A la salida de un boliche, un recital o simplemente de paso camino a casa. El pancho es ese alimento que tan simple y sencillo, para chicos y grandes, que tiene la facilidad de que podés comprarlo y seguir de largo, que está presente en bares, casas de comida rápida y hasta kioscos.
Débora lo sabía y también lo necesitaba. Su situación
financiera la había llevado a innovar, a buscar alternativas para generar
ingresos y recordó, casi como un sueño, esa vez que su papá la llevó a comer un
pancho brasileño. Ese día sintió que había viajado, que podía percibir el calor
carioca bajo sus pies y quedó fascinada.
Es por eso que, muchos años después, ya adulta, madre y con
muchas deudas, decidió que esa iba a ser su salida en medio de la
desesperación.
A Débora, la Agencia de Recaudación y Control Aduanero
(ARCA) la había intimado para pagar una deuda que tenía, que, con el correr del
tiempo, se había transformado en millonaria. No solo la habían intimado, sino
que ahora, directamente, le habían avisado que la iban a embargar.
Ese, finalmente, fue el puntapié para dar el salto y
arrancar con la venta de panchos gourmet en su casa, como una alternativa y
como una necesidad de salir adelante.
Una deuda con ARCA
En 2019, Débora abrió un pequeño local junto a su marido Leo
luego de recibir una indemnización. Allí vendían pequeños electrodomésticos y
habían establecido ese comercio como su principal fuente de ingresos.
Sin embargo, la situación de la pareja se complicó poco
después. “En 2020 sufrimos una estafa con una tarjeta. Sumado a eso, teníamos
una contadora que no había presentado la documentación correspondiente”,
explicó la emprendedora
El problema comenzó cuando un cliente llegó al lugar con una
tarjeta de crédito trucha. “Nos compró una PlayStation 4, dos joysticks y dos
celulares. A raíz de ese monto -que en ese momento era de $93.000-, yo paso a
responsable inscripto, porque en lo que representaba la parte de
electrodomésticos nosotros éramos monotributistas para poder hacer pagos con
tarjeta, créditos personales y todo eso se factura”, explicó.
El negocio continuó funcionando y años más tarde la pareja
descubrió que nunca se había presentado el libro de IVA, un requisito clave por
el cambio de categoría fiscal. “Para ese entonces tenía otra contadora, que fue
quien me avisó sobre lo que estaban solicitando. Así que decido contactar a la
anterior, presento ese libro de IVA y ahí sale una factura apócrifa”, agregó.
“Según me explicaron, un proveedor estaba como denunciado,
yo no sabía y al pasar tantos años ARCA lo que hace es multarme: ahora no solo
me pedía el IVA, las ganancias de ese periodo, sino que además a mí se me
habían caído unos planes de pago porque en 2023 en mi negocio hubo una baja
impresionante, estábamos en cero, o vivíamos o pagábamos deudas, entonces
vivimos”, recordó Débora.
Previo a las complicaciones económicas, la pareja había
decidido sacar un préstamo para construir su casa y otro para comprar productos
para el local. “Veníamos pagando todo superbién y de repente hubo una meseta
muy importante en las ventas, por lo que no pudimos pagar todas las deudas. Ahí
mi contadora me avisa de la intimación de ARCA y que el monto había ascendido a
$2.375.000. Yo no lo tenía, no tenía opción de pedirle plata a nadie, no podía
pedir un préstamo porque ya los había pedido y estaba atrasadísima”, recordó.
Pensó alternativas, buscó un plan de pago que le resultó
irrisorio: “En ese momento me ofrecían tres cuotas de $2 millones. Si yo no
podía pagar la deuda total, ¿cómo iba a hacer para pagar casi el triple en tres
partes? Ella me dijo que tenga cuidado y pague cuando pueda, pero nunca llegaba
a juntar ese dinero", explicó.
La deuda quedó allí, estancada para ella, pero no para el
organismo de recaudación. “Nunca me voy a olvidar de ese día que me estaba
yendo al médico, contenta porque había pagado una de las tarjetas que tenía la
obra social, cuando me llama mi marido y me dice que había llegado la
notificación que decía que ARCA me está embargando las cuentas a mí y a él por
una suma total de $16.500.000″.
“Fue una locura, nos acercamos a las oficinas, fui a hablar
con un abogado porque la abogada que tenía mi caso se había ido de vacaciones,
estaba en ‘Pampa y la vía’, así que fuimos a hablar y me dijeron: no tenés nada
para hacer, acá tenés las boletas, pagá“, detalló la emprendedora.
En ese momento, finalmente, optaron por darle un plan de
pago más acorde a una suma mensual que ella podía pagar. “Lo hice en 36 cuotas
que me daba un total de $20 millones. Si vamos al caso, estoy regalando $16
millones, así que regalar cuatro más, pero hacerlo en cuotas, era preferible”,
destacó.
La idea de un emprendimiento salvador
Si bien el proyecto de la venta de panchos había comenzado
mucho antes de que explote todo, la realidad es que la deuda los terminó
motivando para apostar directamente a eso como principal fuente de ingreso.
“Largamos el emprendimiento en marzo porque ante este
problema de que estábamos en cero con el local -a veces estábamos todo el día y
no vendíamos un cable- necesitábamos otro ingreso. Mi marido empezó a hacer
repartos, pero yo tenía a mi nene de un año y medio, que hace ocho meses era
muy bebé, para mí no era opción ir a trabajar a otro lado”, especificó.
Así surgió el recuerdo. “De muy chica había ido a comer un
pancho de Brasil con mi papá y quedé enloquecida porque sentí que estaba en
Brasil. Hace unos años se lo dije al pasar a mi marido y quedó ahí. Después, en
un asado, se lo comenté a mi hermano y él dijo que era buena idea. Así
empezamos a recorrer lugares y veíamos locales que intentaban hacer lo mismo.
Hice algunas pruebas y quedó en eso. Al tiempo fuimos a una panchería y
escuchaba que decían vengo de Tigre, de Pilar, de Haedo y yo pensé ‘vienen de
todos lados acá, pero, ¿quién va a ir a mi casa?’”.
Un día surgió el tema en una sesión con la psicóloga, que
fue una gran impulsora. “A mí me encanta cocinar y ella me dijo ‘vos sos muy
creativa, te desafío a que hagas algo con esto que contás’. Así que cree un
perfil de Instagram y una madrugada que no podía dormir empecé a hacer pruebas,
a escribir, a googlear ingredientes de diferentes países y armar panchos”.
En medio del insomnio y de la ansiedad, Débora le escribió a
su hermano con un anuncio: “ya tengo los panchos”.
“Empecé a probar diferentes sabores, recetas, hasta que di
con lo que a mí me gusta hoy. Todo lo que hago yo es algo que probé mil veces y
a mí me gusta. Todo es primera calidad y testeado por mí”, aseguró.
Así empezó la venta en su casa. El proceso, lento y con
mucho sacrificio, lo compartió en sus redes y enseguida comenzó a viralizarse.
Los comentarios y las reproducciones crecían todos los días y la gente quería
saber más de ella y su innovadora manera de ofrecer panchos gourmet.
Al principio la venta se había establecido de jueves a
domingos, con la ayuda de “los adolescentes”, los chicos de 15 y 16 años que
viven con ella, quienes también la acompañaron en el proceso.
Pero con la intimación de ARCA, más que un deseo personal,
la venta de panchos se convirtió en una necesidad. “La segunda cuota no la pude
pagar, estaba desesperada y ahí dije ‘tengo que abrir todos los días’”, recordó.
Fue en ese momento cuando contó en redes que debía pagar $20
millones al organismo de recaudación y explotó todo. Las reproducciones eran
cada vez más y la gente se acercaba a su casa a conocerla y acompañarla en el
proceso.
En paralelo seguía abierto el local de electrodomésticos,
pero sostener los permisos e impuestos de ambos lugares se le hacía imposible,
así que decidieron dejar de lado ese emprendimiento y apostar todo a los
panchos.
“Esto siempre fue un extra, pero la repercusión fue increíble.
Empezó a llegar gente de Villa del Parque, Devoto, Caseros, González Catán, me
mandaban mensajes que venían de La Plata, de Lanús, fue una locura”, señaló con
entusiasmo la emprendedora.
¿Y a futuro?
“Todos me preguntan en redes qué voy a hacer cuando pague:
no tengo idea. La deuda termina el 15 de julio de 2028, nos queda un tramo
enorme”, aseguró la joven entre risas. “Siempre hago el mismo chiste: si viene
alguien hoy y me dice ‘tomá, acá tenés $20 millones, pagá’ la verdad es que no
dejaría lo que estoy haciendo, esto es algo que disfruto mucho, acá nos
divertimos, hacemos vivos todas las noches y también me ayuda a despejarme“,
insistió.
La idea de la familia hoy es continuar con el proyecto y apostar
más. “Muchos me preguntan por qué no vendo otra cosa que no sean panchos, pero
yo quiero que me conozcan por esto, que venga gente de todos lados es una
locura, que algo que hago yo guste, es un montón”, sostuvo.
“Espero poder pagar, la verdad es que de acá a tres años no
sé qué va a pasar, puede que sigamos o que nos reinventemos como hicimos, pero
lo único que quiero es estar tranquila”, completó Débora.
GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo
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