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Andrés Caraccioli: una víctima mortal anunciada


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El hecho ocurrió el 22 de febrero de 2003 poco después de las nueve de la noche, cuando tres sujetos encapuchados lo sorprendieron en su casa del barrio San Martín y, sin que presentara resistencia alguna, le efectuaron un disparo en el cuello. Andrés falleció dos días después con tan solo 24 años.

El hecho desencadenó una pueblada que reunió casi cinco mil personas frente al Palacio Municipal, para reclamarle por la ola de inseguridad que sufría la comunidad y respuestas que lleven al esclarecimiento de lo ocurrido al entonces intendente Adrián Mircovich; quién era acusado por varios vecinos de proteger y amparar a vándalos. Éste excusándose amenazó con dejar su cargo si la provincia no le brindaba apoyo. Cosa que no pasó hasta las elecciones de octubre de ese mismo año.

La multitud al sentirse impotente terminó arrojando piedras contra el edificio policial y transformó a ese lunes como el día que quedará marcado en la historia de la ciudad: “El día de la primera pueblada”.

Ya habían ocurrido varios hechos delictivos en ese tiempo, entre ellos un asalto a la estación de servicio donde el sereno recibió un tiro en el estómago y una intervención quirúrgica en los intestinos salvo su vida de milagro. Unos días antes de lo ocurrido a Andrés dos ancianos habían sido brutalmente golpeados para robarles. Meses antes un comerciante rural recibió un balazo en el hombro y hasta el viernes anterior a ese veintidós de febrero habían realizado tres robos y faenado dos animales. Agregándole a todo esto la terrible faena clandestina que el año anterior (2002) había superado las mil cabezas de ganado.

Treinta y ocho efectivos fueron relevados de sus puestos en la comisaría local y todo quedó en manos del comisario Eduardo Swirski. Quien en un afán de dar solución a lo pedido por la gente realizó un allanamiento el martes veinticinco donde se detuvo a tres sospechosos, quienes después quedaron rápidamente en libertad

Sin embargo no cambio mucho la cosa ya que las olas de delitos de ese año fue una de las tasas más altas de los últimos tiempos.

Algo está claro para los madariaguenses y los que conocimos a Andrés más allá de que no fuéramos íntimos y es que la justicia aún hoy está en deuda con la familia y la sociedad.


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GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo