Se llaman Pablo Lanús y Elena Moreno Vivot. El fin de semana
pasado fue el peor de sus vidas porque uno de sus hijos perdió la vida al
resultar golpeado por una rama de eucaliptos en un campo de Ruta 74. En una
nota con el diario La Nación cuentan otros de sus dramas: José, un niño que
tienen bajo su guarda de manera transitoria desde que tenía 4 meses podría
regresar a un Hogar por una medida judicial.
Hace cinco días, el lunes 9 último, enterraron a su hijo
Santiago. Una rama lo golpeó en la cabeza. Tenía apenas seis años. Sin embargo,
están de pie para atender una causa urgente, que no puede esperar: “Tenemos
miedo de que la Justicia nos arrebate otro hijo. Con todo el dolor adentro, vamos
a dar esta batalla. Santi nos acompaña desde arriba, porque quería a su hermano
menor más que nadie”, dicen.
En 2019, Pablo Lanús y Elena Moreno Vivot decidieron
concretar un proyecto solidario que venían postergando por años: convertirse en
“familia de tránsito”. Querían transformar su hogar en un puente de amor y
cuidado para chicos que esperan ser adoptados. Sentían que habían recibido
demasiadas bendiciones y querían compartirlas. No faltaban chicos en su casa,
ya tenían cinco hijos: Marcos, Alfonso, Catalina, Mateo y Santiago. Jamás
fantasearon con la idea de adoptar.
Elena: Siempre trabajamos los dos. Yo medio tiempo, porque
me dedicaba mucho a mis hijos. Pero era un tema muy hablado entre nosotros.
2018 fue un buen año en el trabajo de Pablo, que tiene una empresa que alquila
vajilla, y eso me permitió dejar de trabajar. Entonces dijimos “animémonos”.
Pablo: Teníamos muchos miedos. Sobre todo nos preguntábamos
cómo le iba a afectar nuestra decisión a nuestro hijo menor, Santi, que tenía 3
años.
Se pusieron en contacto con un hogar para chicos de San
Isidro. De ahí los derivaron a una oficina del Servicio Zonal y finalmente
fueron inscriptos en el programa Familias Solidarias. Terminaron los trámites
en mayo de 2019. Dos meses después, el 3 de agosto, los llamaron para decirles
que había un chico al que podrían darle abrigo de forma transitoria. Que lo
tenían que pasar a buscar. Como se trata de un menor, no pueden revelar su
nombre ni exponerlo en fotos. Elena pide que lo llamemos José. “Porque lo
encomendé a San José, patrono de la familia”, insiste.
-¿Cómo fueron los primeros días de José en su casa?
Elena: Fue pura emoción. Lo fuimos a buscar todos juntos, el
4 de agosto de 2019. Pero sus primeros días en casa fueron dificilísimos: no
paraba de llorar.
Pablo: Lloraba, le tenía miedo al agua, se pegaba unos
sustos tremendos cuando pasaba el carro del botellero… No había forma de
calmarlo. Claro: no nos conocía, no éramos nada para él. Tenía apenas 4 meses.
El vínculo se fue dando naturalmente, con el tiempo.
Elena: Nos fuimos juntos de vacaciones y después llegó la
pandemia. Estábamos sin ayuda, como todo el mundo, con seis chicos, cada uno
con sus zooms de colegio… Nos desbordamos. Todos mis hijos se involucraron en
el cuidado de José: lo bañaron, le dieron de comer, lo ayudaron a dormir.
-¿Todos sabían, desde un principio, que José iba a
permanecer con ustedes por un tiempo determinado?
Elena: Sí, estaba claro.
-¿Cómo se construye el vínculo con un chico que pasa por tu
casa y por tu vida “solo por un rato”?
Elena: Cuando llega, naturalmente ponés algo de distancia.
Pensás: “Es un bebé en tránsito, se va a ir”. Pero enseguida dijimos: “Este
chico, si vive así, no va a saber nunca lo que es un vínculo real. Necesita
amor”. Y se lo dimos, como si fuese un hijo más. Lo que más nos llamó la
atención es que nuestros hijos siempre lo trataron como un hermano.
-¿Cuánto tiempo puede permanecer un chico con una familia en
tránsito?
Elena: La ley dice que el límite son 180 días, pero nunca se
cumple. Es imposible resolver la causa de un chico y encontrarle una familia en
seis meses. El promedio es de un año. Eso fue lo que nos dijeron.
CUANDO FALLA EL SISTEMA
José, que llegó a la casa de los Lanús con 4 meses, está por
cumplir 4 años. Los plazos se estiraron mucho más de lo legal, mucho más de lo
previsto, incluso más de lo que cualquiera hubiese imaginado. La Justicia se
demoró más de dos años en declararlo en “situación de adoptabilidad”. Todo el
proceso se salió de su curso natural. José dio sus primeros pasos de la mano de
Pablo y Elena. Y, como la mayoría de los chicos, sus primeras palabras fueron
“papá” y “mamá”.
Elena: Al principio tratamos de impedir eso. Pero, ¿cómo? El
primer año pensamos que en cualquier momento sonaría el teléfono y nos dirían
“tenemos una familia para José”. Pero nadie nos llamó. Así pasaban los meses...
Pablo: Desconcertados, fuimos al juzgado para saber cómo
venía la causa. Porque no teníamos ninguna información. Yo quería que nos
dijeran “es una causa que va a ser larga” o “ya va a salir”. Pero nadie nos
decía nada y el proceso se iba alargando.
Durante sus primeros meses con la familia Lanús, José durmió
en el cuarto de Pablo y Elena. Lo resolvieron así, para poder asistirlo en las
noches: cambiarle los pañales, darle la mamadera, tranquilizarlo cuando lo
atormentasen las pesadillas. Lo mismo habían hecho con sus cinco hijos cuando
eran bebés. Después pasó a dormir con Catalina y más tarde se ganó su lugar en
la habitación de los varones.
En la convivencia descubrieron que José tiene un retraso
madurativo. No hablaba con fluidez y necesitaba estimulación. Consultaron a un
neurólogo y contrataron una estimuladora. Pronto comenzaron a ver progresos. En
la primera mitad de 2021 lo llevaron al hogar dos veces por semana, por la
mañana. Finalmente, viendo que su estadía se extendía “por tiempo
indeterminado”, pidieron una vacante en el colegio donde van sus hijos. Así
comenzó en Sala de 2.
Elena: En agosto de 2021, José cumplió dos años en casa.
Estaba súper integrado con la familia, lo adoraban sus tíos, sus primos, su
abuela… Al mismo tiempo, veíamos que su causa no progresaba: todavía no tenía,
ni siquiera, la adoptabilidad. Así fue como, a fines de ese año, presentamos
una demanda de adopción.
-¿A qué se refiere cuando dice “adoptabilidad”?
Elena: Lo primero que hace la Justicia es intentar que el
chico vuelva con su familia biológica. Si no es con sus progenitores, convoca a
los abuelos, a los tíos, a algún referente. Lo hicieron con José, pero no
llegaron nunca a nada. Tardaron dos años y tres meses para declararlo en
“situación de adoptabilidad”. Recién entonces comenzaron a buscarle familia.
-Finalmente, ¿cuál fue la reacción de su hijo Santiago, que
tanto los preocupaba?
Pablo: Santi acaparó tremendamente a José. Fue su mejor
hermano, jugaban todo el día y se peleaban todo el día también. Fútbol,
autitos... Desarrollaron una relación entrañable. Estaban siempre juntos.
DOLOR DE PADRE
Pablo Lanús es un hombre de fe. Dice que Dios cada día
recorre su jardín, la Tierra, y recoge la flor más linda. “Así, el sábado 7 de
enero, se llevó a Santiago”, insiste. Sabe que la ausencia física se va a
volver más pesada con el correr de los días. “Siento que está en la casa de
algún hermano mío, que ya va a volver”, dice. Con tono pausado, sin mediar
preguntas, revive el momento que marcó definitivamente su vida. “Estábamos
almorzando, con la familia grande, éramos seis matrimonios con sus hijos.
Estaban casi todos los Moreno Vivot, en un campo de General Madariaga. Como
siempre, nos sentamos bajo un eucaliptus, toda la vida comimos ahí. De repente
sentimos el ruido de una rama que se rompe. Grito: ‘¡Corran! ¡Corran!’. Fueron
décimas de segundos. Salí para un lado, Santi corrió para otro lado… y la rama
le cayó justo sobre la cabeza. José estaba a su lado, como siempre. Yo atino a
levantar la cara de Santi, estaba sangrando por todos lados”.
Pablo se detiene para recuperar el aliento. Hace una pausa,
dos segundos, respira hondo y rompe en llanto. Como puede, continúa: “No tenía
ningún signo de vida. Elena entró en shock, se arrastraba por el piso. Gruñía,
ni siquiera gritaba. Lo agarré a Coco, mi cuñado, y le dije ‘Llevalo al
hospital’. Pasó un tiempo que me pareció infinito pero que deben haber sido
segundos. Agarré a Ele y le dije ‘vamos al hospital’. No me respondía, seguía
en ese estado de locura. Hasta que me dijo ‘sí’, la ayudé a ponerse de pie y
nos subimos a un auto. Llegamos al hospital, lo encontré a Coco y le pregunté
si Santi respiraba cuando llegó. Me respondió que no. No nos dejaron verlo, nos
hicieron esperar, estaban tratando de reanimarlo. Después el pediatra nos dijo
que Santi había muerto, que el golpe había sido demasiado fuerte, que le
destruyó la cabeza”.
El colegio al que asistía Santiago María Lanús, que conoce
la dinámica de la familia, publicó un aviso fúnebre en La Nación en el que
participa del fallecimiento y acompaña con cariño “a Elena y Pablo, y a sus
hijos Alfonso, Catalina, Mateo, Marcos y José”
EL TRÁMITE DE ADOPCIÓN
Nadie conoce a José mejor que Pablo Lanús y Elena Moreno
Vivot. Una falla en el sistema, además de la pandemia y la desidia de muchas
partes, transformó su vínculo “transitorio” en lazos de sangre.
-Sabían que la adopción no iba a ser un trámite sencillo.
Elena: La jueza nos advirtió que el pedido no correspondía,
que a las familias en tránsito no se les permite adoptar. Pero prometió leer
nuestra demanda. “Lo más importante para nosotros es José, por eso la voy a
mirar”, nos dijo. Tuvimos una audiencia con ella, después mandó una asistente
social a nuestra casa. Se quedó un buen rato mirando cómo se movía José en la
casa, cuál era la relación con los chicos. Redactó un informe en el que
destacaba que a José, por su historia, le iba a hacer muy mal otro desgarro.
Escribió que nosotros estábamos preparados para “ahijarlo”. Después vinieron
una psicóloga y una psiquiatra, que llegaron a la misma conclusión.
Pablo: Tenemos informes del juzgado, del colegio, del hogar
de niños, de una estimuladora… Todos coinciden en que José está muy bien y
tiene vínculos muy fuertes con nosotros.
-¿Por qué no obtuvieron la adopción, entonces?
Elena: Porque la asesora de menores, Cinthya Sánchez, se
opuso desde un principio. Ella nunca nos conoció, jamás pisó nuestra casa. No
sabe cómo vive José, dónde duerme, cuál es el trato que tiene con mis otros
hijos, a quienes trata y quiere como hermanos. Ella se atiene al libreto que
dice “no se puede”, y jamás consideró todas las particularidades del caso.
¡Tres años y medio estuvo José con nosotros! Como estaba en contra del camino
que tomó la jueza, apeló. La cámara de apelaciones la escuchó y, en diciembre
pasado, le entregó la causa a otra jueza. En poco más de 15 días, la nueva
jueza resolvió que tenemos que entregar a José dentro de las próximas 24 horas
en un servicio zonal, que le iban a buscar una familia. ¡Después de 4 años!
Pablo: Ni siquiera nos pidieron que lo llevásemos al hogar.
Pretendían que lo dejemos en una oficina como si fuese un paquete. “Con todas
sus pertenencias”, decía.
-¿Por qué José sigue con ustedes?
Pablo: En su resolución, la jueza dice que el chico tiene
que volver al hogar. Y dice que, en la medida de lo posible, con el aval del
hogar, José debía seguir en contacto con nosotros para atenuar su dolor. El
hogar le respondió que no tiene vacantes y aclaró que, en caso de tener
vacantes, aceptaría a José pero sin la posibilidad de recibir visitas.
Elena: Ahí nosotros entendimos que la resolución de la jueza
no se podía aplicar, entonces pusimos una nota advirtiendo que no lo íbamos a
entregar en estas condiciones.
-¿Por qué el hogar dice “sin visitas”?
Elena: Porque el hogar considera que mientras siga cerca
nuestro, no lo van a poder vincular con nadie más. ¿Por qué? Porque José quiere
estar con nosotros, somos su familia. Además, llevarlo a José al hogar en
enero, durante la feria, es condenarlo a estar un mes entero sin posibilidad de
que le busquen familia… ¿quién le va a buscar una familia durante la feria
judicial? Va a pasar de despertarse cada mañana con los besos de su papá y de
su mamá, con el juego y la complicidad de sus hermanos, a ser uno más en el
hogar… Y acá quiero aclarar que el hogar trabaja muy bien, a los chicos los
tratan bárbaro, pero en un hogar los chicos nunca tienen referente afectivo.
Pablo: Encima pasó lo de Santi, su hermano, que era su gran
compañero… sacarlo en estas circunstancias es triplemente peor para él. Recién
estamos todos asimilando el golpe. ¿Vos creés que no lo va a afectar a José?
“EN CUALQUIER MOMENTO
LO PUEDEN VENIR A BUSCAR”
La orden de la jueza sigue latente, puede ser ejecutada en
cualquier momento. Ahora, durante la feria, la causa cayó en manos del juez de
turno, el doctor Hernán García Lázaro.
Pablo: Curiosamente, hace nueve meses atendió un caso
parecido al nuestro en su juzgado y resolvió decretar la inconstitucionalidad
del artículo que prohíbe adoptar a padres que tienen chicos en tránsito.
Entendió que en esa causa en particular había “excepcionalidades” que
justificaban salirse de la regla. Hay muchos casos parecidos.
Elena: La ley de adopción está bien armada, pero como todos
los sistemas tiene alguna falencia. Como me dijo una jueza de familia: “La ley
es una camiseta talle único que el juez tiene que adaptar, estirar o achicar,
para que a la persona donde la aplique le quede perfecta. Si no, no es justa.
En este caso, pasa eso. Está la ley que dice que la familia de tránsito no
puede adoptar, pero también está el bien superior de José por encima de todo.
La Justicia está obligada a escuchar a José, tiene las herramientas para
comprenderlo, pueden interpretar la voluntad y el deseo de José.
Pablo: Ya no importan los errores de la Justicia o los
nuestros como familia en tránsito primerizos: el bien superior en la Justicia
de familia es el niño
De acuerdo al informe de la asistente social, José no está preparado
para otra desvinculación. Dicen que podría agravar su retraso madurativo. Pablo
y Elena están devastados por la pérdida de su hijo Santiago. Solo la fe los
mantiene de pie. “Estamos acá gracias a la oración. Si no tuviese fe, estaría
enterrado junto al cajón de mi hijo. Hicimos rezar a todo el mundo, como nunca.
Porque lo que estamos viviendo es inhumano. Y ahora, encima, nos obligan a
entregar a José. Es una tragedia doble. No lo pueden hacer atravesar una nueva
desvinculación. ¿Someterían a sus hijos a un proceso tan tremendo? Por todo
esto es que estamos de pie, para dar esta batalla. Santi es el primero en
librarla, desde arriba, porque lo quería más que nadie”, dice Pablo.
Nunca estuvo en la cabeza de Pablo Lanús y Elena Moreno
Vivot la idea de sortear el proceso de adopción. Ellos quisieron ser auxiliares
del sistema, pero el sistema no funcionó. ¿Quién va a pagar la culpa?
Jorge Martínez Carricart




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