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Quiere probarla: el trasplantado de pene busca sexo

Vestido con una gran bata de color azul cielo, sentado en calcetines sobre una butaca junto a la cama, sólo los cables que aún siguen pegados a su cuerpo delatan que este hombre de sonrisa inmensa está convaleciente de una operación casi impensable. Su risa inunda el cuarto de la planta 14ª del Massachusetts General Hospital (MGH) en Boston donde, recuperándose, nos permite retratarle. Thomas Manning es el primer hombre al que le han trasplantado el pene en Estados Unidos y el primero en todo el mundo que da la cara. La intervención se la practicaron hace casi dos semanas. 40 profesionales pusieron de su parte para que Thomas sonría hoy, mirando por la ventana las espectaculares vistas de la ciudad bañada por el río Charles, como quien mira un futuro que no imaginaba.

Hoy está tranquilo, pero pasó muchos nervios. Empezaron cuando le comunicaron que había un donante para él. Luego tocó prepararse para las 15 horas que estuvo en quirófano entre el sábado 7 y el domingo 8 de mayo. No acabaron ahí, porque el día siguiente surgieron complicaciones y tuvo que regresar a la mesa de operaciones por una hemorragia. En total, pasó 21 horas de 48 entre doctores y cirujanos para que le implantasen el pene de un donante anónimo cadáver. A Thomas le gustaría conocer a su familia. Le han dado, dice, una "segunda oportunidad" que no tenía nada claro que llegaría.

 -¿Querría conocerles?

-Sí, y tomar un café en el Dunkin' Donut, sonreír y, tal vez, llorar.

Por el momento sólo sabe de ellos una cosa: los parientes del donante "están encantados de escuchar que va bien y rezan para que su recuperación continúe", según le han trasladado a través de la responsable del banco de órganos que ha permitido el milagro del que más se ha hablado esta semana. Más milagroso aún es que la cobaya de esta intervención en fase experimental no sea joven. Aunque lo parezca, a pesar de sus 64 años, al menos cuando describe su sueño más inmediato: poder comer un churrasco con papas y ensalada, dice. Será la prueba de que todo ha ido bien; el "símbolo del éxito del proceso" que inició hace cuatro años.

 La primera parte del viaje -estará en tratamiento el resto de su vida- ha merecido la pena para él. Nacido y criado en Halifax (Massachusetts), este oficial de banca se confiesa "encantado" con su estado actual y no esconde su satisfacción por haber llegado hasta aquí. También se agita al recordar los momentos difíciles, porque no ha sido fácil: en su entorno cuestionaban su empeño de recibir el implante. Ha recibido bromas de sus amigos e incomprensión entre sus familiares. Pero él no se derrumbó: "Nunca me di por vencido con el trasplante".

 Todo empezó en 2012: le diagnosticaron un cáncer de pene y tuvieron que amputárselo. Y, ante semejante panorama, se le ocurrió hacer la pregunta improbable. Si se hacen trasplantes de manos y de brazos, ¿por qué no de penes? "No podía controlar el cáncer que me diagnosticaron y que podía haber acabado con mi vida, pero sí podía controlar estar en la lista de candidatos a la operación", destaca. Y se decidió. "El doctor creía que estaba loco. Ellos ni siquiera habían pensado en eso", recuerda moviendo sus manos sin parar.
Su oportunidad llegó de la mano de un equipo de profesionales del MGH encabezado por los doctores Curtis Cetrulo y Dicken Ko, que comenzaron a investigar sobre el trasplante reconstructivo hace tres años y medio para "ayudar a pacientes con lesiones genitourinarias devastadoras", explican en el hospital. Hace unos meses, cuando estuvieron listos para realizarlo, se pusieron en contacto con Thomas para ver si seguía interesado en la operación. Lo estaba. Manning ha sido el primero en EEUU, pero está convencido de que vendrán otros muchos trasplantes que traerán vida.

Por lo pronto, él ya se ha registrado como donante en el banco de órganos. "Todo va bien y como estaba previsto, según los médicos", concluye. "El lunes vuelvo a quirófano, pero estaba programado. Puede que sea la última operación o no", dice con una media sonrisa de resignación. Le van retirando cables y empieza a dar paseos acompañado de un andador. En esta habitación de la planta 14 está empezando su nueva vida y el sueño de una mujer a la que conocerá en un supermercado, quizá eligiendo la misma pizza. Vuelve a sonreír: "Esto", dice, "va a funcionar".
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GENERAL JUAN MADARIAGA El Tiempo