Lo que debía ser una noche de fútbol por los octavos de final de la Copa Sudamericana terminó en un escándalo con graves incidentes y decenas de heridos. El duelo entre Independiente y Universidad de Chile, que estaba igualado 1-1 en Avellaneda, fue suspendido por el árbitro uruguayo Gustavo Tejera ante la violencia desatada en las tribunas.
La falla principal estuvo en el operativo de seguridad diagramado por el Aprevide, que ubicó a los 3.000 hinchas visitantes en la tribuna Pavoni alta, justo encima de los simpatizantes locales, sin ningún vallado o protección que impidiera el lanzamiento de objetos. Desde allí, comenzaron a caer trozos de mampostería, butacas y otros elementos contra el sector inferior.
En el segundo tiempo, la situación se volvió insostenible. Un grupo reducido de hinchas chilenos —que no se retiró pese al pedido por altavoces— fue atacado por barras de Independiente que ingresaron a la tribuna, ante la pasividad de los más de 800 efectivos policiales presentes. La violencia incluyó golpizas y escenas desesperadas de personas que se arrojaban desde la bandeja alta para escapar. Personal médico ingresó recién cuando los enfrentamientos se calmaron y trasladó a los heridos más graves al Hospital Fiorito. Se estima que hubo alrededor de 90 lesionados, algunos en estado crítico.
En la primera mitad, los jugadores visitantes intentaron varias veces frenar a su propia parcialidad sin éxito. La barra brava de la U de Chile ya cuenta con antecedentes de incidentes en torneos internacionales, y el club acumula sanciones por episodios similares.
Lo que se jugaba dentro del campo
En lo estrictamente deportivo, el local comenzó con imprecisiones y nerviosismo. A los 10 minutos, Lucas Assadi adelantó a los chilenos, pero a los 27, Santiago Montiel empató tras una gran asistencia de Gabriel Ávalos. Con el 1-0 de la ida, Independiente necesitaba un gol más para forzar los penales. Sin embargo, el desarrollo futbolístico quedó interrumpido definitivamente cuando estallaron los disturbios.
La suspensión deja a la Conmebol ante la decisión de cómo continuará la llave, mientras el operativo de seguridad y la actuación policial quedaron bajo fuerte cuestionamiento.



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