Virginia Pérez sorprendió a propios y extraños cuando su
rostro se hizo conocido hace exactamente doce meses. La jovencita, de por
entonces 17 años, fue a socorrer a Fernando Báez Sosa, quien se hallaba tirado
en la vereda, gravemente herido tras una cobarde golpiza sufrida a la salida de
la disco Le Brique. Le hizo masajes cardíacos y compresiones torácicas para
intentar reanimarlo, al tiempo que, con desesperación, le exclamaba "¡Dale
loco, dale, dale, despertate, dale, no nos dejes, che, dale!".
En aquella madrugada del 18 de enero en Villa Gesell, el
esfuerzo físico de Virginia durante interminables veinte minutos fue en vano.
La importante contextura de Fernando, sumada a la tensión reinante y a sus
propios nervios la dejaron exhausta, impotente. Sin embargo, desde ese momento,
su figura cobró tal notoriedad pública que, con el paso de las semanas, esa
experiencia al límite y la exposición mediática le terminaron pasando factura.
A poco de cumplirse un año de aquella tragedia, la joven
resalta que "maduró de golpe" pero expone sus heridas abiertas:
"Me cuestioné si lo que yo había hecho fue suficiente".
"Desde hace un año que mi vida cambió en todo sentido.
Desde mi estado de ánimo, pasando por situaciones estrés, ataques de pánico,
hasta miedo de salir a la calle. En carne viva notaba mis cambios físicos y
psicológicos, pero también me sentía trastornada y obsesiva. No me reconocía,
estaba alerta y muy paranoica a que no le pasara nada a nadie en la
calle", describe Virginia, que en noviembre de 2019 había realizado el
curso de primeros auxilios en la Cruz Roja.
Después de aquel 18 de enero y de docenas de entrevistas,
Virginia le pidió a su mamá Flavia volver a Buenos Aires. La familia tenía
previsto quedarse hasta fin de mes, pero "la situación se estaba tornando
insoportable, la cara de Fernando todo lastimado se me aparecía dormida y
despierta", por lo que regresaron tres días después del asesinato.
Necesitada de contar y hacer catarsis, las entrevistas continuaron en distintos
canales de televisión.
Cuenta Pérez que en febrero, antes de que se declarara la
pandemia, en un cumpleaños, fue testigo del malestar de un amigo, alguna
molestia estomacal. "Yo me puse en alerta, reaccioné rápido, fui en su
ayuda y saqué de mi mochila guantes de látex y un botiquín de primeros
auxilios. Claro, fue demasiado para el cuadro menor... y fui objeto de risas y
burlas. Nadie entendía cómo y por qué yo tenía en mi mochila los guantes y el
botiquín". Esa situación la llevó a empezar una terapia que continúa al
día de hoy.
Después de raid mediático, Virginia subraya que se sintió
muy hostigada en las redes, canal por donde se la acusaba de "querer ganar
fama yendo a todos los programas" y "que me había equivocado a la
hora de asistir a Fernando, cuestionándome que lo había hecho mal y lo había
perjudicado". Fueron demasiados sacudones para una chica de 17 años que
vio desde enfrente de la disco Le Brique la pelea y que salió rauda a prestar
su ayuda. El entorno la tenía entre ceja y ceja "lo que me tenía
destruida, no comía, vomitaba, me sentía culpable porque creía estar haciendo
todo mal".
Estaba envuelta en dudas Virginia pero explica que aceptaba
las entrevistas para divulgar su mensaje: la importancia de que los jóvenes
hagan el curso de primeros auxilios. Un año después, Virginia aceptó este mano
a mano con Clarín -a quien le había brindado su primer testimonio- pero asegura
que no volverá a exponerse. "Como me habían criticado tanto por la manera
en la que socorrí a Fernando, hice un nuevo curso de reanimación cardiopulmonar
y sumé otro más de socorrista. Le conté a los especialistas lo que había vivido
y cómo había actuado con Fernando y me dijeron que había estado perfecto, lo
que me devolvió el alma al cuerpo".
Pasaron las semanas luego del crimen y Virginia decidió
llamarse a silencio, tener una actitud más introspectiva e intentar retomar su
vida como pudiera. Estaba decidida a empezar la carrera de Derecho en la UBA en
2020, pero a tres días del debut de las clases virtuales dio un giro radical y
se anotó en la UADE pero para estudiar producción audiovisual. "Como yo a
futuro quisiera vivir en el extranjero, intuí que la abogacía me retendría más
de lo que yo quisiera".
Y de pronto ese click impensado la reencontró en su eje,
disfrutando del estudio y encontrando trabajo actoral casi sin proponérselo.
¿Cómo? "Cuando me invitaron a algunos programas, mientras esperaba salir al
aire estaba asombrada por la excitante vida detrás de cámaras. No podía creer
todo lo que pasaba allí, era otro mundo, Y para mis adentros fui pensando en
querer hacer algo relacionado a esa actividad, por eso empecé a estudiar pero
también me contacté con gente del medio".
Esos contactos rindieron frutos y desde hace unos meses
empezó a actuar de extra, tener bolos calificados y hasta pequeños roles en
"Sesiones" y la segunda temporada de "Pequeña Victoria",
dos de las muy pocas series que se están produciendo en tiempos de coronavirus.
"Es agotador el trabajo, doce horas por día, pero estoy agradecidísima de
poder estar dando estos primeros pasos. Estoy descubriendo que me gusta actuar,
me encanta el ambiente y tuve un par de encuentros con la China Suárez
(protagonista de 'Sesiones'), una chica encantadora, súper contenedora".
No vacila Virginia en que todo este giro impensado tiene su
génesis el 18 de enero de 2020. "Claro, toda esta revelación es a partir
de lo de Fernando y lo raro es que me empecé a sentirme pésimo y me preguntaba
cómo yo estaba viviendo un momento de bienestar a partir de todo esto. Me
enojaba conmigo, lloraba, me insultaba porque había encontrado algo positivo en
medio del drama, con lo cual me sentía culpable, mala persona y me parecía
imperdonable. Se lo hice saber a mi psicóloga y ella me dijo que lo mío era un
claro ejemplo de resiliencia".
Volver a caminar a paso firme, sentirse convencida de esta
nueva vida le fue devolviendo la no tan lejana seguridad que siempre tuvo
Virginia, sin embargo, el arribo del primer aniversario del asesinato la hace
trastabillar. "No puedo creer que se esté por cumplir un año, cuando me
remonto a aquella noche espantosa me parece que fue hace pocos días. Todo lo
tengo fresco, desde la pelea adentro del boliche, donde yo estaba, hasta la
continuación en vereda", repasa.
Si en algo le sirvió este año, se pregunta Virginia, es
poder confirmar y ratificar su actitud correcta, que pudo haber sido otra.
"Como una curiosa más de los tantos que había en ese instante, sacando una
foto e irme como si nada, pero no me resultó indiferente lo que estaba pasando.
Y muchas veces me cuestioné si lo que yo había hecho fue suficiente, porque las
dudas me torturaban, no me dejaban dormir. Me acuerdo que le agarré la mano a
Fer, que no respiraba, le tomé el pulso y no podía distinguir si lo sentía a él
o si era el mío, estaba nerviosa".
Cuando llegó la ambulancia, que tardó una media hora, le
preguntaron a Virginia si era enfermera, dijo que no y le pidieron que se retirara.
"Cuando yo crucé la Avenida 3 y vi que Fernando estaba tirado, había uno
de los amigos que intentaba asistirlo pero a los gritos pedía por alguien que
supiera de primeros auxilios. Yo estaba decidida pero la desesperación del
amigo me animó", explica esta vecina de Coghlan que vive con su mamá, su
abuela y una hermana.
Desde ese instante, Virginia no sólo empezó a ser parte de
la noticia sino que se involucró y con el paso del tiempo siguió con lupa cada
avance de la investigación y cómo era la situación de los rugbiers imputados.
"La presión social fue tremenda y creo que eso y la insistencia de los
medios llevaron a que se encarcelaran rápidamente a esos tipos. Para mí los
diez son culpables o cómplices, porque allí estaban todos pegando o arengando.
Sólo pido que tengan el castigo que se merecen, porque jamás expresaron
arrepentimiento; es más, intentaron ensuciar a otra persona (Pablo Ventura) sin
importarles nada".
Lamenta no haber tenido la oportunidad de abrazar a Graciela
y a Silvino, los padres de Fernando, pero al menos sí pudo hacerlo con Julieta
Rossi, la novia, quien el 21 de enero le mandó un tuit a una Virginia por
entonces atribulada. "Yo sé lo que hiciste, algún día te lo voy a
agradecer". Y se encontraron el 18 de febrero en el Congreso, cuando se
cumplió el primer mes del asesinato. "Estaba nerviosísima, no sabía qué
decirle, hasta me había escrito un guión para no meter la pata... Finalmente
nos abrazamos y no hizo falta más".
Fue como un tsunami todo lo vivido, grafica Virginia, que
reflexiona: "Me terminó de formar como persona, maduré de golpe y me trajo
un montón de efectos colaterales que estoy intentando superar", resume las
consecuencias de ser testigo de tal aberración. "Muchas veces me pregunto
qué hubiera sido de mí si yo esa noche no iba a Le Brique o si no hubiera
salido del boliche. ¿Cómo sería mi relación con el caso Fernando? No tengo
respuestas, lo que sí sé es que a Fernando lo tendré en mis retinas para toda
la vida y lo llevaré siempre en mi corazón".




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