"Cata" se fue demasiado rápido. Hija única, apenas
vivió 12 años. Iba a empezar el secundario en el Pompeya-Pallotti, de Castelar,
donde había hecho la primaria. Estaba esperando las vacaciones y no llegó a
disfrutar un solo día: el sábado pasado, cuando viajaban con su mamá en un Fiat
Palio y estaban muy cerca de su destino, Villa Gesell, el auto volcó a 10
kilómetros de Pinamar y el trágico final fue inevitable.
Catalina Mora Boretto Rametta la tuvo complicada no bien
llegó a este mundo. Nació sietemesina, con 1,680 kilos. Para su mamá, "fue
un milagro". Mariela Rametta (45) es profesora de Historia e investigadora
del Instituto y Archivo Histórico de Morón.
Mariela había ido a la misma escuela que su hija. Escribió
"El Agite", un libro que repasa la historia del rock en el Oeste del
Conurbano y cuyo título se vincula a la legendaria frase de Divididos en su
canción "El 38".
"Fue una corrida de madrugada a la clínica.
Desprendimiento de placenta y tres vueltas del cordón. Cata la luchó y le dio
para adelante con el alma", recalca su papá, Julián Boretto (47), camisero
-un oficio heredado de su abuelo- y músico -tecladista y pianista de los
BeatleBlacks, una banda tributo de los Beatles-.
Catalina había cumplido 12 años el 14 de diciembre, en su
viaje de egresados a Santa Teresita. Era una nena que amaba los caballos.
Cuando le tocaba viajar con su papá, cada vez que veía uno en la ruta, había
que parar. Por eso siempre debían llevar zanahorias.
Mariela y Julián estaban separados desde que ella tenía 5
años, pero los unía el motor de sus vidas, un amor inquebrantable.
Lo que ocurrió el sábado al mediodía en el kilómetro 10 de
la ruta provincial 74, entre General Madariaga y Pinamar, lo determinarán las
pericias. Madre e hija iban solas en un Palio que terminó volcado en la
banquina. Mariela sufrió fracturas, Catalina murió en el acto. Ambas llevaban
puesto el cinturón de seguridad.
Habían salido temprano desde Castelar porque anunciaban un
temporal por la tarde. Ese temporal de lluvia, viento y granizo que finalmente
llegó y causó momentos de pánico en la Costa.
Al mediodía de ese sábado, sonó el celular de Julián. Era
una llamada de Mariela, pero cuando atendió era la voz de otra mujer. Era la
voz de Milagros, una vecina de General Madariaga.
"Pensé que era ella, esperaba oír que llegaron. Pero al
no oír la voz de Mariela, se me heló la sangre. Lo primero que quería saber era
el estado de Cata. Le pedí que me lo dijera y me dijo. La nena se fue en el
momento del accidente. Se supone que no sufrió", le cuenta su
papá, recién recibido de la secundaria y maestro mayor de Obras en FinEsTec.
Catalina Mora Boretto Rametta (12) y un trágico final en una
ruta de la Costa. En la foto, en sus vacaciones de 2023 en El Trapiche, San
Luis, con su debilidad: los caballos.
El diálogo por WhatsApp se interrumpe: "Perdón, dame
unos minutos", se excusa. Julián llora -aunque no lo dice- y el
intercambio de mensajes se reanuda a los ocho minutos.
Ambos irían juntos de vacaciones a Mina Clavero (Córdoba)
luego de los siete días con su mamá en Gesell. El año pasado habían estado en
El Trapiche (San Luis). A Julián no le gusta el mar ("Montañas, aire y
poca gente", es su lema), así que "Cata" tenía sus vacaciones en
los dos ámbitos.
Cuando ella iba al jardín de infantes Crear y Ser, de
Castelar, un día volvió y le preguntó: "Papi, ¿conocés esta
canción?". Era "Que ves el cielo", de Luis Alberto Spinetta.
Desde aquel día ese tema del Flaco fue una conexión eterna entre ambos. Hasta
llegó a cantarla en un mensaje telefónico al programa de radio de Juan Di
Natale, con dedicatoria: "Hoy te quiero cantar una canción que le gusta
mucho a mi papá".
"Tenía 7 u 8 años. La pasaron varias veces y ganó un
premio", reafirma, orgulloso, su padre. Y agrega: "También cantó de
Charly (García), de Celeste Carballo, de Las Pelotas, por la mamá". Últimamente
no paraba de cantar "Hasta La Raíz", de Natalia Lafourcade.
Julián tiene a sus padres vivos. Su hermana le dio dos
sobrinos. Los padres de Mariela -hija única- fallecieron con tres años de
diferencia, el último cuando la nena tenía 7 años.
A la docente, tras el vuelco, la internaron en Pinamar. Se
enteró del desgraciado final de su hija cuando Julián llegó desde San Antonio
de Padua (Merlo), donde vive. Le habían dicho que la nena había sido llevada a
otro hospital.
"¿Cata está bien?", le preguntó apenas entró a la
sala. Su ex no le pudo responder. Se le hizo un nudo en la garganta. No fue
necesario decir nada. Fue un momento que ningún padre siquiera imagina
atravesar.
Julián vio, de noche y con lluvia, el auto accidentado,
porque tenía que buscar las llaves de la casa. Sacó un oso de peluche que
Catalina se había llevado para las vacaciones. "El oso mañoso" hasta
tenía una canción. Era de Mariela, pero estaba en lo del papá y siempre la
acompañaba en sus viajes. "Ese oso era yo. Lo llevó para que yo estuviera
con ella en sus vacaciones", cuenta él.
Este miércoles la despidieron en el cementerio municipal de
Morón. Los compañeritos de la escuela se juntaron en la iglesia, sin
comprender. Dentro del ataúd, Julián le dejó los squishies (juguetes mochi
blandos para niños) que él le había regalado para las fiestas. "Ella
necesitaba continuamente tener algo en la mano", justifica.
Desde el colegio también la despidieron con un mensaje en
las redes sociales: "Cata, tu sensibilidad, alegría, ternura y amistad
estarán siempre entre cada uno/a de nosotros/as. Fuimos bendecidos con tu
presencia. Que Dios llene de consuelo a tu familia y amigos/as".
Julián pide agradecerles "a los amigos, de los dos
lados". Y recalca: "Muchos, mucha gente, amigos que entre todos
pagaron el traslado. Pagaron todo. No tengo ni la menor idea de cuánto dinero
es. En especial a Gabriel Gómez, Christian Sánchez Carrettini y Eliana Scinto.
También al municipio de Morón".
Y finaliza recordando a su hija, que fue el sentido de esta nota: "Los animales eran su debilidad. Les ponía nombres extraños: Mili corazón, Burbuja, Aqua o Acua. Su caballo preferido se llama Diez, lo descubrimos unas vacaciones atrás en Mercedes. Montamos muchas veces caballos. Solamente paseos de media hora. Deportes no le gustaban para nada. Tampoco frutas y verduras. Se quejaba de las tartas de acelga de la mamá", dice y esboza la primera risa de la conversación.
"Cata cantaba constantemente, a veces yo escribía las
letras que ella inventaba, como así componía alguna melodía de sus letras.
Siempre con alguna manualidad pendiente por hacer, las planeaba, siempre alguna
locura en mente para realizar a futuro. Alguna ropa para hacer de alguna
muñeca. Lo último que hizo fue un centro de mesa navideño con agua y bolitas
Orbeez de biogel", enumera.
Mientras Mariela se recupera de las lesiones (tienen que
operarla de la clavícula y se fracturó una rótula), rodeada del sostén de sus
amigas, Julián concluye el diálogo. Recuerda que su último encuentro fue cuando,
antes de dejarla en la casa de la mamá, la llevó a una librería para comprarse
fibras para dibujar en las vacaciones. Y resume, escribiendo en mayúscula:
"Muchas gracias. Me sirvió esta charla".




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