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MADARIAGA: A 30 años del inicio de la hazaña más grande que haya realizado el “Gauchaje Madariaguense”

 


El próximo 23 de mayo se cumplen 30 años de la partida de Hugo Gassioles y Héctor Dahur para iniciar una travesía que los llevó a recorrer más de 18.000 kilómetros para unir General Madariaga con New York en un periplo que demandó más de 3 años y medio.

 

Muchos confunden la fecha con el 25 de mayo pero en realidad el acto fue un domingo (el 23) frente a las puertas del Municipio en calle Yrigoyen. Sobre el escenario se colocó el intendente Luis Emilio Romano, el cantor Argentino Luna y el gobernador bonaerense Eduardo Duhalde para darles la despedida.

 

Unas 15.000 personas salieron a despedirlos por lo que se puede considerar que casi el 75% de la ciudad estaba en alguna parte del trayecto que hicieron por el casco urbano. Los medios se peleaban por la transmisión que irrumpió en vivo en ambas señales de la ciudad por más que nadie estuviera en sus casas viéndolo. Uno de los canales hasta montó un sistema que le permitió hacer un seguimiento de los dos gauchos hasta varios kilómetros por el camino a Invernadas. Entre la esperanza y la incredulidad por cómo se había armado el viaje todos querían ver y presenciar este hecho histórico.

 

Hoy Héctor Dahur vive en Cuenca, Ecuador. Es tal vez quién menos ha aparecido en medios contando su experiencia pero una pareja de youtubers fue a buscarlo y le realizaron una nota de 30 minutos con anécdotas, hasta ahora, desconocidas. Es que hay que pensar que en 1993 no había telefonía celular, no había llegado la internet siquiera a Madariaga y, como moderno, estaba el fax. Los teléfonos eran de línea y las comunicaciones de larga distancia muy costosas.

 

Dahur y Gassioles son, tal vez, los únicos de los últimos 50 años que poseen una visa norteamericana con una frase increíble: “Forma de entrada: a bordo de un caballo”

 

La entrevista

 

Fer y Jose son los dos viajeros que llegaron a la parrilla “El Gaucho” sin siquiera haber pautado una entrevista. Ellos sólo sabían que Héctor era el dueño y no sabían si se trataba de una persona amable, campechana o de un empresario desinteresado en narrar lo ocurrido hace 30 años.

 

Con tan sólo ingresar al local y mencionar su objetivo una voz se escuchó: “Ese soy yo”, dijo un hombre que no era otro que el protagonista de la historia.

 

Fueron dos jornadas de grabación en donde abundaron todo tipo de detalles.



Los Sponsors

 

El proyecto se tituló “La Cabalgata de las Américas” y apareció la reconocida firma de jeans  Wrangler quería colocar dinero. La única condición era vestirse tipo cowboys porque había que ir con jeans. La idea tuvo que ser dejada de lado porque rompía el espíritu del viaje que era mostrar al gaucho argentino.

 

Así llegó todo a oídos del gobernador Eduardo Duhalde quién dispuso una partida de ayuda que serviría para costear en algo el viaje. Se darían subsidios a una cuenta de la familia Gassioles y ellos retirarían el dinero en cajeros del exterior con una tarjeta de extensión. El único condicionamiento fue la fecha de salida que la puso gobernación: debían hacerlo el 23/5. Hasta la llegada de esa fecha fueron al programa de Susana Giménez y con Bernardo Neustadt


El Viaje

 

Como ya se ha contando La idea surge de Gassioles en marzo de 1993. Se quería emular el viaje hecho con “Gato y Mancha” los caballos criollos que en 1925 montó el suizo Aimé Félix Tschiffely para hacer un viaje entre Argentina y Estados Unidos. La gran diferencia es que, en esta oportunidad, todos los participantes –entre jinetes y caballos- serían argentinos. El gran problema es que el ideólogo no sabía mucho de caballos y es ahí en donde entra Héctor en la historia.

 

“Eran 4 caballos. Dos para nosotros, uno carguero y otro quedaba libre. Hubo otros argentinos que lo intentaron pero salieron y se quedaron en el camino o fueron haciendo cambio de caballos. El secreto es darle el cuidado correcto al animal. La idea era mostrar la relación del gaucho con el animal y el cuidado que se le da”.

 

Un encuentro en un campo en donde trabajaba Dahur fue el puntapié inicial. Hubo un comentario acerca de la idea por parte de un amigo en común y se pautó una reunión en una “matera”. El “Turco” y el “Ruso” empezaron a trazar todo. El entrevistado en esta nota sería el encargado de los animales y el otro haría las tareas de promoción y búsqueda de sponsors o logística. Para ser francos Héctor ni sabía cuántos kilómetros había hasta Estados Unidos y reconoce que no podía dimensionar la hazaña en la que se estaba metiendo.

 

Éramos dos locos. Me das vuelta el mapa y cualquier país era lo mismo

 

El armado se hizo en Juancho en la estancia de la familia Zoppi. Fueron 3 meses de preparación. Los caballos fueron cedidos por un estanciero de Maipú y eran overos negros . Debieron seleccionarlos entre 100 animales.

 

De allí aparecieron Lucero de 8 años, Nahuel de 4 y Pampero y Argentino de 7 años. Eran jóvenes pero a la vez tenían los años necesarios como para decir que eran tranquilos.  Todos fueron a parar a un potrero completamente pelado y comenzaron a entrenarlos para resistir una eventual falta de comida. Controlaron la pérdida de peso de tenerlos sin posibilidad de alimentarse entre 3 o 4 días. Una vez que sortearon el paso los fueron llenando de alimento y proteínas y vitaminas para que estuvieron lo mejor posible para la salida.

 


Tras la partida hubo un paso por Maipú luego fueron a La Plata en donde estuvieron más de un mes por distintos trámites y documentaciones que les permitiera traspasar fronteras. Cada jornada los caballos, al ir cargados, sólo podían caminar por lo que se podían hacer entre 20 y 40 kilómetros.

 

Algunas donaciones de elementos debieron ser dejadas de lado. Las carpas y bolsas de dormir  pesaban mucho y había que hacer todo de una manera más artesanal. Sólo una lona plástica de 4 x 4 metros y dormir apoyados en el recado de bajo de esa mini-tienda que armaban.

 

Hasta la salida de la Argentina todo fue acompañamiento en cada ciudad porque ya los conocían y esperaban. En Salta Argentino se escapó, se cortó con una chapa en la rodilla y debieron atenderlo durante semanas hasta que empezó a caminar mejor. Fue la única vez en todo el viaje que intervino un veterinario que fuera convocado por ellos. El resto de las ocasiones fueron profesionales que aparecían en las fronteras para ver a los caballos.

 

El problema fue pasar a Bolivia en donde no los querían recibir pero arreglaron con un jefe de la Gendarmería argentina para meterse de manera ilegal a través de un paso no declarado. Días después salieron a buscarlos para firmarles los pasaportes y dejarlos transitar.

 

En Perú debieron soportar la lucha armada de Sendero Luminoso con el Ejército, también debieron pasar por zonas de aludes en peñascos riesgosos de tan sólo 5 centímetros para los animales. Y en la frontera entre Colombia y Panamá tuvieron que subir todos a diferentes barcazas para  el traspaso. Una tormenta los agarró en el agua y casi perdieron a uno de los animales que se resbaló por el oleaje.

 

Los caballos volaban, la viruta que pusimos en el piso se fue y al estar en contacto con la madera se patinaban. Por la tensión del movimiento se empezaron a acalambrar los animales por lo que tuvimos que atarlos a todos con sogas

 

Cuando llegaron a Buenaventura no había otra manera de bajar que no sea tirándose al agua pero los caballos no querían lanzarse porque no sabían de la profundidad. Fue Héctor quién se arrojó y ellos confiaron en él y se tiraron para nadar juntos durante algunos minutos hasta la costa.

 


Los cambios

 

Dahur relata que la paciencia es trascendental porque se puede avanzar muy poco cada día y las paradas en algunas ciudades podían transformarse en meses.

 

“Hay que saber de caballos, tener paciencia porque se avanza poco y no es como un rodado que se puede dejar guardado en un lugar. El caballo precisa de alimento y de cuidado”

 

Así intenta marcar una diferencia con los viajeros actuales que salen en moto o caravanas para unir dos puntos del mundo mientras poden mantener sus trabajos remotos.

 

Sabían que sin comer el animal aguantaba entre dos y tres días pero sin agua era casi automático: se caían y no podían seguir.

 

En Bolivia enfrentaron una jornada en donde no encontraban agua. Salieron a las 4 de la madrugada y eran las 10 de la noche y no lograban el cometido de hallar agua para darle a los animales. Recién a la mañana siguiente hallaron una acequia y luego de más de 80 kilómetros pudieron permitir que coman y se hidraten. De hecho, la noche anterior habían conseguido una bomba en un campo pero todos los baldes habían sido usado para el traslado de combustibles y los animales no querían tomar porque sentían el olor al petróleo por sobre el del agua por lo que intentaron darle algo de beber con sus manos.

 

Costa Rica fue el país que más los acompañó. Los aficionados a los caballos estaban fascinados y la intercomunicación hizo que todo el paso por esa tierra sea con compañía de paisanos del lugar con los que intercambiaban vivencias.

 

Un freno en el viaje por problemas de salud del padre de Hugo Gassioles. Allí Dahur se quedó en Cuenca durante algunos meses y conoció a Sandra quién quedó embarazada. Esa tierra se transformó en la nueva casa de Héctor para el resto de su vida. Pero todo estaba claro: primero había que terminar el viaje.

 


Ya en México aparecieron los problemas: Estados Unidos les haría un examen médico a los animales y allí se determinó que Pampero y Argentino tenían histoplasmosis que es el engrosamiento de los vasos sanguíneos que deriva en úlceras y problemas musculares. Por esa razón sólo pasó Gassioles pero bajo la advertencia de que no podía cabalgar mucho en territorio norteamericano. Sólo pudo avanzar hasta Atlanta y luego el traslado de los animales fue en tráileres.

 

Hoy Héctor goza de contar la historia una y otra vez. No ha perdido su acento argentino para nada y ahora trabaja para armar un museo en su parrilla que permita revivir lo que fue ese extenso viaje. Una pava se transformó en un tesoro. Tiene más de 30 años, salió de Madariaga y aún es usada para cebar los mates en la Parrila El Gaucho.


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