En medio de los carnavales y las celebraciones, Brasil atraviesa una ola de calor extremo, que se concentra especialmente en la Región Metropolitana y amenaza con romper récords.
Según las estimaciones del Instituto Nacional de
Meteorología (Inmet), este lunes, en Río de Janeiro la temperatura podría
alcanzar los 40° que, con una humedad de hasta el 80 por ciento, podría traducirse
en una sensación térmica del 62,7°.
Esta sería la cifra más alta registrada en la ciudad desde
el 18 de marzo de 2024, durante otra ola de calor, cuando en el barrio de
Guaratiba la térmica fue de 62,3°.
Sin embargo, los expertos han advertido que, incluso con un
grado menos y una humedad del 50 por ciento, Río también podría quedar en
alerta dado que las proyecciones de térmica rondan los 51,6°.
Este escenario, según el pronóstico, se mantendrá durante
toda la semana próxima, en la que la temperatura media será de 36° y la térmica
estará por encima de los 50°, en promedio. Asimismo, se descartan lluvias hasta
-por lo menos- el 21 de febrero.
Los principales estados en alerta son Río de Janeiro, Río
Grande so Sul, Minas Gerais, Bahía, Pernambuco y Piauí.
A raíz de esta situación, en Río Grande do Sul las autoridades
ordenaron la suspensión de clases ante la falta de infraestructura y recursos
para transitar este frente cálido en las aulas.
“En cumplimiento de la decisión del Tribunal de Justicia del
Estado, no habrá clases en las 2.320 escuelas de la red estatal”, indicó la
Secretaría de Educación en un comunicado, a la par que los maestros celebraron
la decisión dada la “falta de ventilación adecuada y de fuentes de agua
suficientes” para el personal y los alumnos.
La explicación a esta ola de calor, que trae consigo
temperaturas a niveles superiores de los que el cuerpo puede soportar sin
malestar, no se puede basar en un solo factor.
Wallace Menezes, profesor de meteorología de la Universidad
Federal de Río de Janeiro (UFRJ), comenzó señalando al medio local OGlobo que,
ya de por sí, Río de Janeiro es una suerte de “isla de calor urbana”, algo así
como un “invernadero formado por asfalto, emisiones de vehículos e industrias,
y edificios”.
A esto, debe sumársele el relieve propio de la ciudad, en su
mayoría de terrenos bajos rodeados por montañas, lo que hace que el calor quede
confinado y que, ante la presencia de condiciones atmosféricas significativas y
favorables a altas temperaturas, se cree un sistema de alta presión como el que
se siente por estos días.
Precisamente, sumó el experto, este anticiclón calienta el
aire por compresión: empuja y comprime el aire hacia abajo y hace que se
caliente y se seque en el proceso, impidiendo la formación de nubes. Ese aire,
asimismo, sigue calentándose durante el día, con la radiación solar.
En tanto, un tercer factor favorece este clima agobiante.
Las aguas del océano Atlántico presentan también
temperaturas más altas de lo esperable, por lo que no generan un viento fresco
sino, en su lugar, una brisa cálida.
“Es una suma de factores. Río se convierte en una caldera
que hay que estudiar”, sostuvo.
De todas formas, si bien estas condiciones hacen que este
tipo de clima sea más propenso en la zona, lo cierto es que los expertos han
advertido de una tendencia en lo que va del verano.
Datos relevados por la investigadora Ana Paula Cunha, del
Centro Nacional de Monitoramento e Alertas de Desastres Naturais (Cemaden),
expusieron que Río está transitando una temporada sin lluvias.
Del 1 de enero al 10 de febrero, casi la mitad de Río de
Janeiro recibió apenas entre el 33% y el 40% de las precipitaciones habituales
y, en su mayoría, se dieron de manera concentrada.
Si se extiende el período entre el 1 de noviembre al 10 de
febrero, Río pasó 71 días sin llover.
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