Este martes 12 será otro día clave en la historia del juicio
por la estatización del 51% de YPF. Es que la Corte de Apelaciones de Nueva
York, Estados Unidos, resolverá si mantiene en suspenso la orden de la jueza
Loretta Preska de entregar las acciones de la empresa petrolera como pago, o si
obliga a la Argentina a depositar ese activo u otros.
¿Qué es lo que va a pasar? La respuesta tiene tres
posibilidades. Una de ellas es que se le conceda a la Argentina que continúe la
medida cautelar que suspende el traspaso de las acciones. La jueza Preska,
encargada del caso, determinó en junio pasado que el juicio de US$ 16.100
millones se cancele con el 51% de las acciones que el Estado argentino tiene en
la petrolera.
Otra respuesta de la Corte puede ser que niegue la cautelar
presentada por el Estado y, por lo tanto, Preska pida la ejecución de las
acciones. El financista de los demandantes, Burford Capital, anticipó que no
liquidará ese pago, como acto de buena fe.
La tercera posibilidad es que la Corte conceda la medida en
suspenso, pero que entienda que pagar con acciones es casi imposible para la
Argentina. En este caso puede definir que el Gobierno ponga a cambio otros
activos que representen las acciones de YPF, por ejemplo bonos de mediano o
largo plazo.
Si la Corte no concede la suspensión total del traspaso de
las acciones, es decir, se define por cualquiera de las otras dos opciones, se
abren dos caminos. Una opción es llegar a un acuerdo con los acreedores. La
otra es no cumplir. Si esto último sucede, la Argentina corre riesgo de entrar
en desacato, cuyas consecuencias pueden ser el embargo de reservas del Banco
Central (BCRA), intervenir para que el país no pueda salir a los mercados de
capitales o que se le embarguen activos a YPF.
Por qué no hay acuerdo con Burford por YPF
Si bien en el Gobierno prefieren no hablar del tema, fuentes
allegadas a las negociaciones y exfuncionarios coinciden en que “negociar un
acuerdo antes de la última instancia judicial puede comprometer judicialmente a
futuro al funcionario de turno que firme el acuerdo”.
Por otro lado, según una encuesta de Poliarquía Consultores,
el 65% de la población cree que el Gobierno debería negociar un acuerdo con los
acreedores y una reducción del pago. Por su parte, uno de cada cuatro
argentinos cree que el Gobierno debería desconocer el fallo. Continuar el
proceso judicial vía apelaciones o pagar la sentencia actual son opciones
apoyadas por solo el 5%.
Las diferencias por afinidad política son marcadas: mientras
que el 54 % de los votantes kirchneristas sostiene que se debe rechazar o
desconocer el fallo, la opción de negociar es claramente mayoritaria entre
quienes votaron a Juntos por el Cambio (83%) y La Libertad Avanza (79%).
La forma de pago considerada más adecuada en caso de que la
Argentina decida cumplir con la sentencia original o alcance un acuerdo con los
acreedores es la emisión de bonos por parte del Estado argentino (37%). En
segundo lugar se menciona el pago con acciones de YPF (16%) y, en tercer lugar,
la entrega de instrumentos de inversión en Vaca Muerta o empresas estatales
(9%).
En cuanto a la validez del reclamo por la expropiación de
YPF, el 81% de los votantes kirchneristas considera que la demanda de los
acreedores no tiene ningún sustento, mientras que una clara mayoría de los que
votaron a LLA (59%) y JxC (57%) cree que los demandantes tienen razón en
plantear su reclamo. “La mayoría de la sociedad cree que la no resolución de
estos juicios afecta la situación económica en general (83%), la posibilidad de
que lleguen inversiones (77%) y la imagen internacional de argentina
(74%)".
El juicio en cuestión es por la reestatización de la
petrolera que tiene, entre otras consecuencias, un agregado no menor: a la
condena de US$ 16.100 millones se le suman más de US$ 2 millones diarios de
intereses.
No se está discutiendo si la Argentina tenía derecho a
expropiar o no la compañía, ni un tema de soberanía de la Argentina, sino que
se litiga por no haber realizado la Oferta Pública de Adquisición que indica el
estatuto de YPF; omisión que perjudicó derechos de inversores que compraron las
acciones en Nueva York -donde cotiza YPF-, y que por lo tanto da lugar a que el
litigio se produzca en Nueva York. De hecho, este litigio surge del
incumplimiento de una promesa realizada por el Gobierno de Carlos Saúl Menem en
1993, cuando acudió a Wall Street para privatizar la empresa, recaudando US$
1.100 millones bajo las leyes y regulaciones del mercado de capitales de
Estados Unidos.
En la historia que lleva a la reestatización de YPF aparecen
muchos actores. Uno clave es el Grupo Petersen que adquirió antes el 25% de YPF
con fondos prestados por la propia Repsol (la dueña hasta ese entonces de YPF);
y un grupo de bancos internacionales, entre los que se destacaron Credit
Suisse, Goldman Sachs y el Citibank.
Con Petersen accionista, el gobierno de Cristina Kirchner
decide la expropiación de YPF.
La Ley N° 26.741 de Soberanía Hidrocarburífera, aprobada en
mayo de 2012, le permitió al Gobierno expropiar el 51% de las acciones de YPF a
Repsol.
Cuando Petersen adquirió las acciones se comprometió a pagar
con dividendos de sus acciones en la petrolera. Pero cuando se nacionalizó YPF,
la empresa prohibió los dividendos, lo que llevó a Petersen a la quiebra al no
poder pagar a los bancos.
Comienzos de la causa
El juicio de YPF se inicia en 2015. Y es acá cuando otro
actor importante hasta hoy comienza a jugar: Burford Capital.
La quiebra de las empresas del Grupo Petersen recayó en el
Juzgado de lo Mercantil número 3 de Madrid, que nombró a un síndico y subastó
el derecho a litigar.
En la subasta pública, Burford Capital, una compañía que se
dedica a comprar juicios para luego financiar los litigios, es elegida por el
síndico porque Petersen carece de los recursos, el capital, y la experiencia
necesarios para llevar adelante un pleito caro, complejo y largo. Burford
también financia el pleito de Eton Park (una empresa de inversiones de Nueva
York). Petersen y Eton Park eran el segundo y tercer mayor inversor en YPF,
respectivamente.
Burford ganó la subasta y fue designado por el Tribunal
español para gestionar y financiar el litigio. Pero Burford no compró las
demandas y no es propietario de las mismas.
Sin embargo, cuando los acreedores cobren la demanda un 70%
irá a Burford Capital y el 30% le corresponde a la quiebra de las empresas del
Grupo Petersen a cargo de un síndico. Este síndico distribuirá ese dinero entre
los acreedores de la quiebra de los Petersen, que no puso dinero propio para
comprar YPF y que ahora tampoco va a recibir fondos porque las deudas que tiene
por los préstamos son probablemente mayores a lo que le correspondería.



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