Hacía ya varias semanas que la familia de N., una menor de 9
años que vive con sus padres y hermanas en Berazategui, estaba preocupada. Cada
vez que volvía del colegio, N. se encerraba en su habitación y no quería salir.
Había dejado de ser la chica alegre y sociable que era tiempo atrás. Algo le
pasaba. Por eso, su hermana mayor decidió averiguar cuál era el conflicto.
Aprovechó un descuido y le quitó el celular.
Cuando la hermana abrió los mensajes privados de Instagram
de la menor, encontró una conversación con un chico, aparentemente de una edad
similar, que le enviaba fotos subidas de tono y, sobre todo, la hostigaba para
que ella le envíe imágenes con poca ropa. También encontró amenazas. Lo que más
le llamó la atención fue el vocabulario que utilizaba esa persona. Por momentos
se expresaba como alguien mayor. Sospecharon que quien hablaba con N. era un
adulto.
En lugar de llamar a la policía, la familia hizo lo que no
se aconseja: intentaron atrapar ellos mismo al acosador.
La hermana, con supervisión de los padres, chateó haciéndose
pasar por la menor. Para lograr desenmascarar a quien estaba del otro lado,
decidieron hacer una videollamada. Pusieron a N. frente a la pantalla del
celular y realizaron la comunicación. Los padres y la hermana espiaban de un
costado. Una vez que se estableció la conexión, se dieron cuenta que la persona
que estaba del otro lado era, como ellos sospechaban, un adulto. Fue la
confirmación que necesitaban para actuar y hacer justicia por mano propia.
“Pensé que si te decía que era mayor no me hablarías”,
escribió el hombre para excusarse una vez que su identidad quedó descubierta.
La familia le siguió la corriente y generó un encuentro. “Yo me quiero ir de mi
casa, estoy aburrida”, escribió la hermana, simulando ser N. “¿Te dejan irte?”,
preguntó el hombre. “Si, me dejan salir a veces. A alguna plaza”, respondió.
El encuentro quedó pautado para el jueves pasado al
mediodía. Nuevamente la víctima quedó expuesta en esta situación, que se
realizó sin que la Policía estuviera enterada aún. Los padres de N. la sentaron
en uno de los bancos de la plaza y se escondieron con piedras en la mano. A la
hora acordada, un vehículo se estacionó a pocos metros y bajó un hombre. Los
familiares de la menor salieron y lo apedrearon. El acosador logró subirse
nuevamente al auto y escapar.
Recién en ese momento la familia de N. decidió ir a hacer la
denuncia policial. Pero en el trayecto a la comisaría, sonó el celular de la
menor. Era el acosador. Todos pensaron que se trataría de una amenaza o algo
por el estilo, pero no. Fue todo lo contrario. Tenía para realizar una
propuesta tan insólita como aberrante.
“Por favor, no me denuncien. No le quería hacer nada malo a
ella. Les doy la plata que quieran si me dejan estar un ratito a solas con la
nena”, decía el mensaje.
Luego de la denuncia, la causa quedó en manos del doctor
Daniel Ichazo, que maneja la fiscalía especializada en delitos conexos a la
Trata de Personas, Material de Explotación Sexual Infantil y Grooming.
“Lo primero que se hizo fue revisar las cámaras de seguridad
de la plaza para visualizar la patente del auto en el que el hombre había
llegado. Gracias a eso pudimos determinar a nombre de quien estaba el vehículo
y el domicilio”, asegura una fuente del expediente.
En el allanamiento, los efectivos de Cibercrimen de la
Policía Bonaerense detuvieron al acusado y además secuestraron varios objetos.
Se llevaron cuatrro celulares en los que habría conversaciones con más menores
y un revolver con municiones.
La investigación de Ichazo determinó que el contacto entre
el hombre y N., habría comenzado por medio de una prima de la menor, de sólo 12
años. “Ella también fue víctima de este hombre, aunque nos va a ser más difícil
probarlo porque la prima borró todo el contenido de su teléfono por miedo y
vergüenza. Lo reseteó a cero, por lo tanto, no sabemos si podremos recuperar el
material”, dicen desde la causa.
En la fiscalía esperan los resultados del peritaje completo
al celular, que llevará a cabo en los próximos días y podría arrojar sus
primeros resultados a principios de la semana que viene. Una vez que se
compruebe de manera forense que existió el acoso, la fiscalía pedirá la prisión
preventiva.
La pena que puede recibir el acusado no es muy alta. El
artículo 131 del código penal fija un máximo de cuatro años para quien cometa
el delito de grooming, sin llegar a cometer un abuso.




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