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La gemela marplatense ya reconoce a sus padres, pero no sabe que murió su hermana



A casi un mes de la trágica jornada en la que las gemelas marplatenses Alana y Leila se arrojaron desde el balcón de su departamento del tercer piso en Barcelona, la nena de 12 años que sobrevivió se recupera, le sacaron la respiración asistida, está consciente y reconoce a sus padres y a sus abuelos, quienes no se separan de ella. Todavía no sabe que Alana murió, víctima de la desidia de un Instituto en el que, reveló la investigación, la nena había visitado 32 veces a la psicopedagoga, atormentada por los maltratos que recibía de parte de sus compañeros. 



Leila, que dejó escrito antes de arrojarse al vacío junto a su gemela que ella no quería morir pero que no podía dejarla sola en ese dramático momento, sigue con una fuerte dosis de analgésicos para soportar los dolores. Su padre y su madre la consuelan, aunque no le contaron nada sobre la muerte de Alana, mientras avanza la investigación por las responsabilidades de las autoridades del Instituto Llobregat. El director, Josep Olivella, declaró en la causa y renunció a su cargo en el transcurso de una reunión del claustro celebrada este martes por la tarde, según confirmó La Vanguardia.

El director del colegio defendió el trabajo que se había hecho, pero admitió que ante la presión “insoportable” sufrida en las últimas semanas había decidido presentar su renuncia. Sin embargo, las declaraciones de los testigos contradicen lo que se aseguró desde un principio desde el colegio, donde negaron los maltratos hacia las gemelas y aseguraron que no había registros del acoso que sufrían desde hacía tiempo por parte de sus compañeros.

En las últimas horas se le tomó declaración a la madre, al director del instituto, a la tutora de la menor y a la mamá de una de las compañeras. En los próximos días tomaran declaración a tres menores cercanos a las nenas que tras lo sucedido relataron a los medios distintos episodios en los que las hermanas fueron acosadas y humilladas.



Los chicos contaron que Alana se defendía ante el acosos, pero era siempre ella la castigada, con frecuentes expulsiones de clase e incluso sacándola del Instituto. Una situación que la joven denunció reiteradamente que era injusta para ella. Y así se lo trasladó a la psicopedagoga, a la que visitó en 32 ocasiones, según consta en los registros. No la escucharon. 

Las burlas que comenzaron a agobiar a las gemelas, que  vivían en Sallent, a unos 70 kilómetros de Barcelona, desde hacía tres años, cuando sus padres emigraron desde Mar del Plata en busca de una mejor vida, empezaron en la primaria y continuaron cuando arrancó la secundaria. Además del bullying por su condición de extranjera y de no saber el catalán, el acoso se dio particularmente sobre la identidad de género de Alana. En algunas comunicaciones la nena le decía a su abuelo que no quería vivir mas en España y quería volver. "Gustavo, me quiero ir a Mar del Plata, no quiero estar más acá, no quiero pasar un cumpleaños más acá, quiero estar en tu casa", le dijo una vez a su abuelo.





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