por la sociedad de Lomas de Zamora. En efecto, se trata de aves con
un excelente sentido de la orientación. Por esa razón, desde tiempos
inmemoriales fueron usadas para guiar a las tropas en las guerras y como medio
de comunicación hasta la invención del telégrafo.
A la Argentina llegaron en 1886 de la mano de inmigrantes
belgas que se instalaron en la ciudad de Zárate. Hoy hay nada menos que 150
sociedades y unos 2.700 colombófilos en el país. Casi todos los fines de semana
entre junio y noviembre se realizan carreras en distintas provincias que van de
los 100 a los 700 kilómetros, pero también hay competencias que superan los
1.000 kilómetros y trascienden fronteras nacionales.
El sistema es el siguiente: la suelta se realiza en un solo
lugar, suele haber más de 3.000 palomas tomando vuelo al mismo tiempo, dando
algunos giros para orientarse y encarando cada una para su palomar, y cuando
van llegando a su destino cada criador registra la llegada en un reloj
especial. Como no todos los palomares están a la misma distancia del lugar de
inicio, el ganador es el que alcanza el mejor promedio de velocidad.
“En su vida deportiva, que dura unos cinco años, pueden
llegar a volar más de 120.000 kilómetros. Y además hay que contar los vuelos de
una hora por semana que hacen para entrenar”, comenta Protsman.
Por supuesto que a veces la orientación puede fallar y hay
muchas palomas que terminan comiendo migas en alguna plaza. Fue el caso de un
palomo que hace algunas décadas se perdió y terminó en el patio de la casa de
Protsman, en la localidad de General San Martín, La Pampa. En ese entonces
Protsman era un niño de doce años. Como sabía que en la zona había un criador,
le llevó el palomo suponiendo que era suya, pero resultó que no lo era. Aquel
colombófilo le regaló a Protsman una paloma, y el niño volvió a su casa con su
primer casal. Fue el comienzo de una larga pasión que lo encuentra ahora
difundiendo la actividad en la Rural de Palermo, contándoles a miles de niños y
adultos las curiosidades de estos pájaros mensajeros.




Redes