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MADARIAGA: Cumple 88 años el “bicicletero de los madariaguenses”

 


Alberto Jauregui ocupa con su bicicleteria un especial lugar en la historia de la ciudad. Hoy cumple 88 años y lo queremos agasajar con recuerdos acerca de sus comienzos y su decisión por apostar a Madariaga a pesar de las crisis, los gobiernos y los cambios de fisonomía de la zona céntrica.

 

Este bicicletero tiene en su haber el ensamblado y creación de miles de unidades. A eso hay que sumarle que la mayoría de los amantes de las 2 ruedas han pasado alguna vez por la vereda de Zoppi y Sarmiento y le han pedido prestado el inflador. Eso sí, la mayoría de los años eran infladores con pedestal lo que hacía más fácil la tarea y menos costosa.

 

Modelos con la calcomanía en el caño central con su apellido con el fondos negro y la banderita argentina a “las más noventosas” con las letras blancas y el fondo transparente. Así supo construir un verdadero imperio de bicicletas multiuso, playeras y mountain bike que aún surcan las calles.

 

En la década del 90 incursionó por algún tiempo en el alquiler de carritos para 4 personas. Dos pedaleaban, uno de ellos manejaba y otros dos pasajeros (preferentemente menores) viajaban atrás. La ruta recomendada era el Parque Anchorena y para frenar toda la estructura se usaba una palanca contra las ruedas o balancines.

 

El comercio que estampa su apellido comenzó a funcionar un 8 de junio de 1955.

 

“Eran otros tiempos. Todo se hacía de otra manera, ya que hoy es imposible instalar un negocio por la cantidad de cosas que se requieren. Por ejemplo, yo pedí la Habilitación Municipal una vez ya instalado”.

 

Ese mismo día que Alberto fue para hacer el trámite hubo un tiroteo y el edificio de la Municipalidad fue tomado.

 

“Nunca hubo una cosa igual, al menos que yo recuerde. En esos tiempos tenía 23 años y la bicicleteria empezó a unos 10 metros de su actual emplazamiento pero siempre sobre calle sarmiento en un galponcito que alquilamos pero al que había que poner en condiciones. Empezamos con un amigo, Felipe Gómez, que trabajaba en Casa Elorriaga y me ayudaba. Hasta tuve la inconciencia de poner en riesgo la casa de mi madre, a la que coloqué como garantía para conseguir unos pesos prestados con interés. Eran 2.000 de aquella época. De ese tota gasté 600 para un piso, una puerta y una vidriera y el resto para pagar la mercadería y los repuestos”.

Con Felipe Gómez

Por aquellos días el pueblo progresaba y este emprendedor sabía que esa calle sería central. Rememora que era la más extensa asfaltada y todos optaban por usarla por su transitabilidad.

 

“La mayor cantidad de cemento era de Maistegui hasta Yrigoyen. También había cemento en Rivadavia y en la Avellaneda. El colegio San José y el resto de las escuelas ya estaban en esa época. Se había inaugurado la Escuela 1, ya funcionaba la Normal (en la esquina con Ituño), desde 1950. Yo terminé la primera y tenía ganas de seguir estudiando. Si hubiera existido la Técnica hubiera seguido ya que algo de capacidad tenía porque jamás me aplazaron y, de los 3 hermanos, fui el único que terminó la primaria porque los demás debían ayudar a mi madre y para eso había que laburar”.

 

Por aquellas épocas no había heladera y en verano compraban barras de hielo para refrigerar. Después llegó la heladera a kerosene y la carga impositiva era menor.

 

“Sólo se pagaba una vez al año Actividades Lucrativas. Después se creó Seguridad e Higiene que es una burla porque me robaron innumerables veces y de la Municipalidad nunca me llamó nadie para preguntarme. Además también te cobran Barrido y Limpieza y eso, ¿Cómo se entiende?”

 

La palabra, el compromiso, la fidelidad y el punto estratégico para que los más chicos vieran los modelos más nuevos en la vidriera o dentro del local y optaran por pedir su primera bici o la renovación por una de mayor tamaño.

 

“Nunca gané plata”, dice Jauregui. “Si llegué fue porque la gente me tuvo confianza, tuve hijos fantásticos, una mujer de lujo y eso no se paga con nada”.

 

Hoy la bicicleteria sigue funcionando de la mano de José, su hijo, quién se unió a este emprendimiento familiar y mantienen vivo el legado. “Cuando me daban ganas de descansar el seguía dándole. Entonces yo me quedaba por amor propio y también como ejemplo. Mi otro orgullo es Manuel Alejandro que trabaja en COEMA y mis nietos que son espectaculares. Permítanme que agradezca a Dios, por la compañera que me dio, por mis hijos y por mis nietos que son la luz que me alumbra todos los días. Esa es una riqueza invalorable de la que me enorgullezco y con eso me aliento a pensar en que no he pasado inútilmente por la vida”.

Sus hijos Manuel y José

 

Con datos de una entrevista realizada por Tribuna el 13 de junio de 2009.


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